La crisis obliga a 16 bancos a «desertar» del mercado portugués
Los últimos en abandonar el país luso han sido Caja Duero, BBVA y Barclays
Banco Caja España de Inversiones, Salamanca y Soria (CEISS), que engloba Caja España y Caja Duero, se ha convertido en la entidad europea número 16 (incluidas las locales) que clausura sus actividades en Portugal desde 2011, es decir, desde que la troika vigila al Gobierno de Passos Coelho tras su petición de rescate en abril de ese año. El 5 de agosto la entidad cierra sus puertas al otro lado de la frontera.
El país parece haber hecho sus deberes y el fantasma de un segundo rescate se alejó definitivamente. El proceso de salvación financiera auspiciado por el FMI, el BCE y la UE finalizó su programa oficial (78.000 millones de euros a lo largo de 36 meses) hace exactamente un año y dos meses, pero aún continúan devolviéndose intereses y la presidenta del Fondo, Christine Lagarde, no cesa de mirar de reojo a Lisboa, aunque tiene muy claro que un posible contagio griego resulta casi impensable.
Pero la tan temida austeridad ahoga a los ciudadanos de a pie y trae consecuencias macroeconómicas . Los niveles de ahorro están por los suelos y los perceptores del salario mínimo interprofesional (505 euros brutos al mes) se ha triplicado en dos años. El escenario sigue siendo de precaución y a los bancos se les va acabando la paciencia, en vista de que la anhelada rentabilidad inmediata brilla por su ausencia.
La postura oficial de Caja Duero no deja lugar a dudas sobre el descenso de beneficios, según un portavoz: "Banco CEISS ha informado a sus clientes de su intención de cancelar los contratos y determinados servicios que les presta en la actualidad, en particular el acceso a los servicios de compensación y medios de pago, dentro de un proceso de abandono de la entidad de la actividad en Portugal". A continuación, reconoce que tiene actualmente "una única oficina en el país, en Lisboa, pero llegó a tener 18 en 2010".
Esta circunstancia calca los mismos cánones que rigieron la huida del BBVA , que echó la persiana de 43 oficinas y dejó en la calle a 177 trabajadores después de 23 años de implantación lusa. Esta reestructuración llevó a que sólo permanecieran abiertas 38 subsedes, con 573 empleados. Pero se trataba únicamente de la fase inicial para desmantelar la presencia en su conjunto. La estrategia se basó en los resultados negativos de los tres últimos ejercicios, que totalizaron 186 millones en pérdidas (111,3 sólo en 2013, la etapa más sangrante).
En similares términos se pronunció hace unos meses Claudio Corradini, jefe de operaciones de Barclays Bank en la Península Ibérica , aunque los británicos le quisieron dar prioridad a una posible venta de su división portuguesa. Cerraron 60 oficinas y se desprendieron de 400 trabajadores, en el seno de un diseño global que pasa por concentrarse en los clientes "premier" (ellos lo llaman "back to basics").
Según el presidente del Sindicato dos Bancários do Sul e Ilhas, Rui Riso, "estos abandonos son indignantes. Cuando las cosas van bien, obtienen beneficios y se quedan aquí. Cuando las cosas van mal, cierran las puertas y tiran las llaves al río".
El Banco de Portugal acredita que, de las 16 entidades que presentaron la documentación para salir del país, 12 eran sucursales de bancos de otras naciones de la Unión Europea o de países terceros. Las locales Caixa Central, Montepio y Caixas de Crédito Agrícola Mútuo se añaden a este "plan de bajas", así como el Banco Efisa (en plena presentación de compradores potenciales) y BPP, primero de los autóctonos a los que se le retiró la licencia. Entre las entidades consideradas como "portuguesas de facto" que han pasado a sucursales de la sede central, destaca especialmente Deutsche Bank Portugal.
Con estas perspectivas, el mapa bancario se ha convertido en un laberinto al otro lado de la frontera: subsisten las que oficialmente continúan en el país vecino, pero hay otras que mantienen unos niveles de actividad muy bajos o prácticamente inexistentes.
La banca china se posiciona
Pero no todo son deserciones, aunque sí mayoritariamente entre las firmas del Viejo Continente. La tendencia contraria se manifiesta con las oportunidades de negocio que ha visto, por ejemplo, el Bank of China, que ha abierto una oficina en Lisboa adscrita a su sede central europea en Luxemburgo.
Los cierres en Portugal se enmarcan dentro de una reducción de la actividad de esas entidades en los países del sur de Europa, los que más turbulencias financieras (sobre todo, en cuanto a los vaivenes de la deuda soberana) sufren, aunque no se alcance ni por asomo el grado de declive que se registra en Grecia. Tampoco hay que perder de vista la recapitalización de algunos de los mayores bancos lusos y el hecho de que los procesos de venta de Banif o Novo Banco (heredero de los activos del Espirito Santo tras su quiebra) aún se hallan en curso.