Presupuestos 2016, entre la espada del déficit y la tentación del guiño electoral
Los expertos creen que en las Cuentas que el Gobierno está ulitmando debe primar la austeridad para cumplir los compromisos presupuestarios con la UE y reducir la deuda
Los Presupuestos Generales del Estado para 2016 están en el horno, una expresión especialmente apropiada atendiendo a las tórridas temperaturas que sufre España estos días. Las calderas del equipo económico del Gobierno trabajan a pleno rendimiento para llevar las cuentas al Congreso de los Diputado s en la primera semana de agosto y conseguir aprobarlas definitivamente antes de que acabe la legislatura. El Gobierno popular está previsto que finalice a final de año, aunque la decisión de la convocatoria electoral, en última instancia, corresponde al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy , siempre extremadamente inescrutable a la hora de revelar plazos y tiempos.
Sin pistas, al menos concluyentes, sobre la fecha electoral, lo cierto es que la proximidad de los comicios sobrevuela unos Presupuestos cuyo primer paso fue la aprobación el pasado viernes del techo de gasto, que quedó fijado en 123.394 millones de euros, lo que supone una disminución del 4,4% en relación a los del ejercicio anterior. Aunque el Gobierno estima que este descenso se compensa con la caída del volumen en partidas como la del pago por desempleo.
Con este primer indicio sobre la mesa, la cuestión es ahora analizar cómo será el espíritu de estas nuevas cuentas públicas, si seguirán por la senda de la austeridad que empezó en 2012 o darán un giro más social con el que se devuelva a los ciudadanos parte del sacrificio sufrido en los últimos años, con incrementos de impuestos y recortes en los servicios públicos. Los gestos con los votantes podrían acabar por decantar la moneda en uno u otro sentido, aunque la mayoría de expertos consultados coinciden en la necesidad de continuar con la reducción del gasto público para cumplir con el objetivo de déficit público en 2016, previsto en el 2,8%.
Conflicto de intereses
Desde la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) su director de coyuntura, Ángel Laborda, cree que «el Gobierno está en una especie de conflicto de intereses ya que, por un lado, necesita hacer algún guiño a sus electores antes de las próximas elecciones y, por otro, tiene que defender los intereses del país, que pasan sin duda por cumplir con el Programa de Estabilidad aprobado por la Unión Europea».
Laborda cree que «la situación no está para ningún guiño electoral ya que no salen las cuentas, y lo único que ocurre es que el aumento de la recaudación permite solo que la política fiscal pueda no ser tan dura en 2016 como lo ha sido en años anteriores, lo que se podría traducir en alguna mejora para los funcionarios o alguna leve alza de la inversión pública, pero no más».
España tiene fijado un objetivo de déficit público para este año del 4,2% del Producto Interior Bruto (PIB) , que se suma al 6,2% de déficit que hubo en 2014, lo que supone que en el margen de dos años las cuentas públicas han tenido que reducir el déficit el equivalente a 2 puntos de PIB. Según los últimos datos disponibles hasta el mes de mayo la reducción del déficit había sido de tan solo 2 décimas, de modo que está complicado que se logre el objetivo de que el déficit baje hasta el 4,2% este año. Funcas y otros gabinetes de estudios económicos han calculado que el desfase de las cuentas públicas podría ser del 4,6% este año, estimación que coincide con los cálculos de la Comisión Europea. Uno de los problemas es que si este año no se cumple el déficit se arrastra al año siguiente, de tal modo que el ajuste fiscal de 2016 tendría que ser 1,8 puntos porcentuales de PIB, nada menos que 18.000 millones de euros.
El argumento que esgrime el Gobierno de que en 2016 el Estado se podría permitir algún giro social en las próximas cuentas es que ahora sí se puede hacer, fruto del aumento de la recaudación que se deriva de una mayor actividad económica. Las cuentas que hace Laborda son que este aumento de los ingresos fiscales puede llegar a suponer hasta 15.000 o 16.000 millones de euros , pero los otros 3.000 que faltan hasta llegar a los 18.000 millones en que habría que ajustar las cuentas para cumplir con el déficit tendrían que salir de una reducción de gasto, y es precisamente ahí donde hay discrepancias con el Gobierno.
Tanto Rajoy como Cristóbal Montoro han lanzado el mensaje estos últimos días de que los Presupuestos de 2016 serán los del crecimiento, aunque presididos por la austeridad. Sin embargo, hasta ahora, los anuncios han ido en parte en contra de esta austeridad, con medidas como el aumento de las pensiones de las madres con 2 o más hijos o el adelanto en un semestre de la rebaja del IRPF.
Tiempo de alguna alegría
Desde la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, Fedea, su director general, Ángel de la Fuente, asegura que «hay que seguir reduciendo el déficit pero la situación ha mejorado mucho y permite por primera vez en mucho tiempo ciertas alegría que, con lo que hemos pasado, pueden ser muy necesarias en ciertos sectores».
En cuanto al guiño social, De la Fuente no lo centraría en las pensiones, «ya que los pensionistas son el grupo que menos mal lo ha pasado durante la crisis en los que ha ganado hasta poder adquisitivo. Ahora habría que ayudar a los parados de larga duración y a los jóvenes en riesgo de exclusión social, así como recuperar la inversión en ciencia y tecnología, para evitar que se acaben de desmontar equipos y estructuras que luego son muy difíciles de recuperar». Sobre el objetivo de déficit, cree que «hay un cierto riesgo de incumplimiento del objetivo para este año, pero no será por mucho».
Por su parte Pedro Aznar, profesor de Economía de Esade, considera que «España es, a pesar de los esfuerzos realizados hasta la fecha y del claro cambio de tendencia, un país en el que todavía hay déficit y dónde la deuda pública sigue creciendo. Por tanto, el presupuesto creo que debería tener en cuenta estos factores. El elemento electoral puede estar jugando un papel importante, ya que la reordenación del gasto público puede hacerse teniendo en cuenta que ciertos grupos de población han sufrido de forma muy importante esta crisis y que el aumento de la desigualdad requiere actuar, así por ejemplo la pobreza infantil, además de profundamente injusta, tiene efectos en el capital humano futuro».
Sobre el posible giro social de los presupuestos, Aznar cree que «con las pensiones se ha de ser muy cuidadoso porque la presión demográfica y las menores bases de cotización tienen claros efectos en la viabilidad del sistema. Los guiños sociales más que electoralistas tienen que moverse en términos de los beneficios que generan a medio y largo plazo. Es preferible luchar contra el fracaso escolar que otros gastos más populistas».
En relación al adelanto de la rebaja del IRPF, cree que «como ciudadano me alegro mucho de pagar menos, pero como economista creo que la medida no será especialmente relevante como motor de impulso económico. Quizás hubiera pospuesto dicha medida a un momento en el que las finanzas públicas estén más saneadas».
El objetivo del 2,8% de déficit en 2016 también le parece algo difícil de alcanzar a Aznar, ya que «se basa en dos supuestos que no dependen del Gobierno, como el aumento de la recaudación fiscal y de la financiación barata de la deuda pública».
Rafael Pampillón, profesor de Economía del IE , considera que «el ciclo político en el que estamos en este 2015, que no es otra cosa que reducir los impuestos y aumentar el gasto, no es lo mejor para la economía. Con una economía creciendo al 1% en el segundo trimestre, según el Banco de España, con una creación de empleo grande y una recaudación fiscal que está aumentando, creo que no es el mejor momento para bajar los impuestos».
Pampillón cree que en este contexto de crecimiento, «lo que hay que aplicar es una política más restrictiva que reduzca el déficit, dejando que sea el sector privado el que tire de la economía. Lo que toca es reducir el gasto de las administraciones públicas y acometer su reforma». El profesor del IE cree que no es necesaria más inversión en infraestructuras, sino aprovechar las que ya existen y advierte de que aún hay mucho gasto en obra pública que no ha aflorado. además, cree que mucho gasto se ha hecho también con fines electoralistas. «A los inversores lo que les da confianza es que se ajusten las cuentas públicas, que se reduzca la deuda», concluye.
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