tribuna
Echegoyen, «uno de los nuestros»
Ahora sí hay «satisfacción» entre los socios privados de laSociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (la Sareb), el mal llamado «banco malo» del sector
![Echegoyen, «uno de los nuestros»](https://s3.abcstatics.com/Media/201504/14/echegoyen-romana--644x362.jpg)
En la primera escena de la película del director estadounidense Martin Scorsese «Goodfellas» (a la sazón «Uno de los nuestros» en España) el protagonista, Henry Hill, admite: «Que yo recuerde, desde que tuve uso de razón quise ser un gánster». Pues desde ese momento hasta el final, lo fue. Y es que cuando uno nace para lo que está hecho, y lo pone en práctica con la mejor intención y profesionalidad del mundo, los demás tienden a agradecerlo. Esto es válido al final para todo hijo de vecino, sea la profesión u ocupación que fuere. A lo largo del film, Hill también reconoce que de sus relaciones con sus nuevos «hermanos de sangre» aprende las dos lecciones más importantes de la vida: «Nunca traiciones a un amigo» y «mantén siempre que puedas la boca cerrada». Dos reflexiones, digamos, que con ciertos «retoques» de interpretación y dependiendo en qué situaciones y de quién se trate (¡y no hablo de gánster por favor que nadie me malinterprete ni lea más allá de mis palabras!) deberían aplicar más de uno y de dos en sus actos diarios...
La intención del significado que concentra el título de la película (en su traducción en castellano) explica el fondo de la cuestión de una situación concreta actual. El por qué, ahora sí, hay «satisfacción» entre los socios privados de la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (la Sareb), el mal llamado -inciden siempre desde el Ejecutivo- «banco malo» del sector. Porque, como quien dice, hasta ayer mismo sus «obligados» socios -a saber, la gran banca española: Santander, Caixabank, Sabadell, Popular y Kutxabank... pero no BBVA que se negó a participar desde el minuto cero- han mostrado sus más que desacuerdos con la estructura de la entidad «mala» y sus reticencias con las decisiones o maneras de actuar de su cabeza «pensante», y presidenta, hasta el pasado mes de enero: Belén Romana. Una mujer («de la escuela Guindos» que, gustan decir algunos) que, si bien tiene una relevante preparación económico-financiera, nunca había vivido «in situ» en las entrañas del sector. Un sector, por cierto, que sí la conocía por haber desempeñado numerosos cargos en la administración pública –de mayo de 2000 a julio de 2003 fue directora general de Política Económica; y de julio de 2003 a mayo de 2005, directora general del Tesoro– pero que ignoraba, y miraba receloso, su capacidad de gestión al frente de una entidad. Y, en este caso, de una de la que se sentían para más «inri» partícipes obligados.
Merece recordar que, desde su creación, el objetivo ineludible de la Sareb era –es y será– cumplir con las imposiciones de Europa a través del Memorando de Entendimiento (MoU) que el Gobierno de Mariano Rajoy firmó en julio de 2012 con sus socios europeos. Su constitución fue una de las condiciones para recibir la ayuda financiera que redirigiera el futuro de un sistema enormemente dañado y muy, pero que muy, criticado y puesto en entredicho. El acuerdo estableció la creación de una gestora (Sareb) a la que transferir los activos inmobiliarios («tóxicos») de las entidades (en principio, las nacionalizadas, Bankia, Catalunya Caixa, Novagalicia y Banco de Valencia, pero también las que atravesaran «ciertas» dificultades), con el objetivo de reducir los riesgos de las mismas y liquidar de forma ordenada sus activos problemáticos.
En dos años de gestión –con Romana colocada al frente por el ministro de Economía, a la par que buen amigo suyo, Luis de Guindos– la entidad, a pesar de todas las críticas e inconveniencias de unos y de otros, ha mostrado capacidad para hacer frente a los compromisos que asumió en el momento de su creación. Así, tal y como advierten miembros del propio equipo gestor actual, ha generado unos ingresos de más de 9.000 millones de euros, ha cancelado deuda y ha pagado carga financiera en cantidades muy significativas. También dicen haber participado en el mercado mayorista habiendo ayudado a promover la confianza hacia la comunidad inversora, además de constituir unas provisiones del entorno de unos 1.000 millones.
Pues bien, hace unos días, la Sareb hacía públicas sus cuentas de 2014, las primeras presentadas con Jaime Echegoyen como presidente (ascendido de «vice» a «presi» en enero, tras la renuncia voluntaria de su predecesora). Unas cuentas que muchos calificaron como malas. Pero con matices. Aunque lo realmente relevante es que los socios privados están más conformes a pesar de «todos los pesares». Si bien Sareb ha obtenido beneficios operativos superiores a 1.000 millones, las pérdidas ascienden a 585 millones, debido a los 719 millones que han debido provisionar para enfrentar probables diferencias en la valoración de activos. Un hecho este último, de obligado cumplimiento, impuesto desde el Banco de España, y que, de haberse tratado de solucionar antes -Romana no cedió y no quiso- hoy quizás no habría que lamentar malos resultados. La banca «socia» –en pie de guerra por haber contabilizado ciertos créditos dudosos como se les dijo que lo hicieran, sin provisionar– ahora «traga» porque se les ha permitido, al menos, el derecho a la pataleta y dejar constancia de su desacuerdo. Un guiño hecho por el propio Echegoyen (antes consejero delegado de Bankinter y máximo responsable de Barclays en España y Portugal), que conoce muy de cerca los problemas e inquietudes de sus «colegas». Así, todos contentos. Sareb, Banco de España y socios privados. Al final, todos son «uno de los suyos». Y eso se nota.
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