Aguirre y González piensan ya en la campaña a la espera de Rajoy
Ayer, ni una palabra oficial aunque muchas sonrisas entre Aguirre y Rajoy en la Convención
Dientes, dientes. Con esa expresión taimada que usaba Isabel Pantoja para vender felicidad ante los periodistas que le afeaban sus chanchullos con Julián Muñoz resumía un dirigente del partido lo que se vivió ayer en la fila VIP del Palacio Municipal de Congresos . Con Aznar en la tribuna por un lado, espoleando a la dirección a que responda a preguntas retóricas pero con sustancia como «¿dónde está el PP? o «¿aspira a ganar las elecciones?» y, por el otro, con el ramillete de aspirantes al «tícket madrileño» preguntando sin hacerlo «qué hay de lo mío», Rajoy y Cospedal optaron por el dientes, dientes, como estrategia de supervivencia.
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Es verdad que la sonrisa de la cúpula popular quedó un poco congelada con los dardos del expresidente sobre la vuelta a las esencias populares como reclamo electoral . Pero en los pasillos se resumía el aldabonazo con un dicho muy popular: Rajoy perdona el golpe por el coscorrón. Bienvenido sea el coscorrón del líder natural del PP más tradicional a cambio de evitar, con su vuelta a casa, el golpe electoral que el desafecto de las bases amanaza con propinarle a la cúpula popular el 24 de mayo.
Charla discreta de Rajoy
Sin embargo, nada consiguió evitar el «buen rollo» que desplegó el presidente y su número dos, María Dolores de Cospedal, con los postulantes a revalidar la Comunidad y la Alcaldía de Madrid. Con ellos rieron y compartieron chascarrillos. Pero eso sí, Rajoy no les dijo ni una palabra sobre la decisión que, según comentaba a ABC un miembro de su entorno en la Convención, «ya ha tomado, a falta de alguna charla discreta en las próximas horas con compañeros que saben mucho de Madrid y a los que quiere consultar antes de hacerlo público». Por si acaso, y dado que tanto Ignacio González como Esperanza Aguirre ya han dado un paso al frente público, ambos están ya pensando en cómo articular sus respectivas campañas si finalmente Moncloa opta por ellos .
La presidenta del PP madrileño, sabedora de que puede canalizar al votante más tradicional, pidió ayer en público que el PP se reafirme en sus principios. Ahí, dicen los que la conocen, deposita «sus expectativas, aunque es consciente de que algunos de los ministros del Gobierno de Rajoy no son muy favorables a que sea la elegida. Pero también juega con que su tirón electoral puede ser determinante». Por ello, cuentan las mismas fuentes, tanto ella como su sucesor en la Comunidad «están ya preocupados en cómo preparar una candidadura que recupere a las bases y consiga que el PP no pierda una plaza como Madrid». Sin embargo, otros compañeros consideraban «prematuro pensar que la suerte esté echada, sobre todo con el goteo de noticias sobre los escándalos de la Púnica y la Gürtel que siguen cayendo sobre el PP de Madrid».
Eso sí, ayer el mensaje que se quería transmitir era el de unidad. Por eso, hasta Ana Botella y Esperanza Aguirre, antaño amigas y hoy solo residentes en Madrid, compartieron la condición de anfitrionas del cónclave. La alcaldesa, que repartió besos en la primera fila (incluido a su marido hasta en dos ocasiones) también apeló al verso de Cavafis: la ciudad te seguirá siempre. Era su despedida del partido -aunque le quedan cuatro meses de adioses- y se notaba. Por eso no quiso olvidarse de nadie y usó la dualidad del género: compañeras y compañeros, amigos y amigas, al dirigirse al auditorio que reventó a aplausos cuando subió su marido a la tribuna.
Tampoco le faltaron aplausos a Aguirre que supo leer la cartilla ideológica al Gobierno pero también -a diferencia de Aznar- elogiar al presidente y a su buena gestión que ha convertido a nuestro país «en el que más crece de la zona euro». Los menos caritativos del partido se maliciaban de que la expresidenta «buscaba hacer amigos entre los que tienen que tomar la decisión».
A pocos metros de los dirigentes madrileños, Cristina Cifuentes y Lucía Figar, dos de los nombres que han sonado también como futuribles, guardaban silencio. Decían en la asamblea popular que lo que más molesta al presidente es la presión pública. En el bien entendido, añadían, «que la suerte está echada en Madrid y se sabrá pronto».