El Gobierno se moviliza para atraer el 22 por ciento de voto indeciso

El PP apunta como principal adversario electoral a la abstención, y suaviza sus críticas contra Sánchez ante la subida de Podemos

El Gobierno se moviliza para atraer el 22 por ciento de voto indeciso mikel ponce

MARIANO CALLEJA

En el último barómetro del CIS hay un dato que no cuadra en el Gobierno y en el PP: la izquierda en su conjunto suma más del 55 por ciento en estimación de voto, mientras que el centro derecha quedaría reducido al PP, con un 27,3 por ciento. Una diferencia que, según las fuentes consultadas, es irreal. «Es imposible que en tres años se haya producido un vuelco sociológico parecido en la sociedad española», sostienen, y recuerdan que nunca, ni siquiera en 1982 con la mayoría absoluta aplastante del PSOE, ocurrió algo parecido. La solución al «enigma» hay que buscarla en el alto porcentaje de indecisos que se detecta en las encuestas, y que solo entre el «no sabe/no contesta» del CIS llega al 22 por ciento. Mariano Rajoy y el PP se han puesto como objetivo recuperar al menos la mitad de esa bolsa de voto oculto o desactivado, con una estrategia que ya está puesta en marcha.

En el entorno de Rajoy en el Palacio de la Moncloa se destaca, por un lado, que el PP mantiene una posición «sólida» como primer partido de España, pero también que está en disposición de recuperar el terreno perdido en el año que, prácticamente, queda por delante hasta las elecciones generales. Unos meses que corren a su favor con previsiones económicas cada vez mejores. Subrayan que esos votos recuperables «no se han ido a otro partido», como sí le ha ocurrido al PSOE, por lo que confían en poder obtener de nuevo su confianza.

Aunque en el PP se resisten a poner un porcentaje de votos mínimo para pensar en una mayoría suficiente para gobernar, fuentes parlamentarias creen que necesitaría siete u ocho puntos más hasta llegar al 34 o 35 por ciento. En 1977 y 1979, UCD gobernó con menos del 35 por ciento de los votos, y con 165 y 168 diputados, respectivamente. Es el único precedente, porque después el porcentaje menor lo obtuvo el PSOE en 1993: un 38,78 por ciento, y 159 diputados. En 1996, el PP también pudo formar Gobierno con un 38,79 por ciento y 156 diputados. En todo caso, la mayoría de los escaños se los repartían entre dos partidos.

Tripartidismo

Ahora, el CIS refleja un escenario diferente, con tres partidos, todos entre el 20 y el 30 por ciento de los votos. En el Gobierno de Mariano Rajoy tienen claro que su principal adversario electoral no son las otras dos formaciones, ni Podemos ni el PSOE. «Se llama abstención», subrayan fuentes del equipo de campaña.

El portavoz electoral del PP, Pablo Casado, ve «desproporcionada» la diferencia que se observa en las encuestas entre el bloque de la izquierda y del centro derecha. A partir de ahí, los populares sacan la calculadora y empiezan a sumar: un 22 por ciento de «no saben, no contestan», más un 5,6 por ciento de votos directos en blanco, un 0,2 por ciento de nulos y un 13,6 por ciento que se declara abstencionista, según el CIS. En total, más de un 40 por ciento que, de entrada, se desmarca de cualquier opción política. Comprobada la desproporción que existe en la estimación de voto, todo indica que buena parte de los indecisos y del voto oculto proceden del PP, y de momento mantienen inactiva su intención de votar.

El PP cree posible recuperar hasta una cuarta parte de esos votos, o lo que es lo mismo, un 10 por ciento del total de encuestados. Para ello Rajoy pidió una movilización en todos los frentes, que tuvo su arranque en la Convención Nacional del PP, a finales de enero. «Se trata de comunicar muchísimo lo que se ha hecho, explicar una gestión que está siendo eficaz», sostiene Casado.

La fórmula que está llevando a la práctica Moncloa es esta: exponer datos objetivos sobre la recuperación, repetirlos hasta la saciedad, sin aderezos porque «no hace falta», mostrar cercanía y mucha humildad, para reconocer que «hay problemas graves y queda mucho por hacer». Con esos ingredientes creen que se puede hilvanar una estrategia informativa, que cargue de razones a millones de españoles que están esperando motivos fundados para volver a votar al partido del Gobierno. El segmento de la población que va entre los 18 y los 40 años merecerá una atención especial por parte de los populares.

La movilización llegará «a todas las plazas», como ha ordenado Rajoy: la calle, los medios de comunicación, los debates en televisión y, con una atención especial, las redes sociales en internet. El mensaje que se quiere «vender» tiene cuatro ejes: la recuperación económica está en marcha, el Estado del Bienestar se ha garantizado, la unidad de España ni se ha roto ni se va a romper y la regeneración democrática es necesaria, con un impulso a las medidas anticorrupción que están en tramitación en el Congreso, o a punto de empezar el debate parlamentario.

Es cierto que en el PP se confía también en el efecto «voto con cabeza», es decir que cuando llegue el momento de la verdad, se active el voto útil y el de la moderación, y muchos de esos electores que se declaran ahora indecisos acaben respaldando la gestión del Gobierno.

Fuentes de La Moncloa explican que su preocupación, en todo caso, se centra en la participación de su electorado potencial, pero no en Podemos o en el PSOE. Del partido de Pablo Iglesias, los populares consideran que «se le está cayendo la careta», y ha podido frenar su crecimiento en el último barómetro del CIS. Del PSOE creen que si intenta parecerse a Podemos, se hundirá aún más, como ha ocurrido con el Pasok griego, porque la gente siempre prefiere el original al sucedáneo. El PP sí ha relajado sus críticas contra Sánchez, en la misma línea que el Gobierno, que ha valorado de manera especial su firma en el pacto de Estado contra el yihadismo.

Tampoco preocupa la opción de Ciudadanos, que en un primer momento quizás podía aparecer como caladero de un voto descontento del PP, pese a declararse más de centro-izquierda. Las fuentes consultadas sostienen que al partido de Albert Rivera le falta un proyecto nacional, más allá de la defensa de la unidad de España, que por supuesto comparte con el PP.

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