Aquellos años locos del boom del ladrillo

El libro «Mediterráneo descapotable» recoge el viaje en un descapotable del periodista Íñigo Domínguez por la costa mediterránea el verano antes de que estallara la crisis

Aquellos años locos del boom del ladrillo efe

Jaime G. Mora

El viajero sube al Huracán Condor, la atracción más temible de PortAventura. Los pies le cuelgan de la cabina que lo eleva, poco a poco, hasta casi cien metros de altura. Desde allí, durante un segundo, antes de que lo dejen caer, ve un desierto de grúas y rascacielos. El viajero lo mira estupefacto, y después…

«Después, al agujero: Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah».

El viajero se despeña a la misma velocidad que lo hizo la economía española desde aquel verano de 2008, cuando el periódico «El Correo» envió a su corresponsal en Roma, Íñigo Domínguez, a recorrer la costa mediterránea. En esos meses se empezaba a decir aquello de «se nota la crisis».

Íñigo Domínguez se subió a un descapotable y partió de Portbou, en la frontera de Francia, rumbo a Tarifa. En 18 etapas, en 18 irónicos reportajes, viajó a destinos como Salou, Marina d’Or, Benidorm y El Ejido, todos ellos iconos de la fiebre del ladrillo. «Mediterráneo descapotable. Viaje ridículo por aquel país tan feliz» es el título con el que la editorial Libros del KO recupera estos artículos.

Playa de El Algarrobico

«Han pasado siete años desde el viaje en descapotable, y es una experiencia interesante repasar el mapa para ver cómo han acabado algunos de aquellos lugares y la porquería que ha salido luego hasta de debajo de las piedras», escribe Íñigo Domínguez. «Aún estamos asimilando los efectos de un festón inverosímil de avidez, codicia, ignorancia y ansia de poder, ante ciudadanos distraídos o complacientes. Todo empieza con esos parajes que alguien se empeñó en llenar de cemento».

En La Manga, Domínguez se encontró chalés en forma de castillos y «engendros arabescos, futuristas, hollywoodienses» entre carteles y excavadoras que llegaban hasta la misma orilla del mar. «La ley de costas debe de ser el material con el que más se limpian los bajos las autoridades del país», observó. En La Manga, claro, había un campo de golf junto a un bloque de diez pisos.

«El viajero empieza a sospechar que los españoles han sido abducidos y, tras extirparles la pasión por el fútbol, les han insertado la del golf», señala el autor de «Mediterráneo descapotable» cuando se detiene en San Juan de los Terreros, en Almería. Si no, no se explica que ante el cauce de un río totalmente seco haya una alfombra verde con aspersores, dice. «Hay que ser muy listo para tener más agua que el río».

Hoteles del complejo de Marina d'Or

En Marina d’Or, «el clímax del frenesí ibérico de la última década, un monumento en el desierto», el reportero se aturde los mármoles de los hoteles y la fila de edificios ante la playa, con pistas deportivas, restaurantes, tiendas, campos de golf de diseño y tíos esquiando —«¿Pe-pe-pero esto qué es?». En Marina d’Or, Castellón, todo era posible. Era, porque aquel verano los carteles de «se vende» y «se alquila» ya se empezaban a depreciar.

En 2013 la Justicia paralizó la construcción del complejo Marina d’Or. Iba a ser la urbanización más grande de Europa, con 18 millones de metros cuadrados entre los municipios Cabanes y Oropesa. La empresa constructora se declaró en quiebra y pasó de tener 856 empleados en 2008 a 80 en 2014. Los pisos ahora están en manos de los bancos. El presidente de Marina d’Or, Jesús Ger, ha asumido que no podrá construir las 35.000 viviendas previstas, pero insiste en que levantará sus campos de golf.

Íñigo Domínguez complementa los reportajes que publicó en «El Correo» con un informe que cuenta cómo acabó todo lo que se levantó en los años locos del boom. Casi 100 páginas en las que radiografía todos los casos de corrupción que se tostaron al sol del Mediterráneo: una tarea «sobrehumana», «muy deprimente», «un vademécum de destrozos y saqueo».

Registros policiales en el Palau de les Arts

«Los episodios de política chapucera, corrupción y delincuencia financiera no son exclusivos del Mediterráneo —explica—, pero, sin duda han sido un fantástico buque insignia». Este viaje paralelo se encontró con un enorme atasco en la Comunidad Valenciana: la megalomanía de Carlos Fabra, el talento para los negocios del arquitecto Santiago Calatrava, los trajes de Francisco Camps, los arribistas de la trama Gürtel, Rafael Blasco, ese animal político…

«Blasco de joven fue maoísta; luego socialista, y acabó en los ochenta en la Generalitat con el PSOE, siendo presidente Joan Lerma. Pero lo echaron en 1989 ante la sospecha de que había aceptado sobornos a cambio de recalificar terrenos para pelotazos urbanísticos. (…) En 1999 Eduardo Zaplana, consciente de sus cualidades, lo fichó para el PP. A partir de entonces Blasco dirigió casi todas las consejerías de la Generalitat y fue estrecho colaborador de Zaplana y luego de Camps. La Fiscalía Anticorrupción investiga ahora toda su carrera política».

«Mediterráneo descapotable» es la crónica de un viajero socarrón, que cada vez que regresaba a España desde Roma veía un país menos reconocible. 2008 fue el último año que los españoles veranearon dopados. La crisis entonces sólo se notaba. El 15 de septiembre Lehman Brothers quebró y todo cambió. La degeneración de aquel paisaje de playas conquistadas reveló la porquería que había escondida debajo de las piedras.

Vista del proyecto de BCN World, que se ubica al lado de PortAventura

«Algunas de las cosas que vi siguen igual, o peor», advierte el corresponsal del grupo Vocento. PortAventura es el único de los grandes parques de atracciones españoles que sigue siendo rentable. En el desierto de grúas que se ve desde lo alto del Huracán Condor está previsto el proyecto BCN World, la respuesta de la Generalitat de Cataluña al Eurovegas que el magnate Sheldon Adelson quiso levantar en Madrid.

El BCN World será una ciudad de casinos y hoteles. La idea fue impulsada por Enrique Bañuelos, que se hizo de oro durante los años en los que España era inocente. Aquel país tan feliz no podía dejar de tener una copia de Las Vegas en la Costa Dorada. El proyecto ha sufrido modificaciones; Bañuelos decidió no invertir y la Generalitat compró algunos de los terrenos descartados por el constructor. Artur Mas aún no ha renunciado a un plan que necesita 4.500 millones para que las obras comiencen, como estaba previsto, este mismo año.

Aquellos años locos del boom del ladrillo

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación