tribuna
Mejorar el atractivo de los fondos de pensiones
Se critica a Linde por razones exclusivamente electorales, pero es evidente que lleva razón
No puedo estar más de acuerdo con el gobernador del Banco de España cuando v aticina una reducción inexorable de las pensiones y recomienda el fomento de los planes privados. Está claro que la evolución demográfica y las perspectivas económicas de nuestro país exigen la aplicación progresiva de ajustes que, a largo plazo, implicarán menores cuantías en las pensiones. La conclusión sobre la necesidad de ahorro privado que las complemente es clara. Por otra parte, que los ciudadanos aumentasen así su tasa de ahorro resultaría favorable desde el punto de vista macroeconómico, porque serviría para financiar mejor la inversión y favorecer el crecimiento de España a largo plazo . Ahora bien, si se quiere que haya más planes privados de pensiones, lo que debería hacer la administración es establecer una mejor regulación y favorecer una mejora de su atractivo. Veamos algunos aspectos:
Para empezar, temas fiscales . Carece de sentido que se acaben de reducir los límites desgravables de aportación a 8.000 euros desde los 10.000 o 12.500 (para mayores de 50 años) existentes anteriormente. Es contradictorio con el incentivo del ahorro privado a través de estos instrumentos . Y todavía tiene mucho menos sentido el tratamiento fiscal de los rendimientos financieros de los fondos de pensiones. Resulta que si Vd. -amigo lector- suscribe, por ejemplo, un fondo de inversión , sus ganancias tributarán al tipo aplicable a la base del ahorro (entre el 19% y el 23% tras la reforma). Pero, si ahorra en fondos de pensiones, esos rendimientos -al igual que todo lo aportado- tributarán en el rescate al tipo marginal general, en función de la base de cada contribuyente, que se puede acercar al 50%. Absolutamente incongruente y absurdo.
Luego está el tema del atractivo para el aportante de invertir en estos instrumentos. Aquí se juntan dos características: por un lado, la escasa cultura financiera del ahorrador medio y su aversión al riesgo; y, por otro, la posición dominante del sistema bancario y el hecho de que las comisiones sean altas. La realidad es que pocos ahorradores están contentos con la rentabilidad obtenida. Si miramos los datos promedio de todos los fondos de pensiones, no les falta razón: por ejemplo, un 2,24% medio anual en 15 años, un 3,60% en 10 años o un 5,19% en 25 años. Cabe constatar que los planes de empleo muestran de manera consistente mejor comportamiento que este promedio general: por ejemplo, 94 puntos básicos anuales más en el plazo de 25 años, 66 puntos más en el de 15 años ó 132 puntos más en el último año. El motivo debe ser una más adecuada composición de los activos de los fondos, favorecida además por la propia existencia de una comisión de control en los planes de empleo. Por tanto, en los planes individuales, sería bienvenida cualquier medida orientada a la mejora de su performance: promover la educación financiera y el asesoramiento al aportante para reducir su conservadurismo; y, desde luego, una regulación más estricta de las comisiones que puedan cobrar las gestoras, incluso ligándolas en parte a la evolución del fondo.
Un último aspecto, fuera del argumentario central, es la anomalía nunca corregida en los planes de empleo que excluye a los prejubilados de la mencionada comisión de control . Se trata de un millón de españoles que ostentan esa condición, a los que una sentencia del Tribunal Constitucional de 2010 reconoció la necesidad de ser incluidos, pero que a los que la colusión entre los sindicatos y la administración ha dejado fuera en la práctica. Es hora de que se remedie esta insólita situación.
En definitiva, pleno acuerdo con la necesidad de aumentar el ahorro privado en planes de pensiones . Pero el gobierno, además de no minimizar el problema futuro con las pensiones, debería aplicar algunas medidas incentivadoras.
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