opinión
El CIS nos da...¿un susto?
La economía tiene un problema cuando el populismo radical es el segundo partido
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Si por trabajar te retribuyen con 800 euros, y por quedarte en casa sin hacer nada te dan 600, ¿qué prefieres? ¿Te volvería a prestar dinero un banco del que eres moroso? Las promesas de renta básica universal e impago de la deuda las hizo Pablo Iglesias en las elecciones europeas. Sin embargo, una vez cosechado el triunfo electoral, tuvo que aparcar sus propuestas más insostenibles. Para seguir catalizando la emoción colectiva despertada, ante una crítica generalizada que evidenciaba la inviabilidad de sus medidas, renunció al contrato con sus votantes.
Ya rectificando, dijo que cambiaba la renta básica prometida por una ayuda a quienes no la tienen, algo que ya se hace. Además, suplantó el «impago de la deuda» por «una reestructuración ordenada y una quita pactada». Lo grave de estos brindis al sol es que nunca salen gratis cuando los amenazados son Europa y el FMI. España perdería credibilidad, subiría la prima de riesgo e ir de listos podría conducir a que nos dejaran de financiar a un coste razonable. Los otros compromisos irrealizables, jubilarse a los 60 años y trabajar 35 horas semanales, parece que los sigue asumiendo, aunque nadie sabe cuánto tiempo los mantendrá.
El barómetro del CIS ha confirmado el aumento en intención de voto del populismo radical. Cuando un político miente con rotundidad, con unas proposiciones económicas que aparejan cifras imposibles, y aumenta su tirón electoral, el país tiene un problema. Además, aumentar la confianza en un político que en 6 meses ha dado un giro de 180º a sus promesas estrella implica tanto que el personaje tiene un arte embaucador supremo, como que los ciudadanos no advertimos el engaño. La economía sumergida que padece España revela que si los políticos nos ponen fácil defraudar, se multiplicarán los emuladores del Lazarillo de Tormes. Ser otro pícaro entre tantos no está demasiado mal visto. El CIS no nos ha dado un susto. Tan solo ha confirmado la posibilidad numérica de una desgracia económica.