China niega que su ralentización provoque una nueva crisis mundial
Los expertos alertan del riesgo de recesión por los problemas del gigante asiático, pero Pekín intenta despejar las dudas con inversiones multimillonarias para impulsar el crecimiento
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Gracias a su «milagro económico», China se había erigido en la locomotora del crecimiento global. Pero su ralentización y el estallido de su burbuja bursátil han sacudido este verano a los mercados mundiales, revelando serias dudas sobre su economía . Con su crecimiento reducido a su ritmo más lento desde 1990, China se enfrenta a una severa desaceleración, pero los economistas no saben si su aterrizaje será duro o blando, ni qué impacto tendrá en un planeta cada vez más interconectado.
Para este año, el autoritario régimen de Pekín se ha marcado como objetivo que el Producto Interior Bruto (PIB) crezca un 7% , nivel necesario para crear 10 millones de puestos de trabajo y atajar el riesgo de inestabilidad social. Pero los analistas de los bancos Citigroup o Natixis dudan de las cifras oficiales y sospechan que su crecimiento real es del 4% o incluso menor.
Tras abrirse al capitalismo hace casi cuatro décadas, que han convertido a la otrora China comunista en la segunda potencia mundial en términos brutos después de EE.UU., las autoridades intentan cambiar un patrón de crecimiento agotado . Dentro de sus reformas liberalizadoras, el plan consiste en depender menos de las exportaciones de la «fábrica global», la inversión extranjera y el gasto público en infraestructuras, para basarse en el mercado interno. Sin embargo, el consumo no está subiendo porque los chinos ahorran buena parte de sus salarios para costearse la sanidad y la educación de sus hijos, que en teoría son gratuitas pero cuya calidad depende de lo que uno pague.
En medio de la ralentización que afecta a otras potencias emergentes, como Rusia, Brasil o Sudáfrica, China se enfrenta a una serie de graves problemas: sobrecalentamiento del sector inmobiliario , a punto de estallar porque sus precios han tocado techo por la especulación; frenazo industrial por el alza de costes laborales, que minan la competitividad de sus fábricas en beneficio de Vietnam o Bangladesh; elevada deuda de las administraciones locales ; demanda débil , impacto de la campaña anticorrupción y desplome de las exportaciones e importaciones , que en agosto cayeron un 5,5 y un 13% con respecto al año pasado, mientras que en julio bajaron un 8,3 y un 8,1%, respectivamente.
Para fomentar las exportaciones, el régimen chino devaluó en agosto su moneda nacional, el yuan o «renminbi», un 4,6% con respecto al dólar, pero dicha medida agravó la inestabilidad económica y volvió a dañar a la Bolsa, que ha bajado un 40% desde mediados de junio y provocado unas pérdidas de 4,5 billones de euros . Con el fin de impedir una mayor depreciación del yuan y calmar a los mercados globales, las autoridades se gastaron en agosto 93.900 millones de dólares (82.828 millones de euros) de sus reservas de divisas. Aunque estas siguen siendo las mayores del mundo con 3,5 billones de dólares (3,08 billones de euros), han mermado en 500.000 millones de dólares (442.000 millones de euros) desde junio del año pasado.
Desligando dicha disminución de las recientes tormentas financieras, la agencia estatal de noticias Xinhua la atribuyó a «operaciones normales del mercado y a la caída de importantes activos financieros globales». En la misma línea, una tribuna del periódico «Global Times», portavoz del Partido Comunista, se pregunta «por qué en Occidente se cree que la economía china está a punto de hundirse cuando surgen ciertos reveses» y asegura que estas dificultades son «normales» y no suponen más que «cuentos exagerados».
Sosteniendo todo lo contrario, un informe del banco estadounidense Citigroup calcula que «hay un 55% de posibilidades de que estalle una recesión global en los dos próximos años» , informa Bloomberg. A juicio de dicho estudio, el riesgo de contagio es alto porque China sumó en 2013 el 14,3% de todos los flujos comerciales del mundo. Aunque el informe matiza que «solo hay un 15% de probabilidades de que la nueva crisis sea severa», va en contra de otras previsiones más optimistas de Goldman Sachs, JP Morgan o Societé Générale, que minimizan el «efecto China» en las finanzas internacionales.
Aprovechando su presencia en el Foro Davos de Verano, que se celebró esta semana en la ciudad china de Dalian, el primer ministro Li Keqiang intentó despejar las dudas sobre su economía e insistió en que se encuentra en su «rango adecuad». A pesar de las «fluctuaciones» que provocan sus reformas estructurales, prometió un crecimiento «a un nivel medio-alto» y señaló que su país «no es fuente de problemas».
Con el fin de fomentar las inversiones, el Gobierno chino ha bajado los tipos de interés por quinta vez desde noviembre y aumentará su gasto público este año hasta el 10%, por encima del 7% inicialmente previsto. Además, el régimen inyectará en los próximos tres años entre 5 y 7 billones de yuanes (entre 692.000 y 969.000 millones de euros) para fomentar las inversiones y que su PIB suba cada ejercicio entre un 2,5 y un 3,5%. Pero Craig Botham, economista de Schroders, no espera que China resurja tras dichos estímulos porque su economía está «asediada por la deflación, el exceso de capacidad y los altos niveles de deuda». ¿Aterrizaje duro o blando? Ni siquiera los chinos lo saben .
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