Elecciones - Catalanas
La contracrónica: La cuadratura del Cercle
«¿Y si en el futuro tuviesen que volver a aportar dinero a Extremadura a través de Bruselas?»

Se da por hecho con demasiada facilidad que el anuncio de la banca ayuda a la causa. Pero que la banca (¡la banca!) amenace con abandonar Cataluña reconforta poco, además de que en absoluto es un buen negocio. Cada vez que una institución española habla de irse los nacionalistas ven cumplido un objetivo. ¿Quién será el próximo? ¿El ejército?
Mas ha conseguido meter a España en su delirio. Todo el mundo parece obligado a manifestarse ante la independencia, lo que no está nada mal tratándose de unas autonómicas. Hasta las canastas de Gasol se han interpretado plebiscitariamente.
Amaiur «tejerizó» el golpe, Romeva ha dicho que «la democracia ha petado» y Buenafuente, cómico del régimen, proclama el derecho a hacer lo que «nos rote» (un lenguaje holgadito). Pero a un golpe de Estado debería responder el Estado, no los artistas (450 se declararon independentistas), ni los exministros, ni los empresarios.
Y algunas manifestaciones tampoco tranquilizan. El Cercle (Círculo) ha dicho que no, pero un poco sí. Naturalmente, al posar formaron un cuadrado.
También se tienen por un triunfo los argumentos de Bruselas, pero los nacionalistas se sobreponen pronto a cualquier realidad (son nacionalistas, si la razón importara algo no estaríamos así): ¿Nos echan de Europa? Bueno, en ese «echarnos» ya hay un reconocimiento, dicen. Además, siempre hay un jurista lo suficientemente creativo. En la radio pública intervino un experto en Derecho Internacional hablando de doble nacionalidad: los catalanes mantendrían su pasaporte español, y debería ser España la que modificara su Constitución y el Tratado de la Unión para retirárselo «legalmente». Esto es perfectamente lógico: Cataluña se independiza y los catalanes mantienen sus derechos como españoles.
En la prensa se pudo leer otro argumento aún mejor. Alguien sacaba un dato: Cataluña da menos a la Unión Europea de lo que recibe, así que... ¿se pierde algo? Por lo visto, Cataluña está en relaciones acreedoras con todo el hemisferio norte y debería buscarse una «estructura» que no le costase dinero. ¿O van a ser miembros de una UE «que les robe»? ¿Y si en el futuro tuviesen que volver a aportar dinero a Extremadura a través de Bruselas?
¿Pero dónde ir que, siendo superiores (o singulares), no les pidan un duro en la derrama? Toma cuerpo aquí la profecía de Francesc Pujols, la de que los catalanes, por serlo, tendrían pagados todos sus gastos.
En este ambiente, con un ministro de Asuntos Exteriores preparando un debate con Junqueras y media España «referendizada» por Mas, cada vez resultan más raros y misteriosos los indecisos y los de la abstención. Se habla mucho de ellos. La participación sería mayor, subiría hasta un 70%. ¿Pero y el 30%? ¿Qué clase de gente fascinante es esa? Cuando hablan de aumentar la participación alguien carraspea: el 90% vota en las dictaduras. Ese 30% es el Amazonas electoral, son los arbolillos demoscópicos, el ozono de una sociedad. La salud mental.
Algunos dirán que son gente irresponsable, pero más bien parecen los últimos razonables. Aquellos a los que Mas nunca conseguirá implicar en el «procés».