Lo que Rajoy y Sánchez dijeron con sus gestos en el Debate del estado de la Nación
El análisis de sus intervenciones refleja cómo al presidente se le escaparon microexpresiones de desprecio o el líder del PSOE fue perdiendo seguridad
Su evolución fue la opuesta durante el Debate sobre el estado de la Nación , en lo que se refiere a la comunicación no verbal: mientras el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, fue de menos a más, el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, fue de más a menos.
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Esta es una de las observaciones que José Luis Martín Ovejero, abogado y experto en comunicación no verbal, hace sobre las intervenciones de los dos políticos en la señalada cita. No obstante, apunta, también tuvieron algo en común. «Cuando nuestros políticos dejen los guiones para otros escenarios y expresen en la tribuna los argumentos y discursos que reflejen lo que realmente sienten, conseguirán conquistar las mentes y corazones de quienes les escuchemos».
Discurso de apertura
Una hora y media duró el discurso de apertura de Rajoy. «Comenzó esclavo del guión, con poca expresividad gestual y casi inexistencia de expresividad facial», explica Martín Ovejero. Es el inconveniente de leer la intervención: se pierde en emotividad, se hace al oído más plano y no se consigue persuadir a quienes escuchan. «La gestualidad se hace casi inexistente y las palabras resuenan en el Congreso como si de una voz grabada se tratase», cuenta.
No es la primera vez que esto le ocurre al presidente del Gobierno. En la misma cita del año anterior, su discurso transcurría con mirada fría y casi sin dirigirse al público : se centraba en la lectura y en su mensaje, algo propio de personas más intelectuales que emotivas. El resultado fue un discurso contundente en la parte informativa, pero poco cercano, la principal crítica que se le achacó entonces.
«Su discurso se fue haciendo más vivo y su gesticulación fue ganando movimientos»
No obstante, en esta ocasión y pasada la primera fase de la intervención de Rajoy —hacia el cuarto de hora después—, «su discurso se fue haciendo más vivo, su gesticulación de manos fue ganando en movimientos y, con ello, la credibilidad fue ganando enteros», explica el experto. En esta parte destaca, según Martín Ovejero, el uso habitual de la primera persona del plural —que transmitía poca implicación personal— aunque fue quebrantada en algunos momentos por el uso de la primera del singular. De hecho, en este sentido llama la atención la referencia a los esfuerzos exigidos a los españoles [«Yo lo viví» o «quiero hacer una mención especial a las clases medias que se han esforzado para salir de la crisis»]; el reto independentista de Artur Mas [«la consulta catalana dije que no se podía celebrar, lo dije yo y el Tribunal Constitucional» o «nunca aceptaré que se ponga en tela de juicio la unidad de España, la Constitución, los derechos fundamentales…»]; así como la salida de la crisis [«propuestas que hoy voy a presentar»; «contemplo a España como un país que hace 3 años estaba en plena crisis y ha sabido salir de la misma»].
En la recta final de su intervención, a Rajoy se le advierte «totalmente involucrado con su mensaje», explica Martín Ovejero, a raíz de su paralenguaje —con mucha mejor entonación—; mayores gestos ilustradores con sus manos —propios de quien «vive» con todo su cuerpo lo que expresa—; con movimientos de asentimiento con su cabeza —por ejemplo, al decir que «las buenas políticas» han conseguido llevado auna mejora económica— o con sutiles sonrisas al concluir párrafos de su discurso —en señal de seguridad y satisfacción con su propia intervención—.
Curiosa es, por otra parte, la expresión de desprecio que se le escapa a Rajoy en la parte de discurso en la que aludió, sin nombrarlo, al partido de Pablo Iglesias. Ocurrió mediante microexpresiones [expresiones faciales automáticas que duran menos de un segundo que son prácticamente imposible hacer conscientemente], dice Martín Ovejero, al referirse a la adopción de medidas populistas, cuando afirmó: «Si lo hiciera yo sería un acto de inconsciencia temeraria, pero si lo hacen los demás… ¿qué es?».
Intervención de Pedro Sánchez
Continúa su análisis Martín Ovejero con Pedro Sánchez: «Comenzó más rotundo y tajante en su mensaje, con una expresividad y gestualidad acordes que daban mayor fuerza a sus palabras, pero poco a poco se fue diluyendo por la esclavitud del folio». Los aciertos de Sánchez tuvieron que ver con su buen uso de la primera persona del singular, que le comprometían en sus acusaciones directas a Rajoy o su Gobierno y que además acompañaba con una mirada directa al presidente o llamando la atención de los ministros en concreto.
También tuvo una buena utilización de afirmaciones contundentes en párrafos cortos por cada asunto que fue tratando, «lo que consigue que impacten mucho mejor en quienes le escuchan y gran estrategia de persuasión».
«Incluso se le descubre en una ocasión frotándose las manos en lo que en este contexto podría entenderse como un gesto de satisfacción», dice Martín Ovejero.
Sin embargo, pecó por exceso del uso de la expresión «señor Rajoy», hasta en 104 ocasiones según contabilizó Ovejero: «Pasó de ser un discurso de acusación directa contra el presidente a parecer que necesitaba de esta “muletilla del lenguaje” para expresar sus ideas».
«Resulta llamativo ese uso tan frecuente de la primera persona del singular, que cambia a la del plural al afirmar: “Cuando lleguemos al Gobierno (…)” ¿Podría entenderse que no se ve tan convencido de ello, de que sea él quien llegue al Gobierno?», se pregunta el experto.
Contrarréplicas
En el turno de réplica de Rajoy, este se mostró desde el inicio más comprometido y tajante, «lo que se advierte por su gestualidad de manos acompañando sus palabras en un acto de convencimiento en sus palabras, con cambios de tono y velocidad lo que hace esta parte de su intervención más atrayente para el auditorio», explica el abogado.
Por su parte, en esta segunda intervención Sánchez «pierde intensidad de un modo muy llamativo dado que se le ve siguiendo el guión escrito previamente, sus gestos ilustradores, (aquellos que suman en credibilidad) descienden, dejando paso a los manipuladores (tocando constantemente objetos como los laterales de los folios), lo que transmite nerviosismo e inseguridad, con un discurso más plano y menos comprometido, más preparado pero menos espontáneo. Eso sí, donde se le advierte muy firme y comprometido es al afirmar: “Yo soy un político limpio”, que es directo, claro y de nuevo en primera persona», concluye Martín Ovejero.