Los datos económicos son buenos pero, sin gobierno, no durarán
El economista Carmelo Tajadura se queja de que «es impresentable que, mientras crecemos al 3%, tengamos un déficit del 5%»
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Después de los muchos meses que llevamos con un Gobierno en funciones cabría esperar, quizás, signos de deterioro en los principales indicadores de la economía española. Sin embargo, hay datos bastante favorables.
Por ejemplo, el PIB está comportándose mejor de lo esperado y las previsiones indican que en el segundo trimestre podría haber crecido otro 0,8%, igual que en el primero cuando tampoco había Gobierno. Todo apunta a que en 2016 creceremos en torno al 3%, casi lo mismo que en el ejercicio precedente y el doble que la zona euro. En línea con el PIB, es muy destacable la evolución del empleo, cuyo registro de junio consolida un incremento trimestral del 0,9% en la afiliación. El déficit comercial se sigue corrigiendo y las cifras de balanza de pagos muestran una capacidad de financiación de la economía española del 2,1% del PIB. Y resulta sorprendente comprobar que nuestra deuda pública se coloca, hasta el plazo de tres años, con tipos de interés negativos, mientras la prima de riesgo (a 10 años) desciende hasta casi los 100 puntos y es menor que la de Italia. Así, financiar el irreductible déficit y refinanciar la pesada deuda pública, al menos nos cuesta bien poco: en junio, el coste medio de emisión ha sido sólo un casi increíble 0,58%.
A la vista de estos datos, quizás cabría relativizar (especialmente en el corto plazo) los méritos que los gobiernos suelen atribuirse sobre la evolución económica. Máxime cuando recordamos que, si en 2015 tampoco hubiéramos tenido Gobierno, habríamos sido perfectamente capaces de cumplir el objetivo de déficit –al no haberse tomado las medidas electoralistas que lo magnificaron– y no nos habríamos encontrado ahora todo este lío de la multa que nos quieren poner desde Bruselas.
Lo que está pendiente
En cualquier caso, si los mercados no nos han penalizado es porque todavía esperan una investidura en breve, así como por el alejamiento de la amenaza inminente del populismo. Pero el castigo sólo sería cuestión de tiempo si constatasen otra situación. Porque una cosa es que, a corto, incluso pueda venir bien que los gobiernos no entorpezcan; y otra que no se puede dejar pasar el tiempo sin hacer las reformas necesarias ni tomar decisiones de fondo, máxime en una economía convaleciente de la mayor crisis desde la Guerra Civil.
«La ausencia de Gobierno impide todo tipo de actuaciones en materia de política económica, tant en aspectos macro como micro»
La ausencia de Gobierno impide todo tipo de actuaciones en materia de política económica, tanto en aspectos macro como micro. Y, en este momento, lo más lamentable es que imposibilita adoptar medidas sobre el déficit público. Viajamos con el piloto automático, aprovechando la inercia del crecimiento del PIB, y ello favorece a la parte cíclica del déficit. Pero el ajuste pendiente es intenso (desde el 5% de 2015 hasta menos del 3%, no creo que antes de 2018) y además vamos bastante mal en 2016. Aunque Guindos ha intentado confundir deliberadamente el déficit cíclico con el estructural, lo que nos piden desde Bruselas es reducir este último, que es de los más altos en Europa. Pero ello no se consigue con medidas cosméticas en las que este Gobierno demuestra gran pericia: llevarse gastos al futuro (cierre de gastos ministeriales a partir de julio) y traer ingresos al presente (pagos a cuenta del impuesto de sociedades). Por lo que creo que van a ser necesarias actuaciones serias tanto en el gasto como en la recaudación. Y, entre estas últimas, no me extrañaría una pronta elevación de impuestos, por ejemplo, sobre hidrocarburos.
Además, estamos asumiendo riesgos inaceptables. Es impresentable que, mientras crecemos al 3%, tengamos un déficit del 5%. Porque estamos expuestos a que cualquier evento pueda dañar el panorama económico y se nos dispare otra vez el componente cíclico del déficit. O a que, cuando suban los tipos de interés mundiales o bien lo haga nuestra prima de riesgo, se torne imposible financiar la continua acumulación de deuda, que ya ha llegado al 100% del PIB.
En definitiva, más vale que haya Gobierno cuanto antes, que empiece a tomar decisiones adecuadas de política económica, que sea «friendly» hacia los mercados, y que tenga suficiente fortaleza como para adoptar unos presupuestos restrictivos que ataquen el déficit estructural. Es casi seguro que en 2017 el crecimiento del PIB retroceda significativamente, sobre todo por factores externos, pero, al menos, no contribuyamos a ello adicionalmente con una parálisis propia.
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