Imagen de Julio Balader en la Audiencia Provincial
Imagen de Julio Balader en la Audiencia Provincial - F. JIMÉNEZ
EL PUERTO

El esposo y una hermana de la víctima señalan a Julio Balader

El marido de Bernardina Montoya cambia por tercera vez su versión para asegurar que no tiene dudas de la autoría del supuesto sicario

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Cara y cruz para Julio Balader, el acusado de matar por encargo a una mujer en El Puerto que había huido con su familia de Mérida tras un enfrentamiento armado con un clan rival.

Balader, un veterano del banquillo que ha sido acusado en dos ocasiones de ejercer de sicario para la mafia, pero de todas ha salido absuelto, sonreía y se enfadaba por momentos durante la segunda sesión del juicio que se está celebrando en la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial.

No escondía su satisfacción en los instantes que quedaban en evidencia los puntos débiles de las acusaciones; pero se enrabietaba cuando el viento dejaba de soplar a su favor. Porque el jurado popular se enfrenta a un acusado muy sospechoso, pero a una única prueba sólida en un caso salpicado por las medias verdades y las mentiras a secas que siempre aparecen en los crímenes firmados por sicarios y con el trasfondo de un odio visceral entre dos familias gitanas.

El silencio y el miedo son leyes no escritas.

En este contexto, la segunda sesión arrancaba este martes con la declaración del jefe del grupo de UDEV de la Comisaría de El Puerto que dirigió la investigación en 2011. El agente expuso de manera clara cuáles fueron los pasos que le llevaron hasta un viejo conocido de la Policía, que vivía en Barcelona y al que no conocía nadie en las comisarías locales de Cádiz. «No sabíamos quién era Julio Balader».

Reconstruyendo el caso

Los agentes de El Puerto solicitaron la ayuda de sus compañeros de la Ciudad Condal. Dieron ese paso «cuando algunos familiares de la víctima nos relataron que habían tenido que huir de Mérida por un enfrentamiento» y que el clan rival había amenazado con recurrir a su familia catalana para ajustar cuentas. Así, a los investigadores le facilitaron las filiaciones de dos personas con antecedentes policiales, oriundas de Extremadura, y que habían sido detenidas por delitos similares. «Por los antecedentes que le constaban por tráfico de armas y delitos de sangre encajaban en el perfil».

Una testigo, que este martes ha quedado definitivamente desprotegida a petición de ella misma al solicitar que le retiren la protección, reconoció a Balader cuando le mostraron una fotografía junto a otras fichas policiales. «No dudó ni un segundo, lo señaló directamente».

Tampoco vaciló, según describió el instructor, cuando lo vio detrás de un cristal en una rueda de reconocimiento.

La declaración de la mujer es la prueba más sólida que tienen las acusaciones y cuyo testimonio era muy esperado este martes. Se iba a producir por videoconferencia, pero problemas técnicos y la decisión de la declarante de dar a conocer su identidad, provocaron que se pospusiera ese momento hasta este miércoles.

La defensa atacó las dos posibles fallas que pueden abrirse en la credibilidad de esta mujer que va a prestar testimonio y por ellas le preguntó al jefe policial, quien supo salir bien del interrogatorio.

¿Por qué identificó a Balader en Madrid y no en El Puerto? Y ¿por qué lo hizo meses después de producirse los hechos? «Nos pidió no hacerlo en Cádiz por miedo y no se pudo hacer antes porque ése es el tiempo que tardamos en conseguir las filiaciones de los sospechosos y en mostrárselas al testigo».

El miedo fue mencionado en reiteradas ocasiones en esta segunda sesión del juicio. A él se refirieron los agentes que acudieron nada más producirse el aviso de tiroteo en la calle Alfarería de El Puerto y fueron testigo de cómo atenazaba a los familiares de la fallecida, Bernardina Montoya. «Nos pidieron protección, que no los dejáramos solos. Ni siquiera quisieron entrar en la vivienda familiar. Fui yo el que tuve que cerrar la puerta y apagar la televisión. Al parecer nunca volvieron allí», describía uno de los agentes.

«Son gente con muchon dinero, que nunca dan la cara»

Otra de las bazas que explotó la defensa son las primeras descripciones que dieron los testigos de la persona que vieron huir al asesino que acababa de abatir por la espalda a Bernardina Montoya. Algunos hablaban de unos 40 años (el acusado tenía 60 años) o que «tenía la tez morena», afirmaron varios policías. Unos rasgos que no coinciden con el físico del acusado.

Cuando el instructor fue preguntado por esas diferencias, le replicó al abogado de la defensa: «Un profesional se puede poner peluquín, teñirse el pelo y hasta ponerse cicatrices. Es fácil que la gente se equivoque en esas descripciones si han visto al sospechoso solo unos segundos».

Hermana y marido lo señalan

También prestaron declaración una hermana y el marido de la víctima. La primera explicó que el enfrentamiento entre los clanes venía de la decisión de una de las Montoya de separarse de un hijo de la matriarca de los Vargas, conocida como la Argentina . «Ellos son una gente con mucho dinero, con mucho poder, que nunca dan la cara. Ellos mandan siempre a gente».

María señaló al acusado como la persona que había visto merodeando días antes por el domicilio. «Mi cuñado me dijo que estaba cogiendo caracoles y que era la misma persona que había disparado a mi hermana». La defensa, ante el testimonio incriminatorio, le preguntó por qué no había aportado esa información hasta meses después, tras producirse la detención de Balader. «Cuando ocurrió todo yo estaba muy nerviosa».

Nicanor no aportó ningún dato sobre el tiroteo de Mérid

El esposo de la fallecida parecía que estaba actuando durante su interrogatorio, con una declamación muy afectada que provocó más de una mueca contenida entre los presentes. Este hombre que se describió como un padre destrozado, no quiso hablar de lo ocurrido en Mérida porque según él no había visto nada acerca de los motivos que le llevaron a huir de Mérida. La ley del silencio, de nuevo. Y una causa judicial por resolver con varios Montoya implicados.

Nicanor ofreció la tercera versión que ha dado a lo largo de este procedimiento judicial tan complejo para conseguir pruebas: en un primer momento, cuando declaró en Comisaría a las pocas horas de ocurrir los hechos, afirmó que podía identificar al autor. Meses después en el juzgado, aseguró que era incapaz de hacerlo porque no lo había visto y este jueves, que no tenía dudas porque lo había tenido frente por frente y le había hasta hablado. Cuando la fiscal le preguntó por estas contradicciones, lo justificó en su estado mental: «Yo estaba entonces muy mal, con pastillas porque yo no sé qué decirles a mis hijas cuando me preguntan por su madre».