Las diez diferencias entre Pablo Casado y Albert Rivera

Ambos políticos presentan un perfil público con muchas similitudes, pero se contraprograman en sus declaraciones

Las diez diferencias entre Pablo Casado y Albert Rivera isabel permuy/efe

sara medialdea

Pablo Casado y Albert Rivera se parecen mucho: ambos políticos son de la misma generación, ocupan un espacio ideológico en cierto modo común e incluso cuentan con un perfil físico muy similar. Un espectador poco avezado -ahora que la televisión se ha convertido en el nuevo ágora de las ideas políticas- podría hasta confundirlos en un primer vistazo. Hasta que toman la palabra: ahí, su discurso comienza a tomar caminos diferentes.

Rivera, nacido en Barcelona en el año 1979, estudió Derecho en el elitista ESADE. Casado, palentino del 81, se licenció en Derecho y Economía en las universidades públicas Complutense y Rey Juan Carlos. Ambos defienden partidos con ambición de gobernar. Pero desde posturas diferentes: Rivera y su Ciudadanos representan la frescura de lo nuevo, y el PP, como recuerda Casado, la previsibilidad y también la seguridad de quien cuenta con una amplia experiencia, de la que Cs carece.

Otro punto de fricción entre ambos es el relativo a los pactos: Albert Rivera está dispuesto a cerrarlos con quien haga falta, y lo confiesa, pero aclara: serán pactos para hacer, no para estar. Pablo Casado fija siempre una barrera: no con Podemos.

Sus planteamientos sobre las medidas económicas a adoptar a consecuencia de la crisis también difieren en ambos: en Cs defendieron la necesidad de acudir al rescate que hicieron en 2012 desde Ciudadanos -a través de su economista de cabecera, Luis Garicano-, como le reprocha a menudo Casado. Algo que Rivera no niega, pero lo hace al contraataque: «Si el PP se refiere a Garicano tantas veces para decir que le recomendó el rescate, parece ser que le hizo caso, porque el rescate llegó».

La necesidad de ahorrar y recortar gastos, que en Ciudadanos proponen con fórmulas como la supresión de ayuntamientos -que pasarían de los 8.000 actuales a 1.000- es otra de las propuestas que enfrentan a ambos políticos. Casado se ha apresurado a «contraprogramar» asegurando que eso sería tremendamente difícil de aplicar: «Que venga a mi provincia a explicar cómo pueden desaparecer municipios centenarios o de historia milenaria», dijo.

Albert Rivera se ha convertido en una estrella mediática, con un amplio «tirón» televisivo por su imagen y sus maneras claras y contundentes. Pero ahí no se queda a la zaga la nueva figura destacada del PP, que pese a su ya larga trayectoria en el partido, está ahora convirtiéndose en esa cara nueva y limpia de los populares que logre cambiar la percepción de la «marca PP».

Para Ciudadanos y su líder, la campaña está resultando una sucesión de propuestas, más que bien recibidas por la población a juzgar por el reflejo demoscópico, y de movimientos de defensa, pero sin marcarse un rival a abatir, dada también su apertura a futuros pactos. El PP, sin embargo, lo tiene muy claro: primero contra Podemos , y en las últimas semanas, también contra Cs. Pablo Casado tiene meridianamente claro este papel de azote de Rivera, y lo ejerce allá donde tiene ocasión.

Frescura contra frescura, estos dos candidatos jóvenes y con un futuro que se adivina largo aún tienen espacio donde batirse: y ahí Rivera le lleva la delantera a Casado, tras ese cartel electoral de 2006 en que se presentó desnudo como metáfora de la transparencia de sus intenciones. El PP está avanzando mucho en esta línea de la modernización, pero aún no ha llegado a este extremo.

El espacio ideológico que ocupa cada cual es también terreno abonado a la confrontación. Porque básicamente, es el mismo. Albert Rivera se define como de centro; Casado le matiza que en su ideario, tal y como refleja la web de Ciudadanos, se definen como de centro izquierda. El centro, ese oscuro objeto de deseo de los políticos, que saben desde hace tiempo que la mayoría sociológica se sitúa precisamente en ese espectro.

Pero la gran diferencia entre ambos tal vez venga por su definición de la realidad política: frente al modelo actual, donde dos partidos fuertes, PP y PSOE, se han venido turnando en el Gobierno complementando las instituciones con algunas otras fuerzas de carácter minoritario, Rivera representa otra opción, la de quienes desechan ese que llaman «bipartidismo decadente» y apuestan por cambiarlo por otro escenario, mucho más multicolor.

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