entrevista

Pío Cabanillas: «Con Aznar éramos un equipo de verdad porque había liderazgo»

El ex ministro portavoz cree que existe «una contestación a un sistema que ha dejado mucho que desear»

Pío Cabanillas: «Con Aznar éramos un equipo de verdad porque había liderazgo» ernesto agudo

marisa gallero

Cuando tenía 10 años, su patio de juegos fueron los Estudios 1 de Televisión Española, junto al que consideraba como su tío, Chicho Ibáñez Serrador, en plena creación de «Historias para no dormir». Pío Cabanillas soñaba todavía en blanco y negro, como el hermano de su madre que dirigió el NO DO, sin pensar que un día sería director general de RTVE. Acostumbrado desde pequeño a vivir la política por su padre –ministro durante la democracia y de Información y Turismo con Franco–, cayó en la trampa por su amistad con José María Aznar, que le nombró ministro portavoz, descubriendo muy pronto el efecto arrollador de las palabras. Quizá por eso esta sea su primera entrevista desde su cese en el 2002, y pronuncie en un tono que baja gradualmente, llegando casi al susurro, cuando la información da un paso más allá. Ahora mira a través de un objetivo la realidad, sin estar en el foco, reivindicando la participación más intensa de perfiles independientes en la sociedad civil. «Se abren así más los ojos».

–Su nombramiento como director de RTVE estaba dentro del viaje al centro que inicio José Mª Aznar.

–Yo venía del mundo de la televisión, no me veía como un instrumento de decisiones políticas, sino que iba a dirigir la casa que para mi profesión es la más importante de todas. Cuando me llaman estaba a una semana de casarme, y estudiando otra oferta. La vida es lo que pasa mientras haces otros planes, que diría Lennon.

–Era el tercer director en dos años y medio del PP en el Gobierno y aunque consiguió su nombramiento sin votos en contra, también exigieron su cese por manipulación informativa.

–Incluso antes de nombrarme, ya habían pedido mi cese desde el PSOE –se ríe–. Es bastante triste ver que hay una serie de estereotipos de actuación del mundo político hacía la televisión y la radio pública, con ataques muy superficiales, que dicen muy poco de quienes lo realizan. La obsesión del político con el telediario ha hecho mucho daño.

–¿Es imposible de reformar RTVE? ¿De reducir su deuda?

–¿Queremos o no una televisión pública independiente? Si no la queremos, se privatiza. Si la queremos, ¿de qué tamaño? Y si se quiere grande, ¿cómo se financia? Al final no hay milagros. Si quitas los ingresos por publicidad, y no hay canon, se financia con presupuesto público. ¿Cuánto tienen que ganar las televisiones privadas para que TVE no haga competencia desleal? En aquel momento, fue la única vez que conseguimos bajar la deuda.

–Por entonces, despachaba con el portavoz del Gobierno, con Josep Piqué…

–No despachaba con Piqué. Tengo que agradecer el grado de independencia para la función que se me ofreció. Por mi despacho pasaron los representantes de todos los partidos políticos. No había una sensación de que mi jefe era tal o cual. Déjame hacer el ejemplo inverso. No he despachado como portavoz del Gobierno con el director general de TVE que había entonces.

–Y lo sustituye como ministro portavoz, ¿sabía a lo que se exponía al ser la persona de confianza de Aznar?

–Siempre hemos tenido una relación muy discreta. Sabía que iba a recibir muchísimos palos, porque el portavoz está para contar las malas noticias, las buenas las quieren contar los ministros respectivos. Y luego eres escudo del presidente. Siempre que quieren darle un navajazo, te lo llevas tu primero.

–¿Cuantos navajazos recibió?

–Más de los que esperaba. En el fondo era un novato en política. El primer día, metí la pata con algo de Ibarretxe, que fue tan obvio que hubo cachondeo. A la salida me coge Aznar y le dice a Mayor Oreja. «Anda, dale una lección a éste de lo que puede decir, que está un poquito perdido». En cualquier caso, estoy orgullosísimo de haber sido ministro de un Gobierno de Aznar. Éramos un equipo de verdad, porque había liderazgo, su personalidad es aplastante, y creaba una enorme empatía y unidad entre todos.

–El PSOE le señaló como ejemplo del sectarismo antidemocrático del PP, ¿asumió su papel y fue igual de beligerante?

–Hay una querencia hacia ese tipo de crítica, que al final va en descredito de toda la clase política; lo estamos viendo. Recuerdo la obsesión que tenía el PSOE por cronometrar los minutos que salían unos y otros, Zapatero era el encargado del cronómetro. Hubo 27 denuncias ante la Junta Electoral por Rubalcaba contra mí. Gane las 27.

–¿Por qué le cesa Aznar?

–¡Pregúntale a él! –se ríe otra vez–. Creo que quería un Gobierno más político para llegar con él a las elecciones. Mariano Rajoy cogió Presidencia, y también la portavocía, y en ese juego de sillas, me quedé fuera. Salí de su despacho en Moncloa, ¡dándole palmaditas yo a él! Esa noche se produce la invasión de Perejil, y me llama Aznar para pedirme una gestión. Le respondí: «¡Oye, que me has cesado hace tres horas!». Tras el cese, pusieron mi cuadro en el Salón de Presidencia, junto al de mi padre, y en medio Rubalcaba –¡no hay quien se lo quite de encima!–. Siempre supe que me acabarían «colgando».

–Su padre Pío Cabanillas también fue cesado fulminantemente por Franco en 1974.

–Él tuvo siempre un enfrentamiento muy directo con lo que constituía el «búnker» había hasta expedientes sobre él, le acusaban de todo, desde estar pagado por las revistas pornográficas extranjeras. Entre las razones tuvo mucha influencia la película «La prima Angélica», y una escena en televisión donde se le aflojó el vestido a Rocío Jurado. Era un sinsentido de tal calibre ese grado de censura, que algunos se tuvieron que echar sobre sus espaldas el impulso del cambio. Él es de las ocho personas que podemos identificar como los creadores de la democracia española, de los que dieron desde dentro el gran salto.

– «Como muchos, yo he sido de los otros», escribió en ABC el día después de la muerte de Franco.

–El artículo se llama «Los otros» y es esa idea de que esto ya no tiene sentido, y de que había gente dispuesta a liderar los nuevos tiempos. Primero se creó una asociación, Fedisa, en mi casa de Galicia, yo era el que llevaba los bocadillos y las copas a esas reuniones… Y después, vino el antiguo Partido Popular, que llegó a presidir mi padre, y fue el que aportó más miembros a UCD. He vivido la idea de tolerancia, de concordia, de superación de la vieja España. Hay mucho que agradecer a esa generación.

–¿Estamos de nuevo en la España de la confrontación?

–No hay todas esas Españas que se dicen. No sé si lo bueno es el bipartidismo, lo que sí es obligatorio es identificar consensos. Es absurdo pensar que la culpa, entre comillas, de que exista Podemos no la tienen los partidos principales. Hay una contestación a un sistema que ha dejado muchísimo que desear, estamos ante un auténtico y radical cambio sociológico. Plantear que ha nacido por generación espontánea me parece poco inteligente. Hay que tomárselo muy en serio.

–A su trabajo en Acciona le llaman ahora puerta giratoria...

–Me incorporé a Acciona cinco años después de dejar la política. Y da igual, el 90% considera que soy un político. Tres años de treinta de carrera profesional en medios y comunicación. Aznar me ofreció un par de cosas, se lo agradecí, pero preferí mantenerme al margen. Soy muy celoso de mi independencia.

–Veo que el flequillo ya no se le mueve…

–Alguien publicó que había movido la cabeza para quitarme el flequillo de la cara 217 veces… Un asesor del ministerio me dijo: «Mire ministro, con un poquito de laca esto lo arreglamos». ¡Y yo que quería ser el flequillo del régimen!

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