EL CONTRAMITIN
El rocanrol protesta
Miguel Ríos se pegó, el tío, una canción a pelo donde «los hijos del rocanrol» son ahora «los hijos de la insumisión»
Iba ayer yo a comprar el pan cuando se me cruzó en la Puerta del Sol Miguel Ríos, que está poniendo el karaoke de oro a la cháchara de mitin. Es, Miguel, el rocanrol como pregón protesta, y ayer se empleaba en una manifestación de la Marea Blanca, que hubo de serpear en Madrid a la orden de un cambio de trayecto, por no coincidir con las romerías diversas y autorizadas de la campaña en curso.
Previsiblemente, la cosa acabó en Sol, que es la postal fija donde acaban y empiezan tantas cosas, en las épocas últimas, y ahí Miguel se pegó, el tío, una canción a pelo donde «los hijos del rocanrol» son ahora «los hijos de la insumisión». Nosotros, los de entonces, ya nos somos los mismos, y las letras tampoco. Miguel ejerce a ratos de «pareja artística» del cabal García Montero, según la acuñación alegre de Hughes, aquí mismo, pero luego es un roquero diurno, y de soltería, en un acto que no es de campaña, pero como si lo fuera, porque la calle también hace su programa, que suele ser su queja. A esas horas, o un poco más tarde, el aseado Albert Rivera se adornaba en Valencia prometiendo «sentido común», que es como prometer un porvenir de chicos bien peinados, y no un horizonte bajo el desorden, más o menos divagatorio, de los que usan la peluquería de la demagogia, con coleta o desmelene en general.
A Albert Rivera el sentido común seguro que también se lo leerían los grafólogos en su rúbrica, aunque de momento sólo sabemos que en la firma de Begoña Villacís «hay un predominio de la curva en sus formas», según el diagnóstico emocionante de expertos calígrafos, no necesariamente erotómanos. Villacís tiene algo de sultana de televisión, zona abogadas, que se ha venido a la barahúnda política, y no me extraña nada que prospere contenta, porque ya me contaba a mí, cuando íbamos juntos de jarana a los platós, que «en estos tiempos buenos hay que saber de muchas cosas».
La bella Begoña se explica, y aún se explicará mejor, pero los estetas, o los religiosos de la mujer, aún nos enteramos poco. Tiene ya un tirón entre los taxistas, y los turistas quieren votarla, por morena, y previo selfie. Que yo lo he visto. Es la musa del sentido común que promete el jefe, y tiene enfrente a Esperanza Aguirre, que en Madrid es un monumento. Ya está sacando, por cierto, el capote de San Isidro, que en Aguirre es un capote colérico de Dior, por ir calentando la juerga fuera de Las Ventas. Aguirre se sobra mucho, y cuando quiere, de torero hembra, y lo mismo un día se luce contra Gabilondo o Carmona que contra el propio PP. Cometerá algunos errores, pero nunca el de cambiar de estilo. Entretanto, Miguel Ríos a lo suyo, aullando un estribillo de la calle cabreada, que hace su contramitin de domingo de campaña fuera de la campaña.
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