Draghi, un paso por delante del mercado
El presidente del BCE lográ sorprender a los inversores con un estímulo que supera en tiempo y cuantía las previsiones más optimistas
Cuando más altas son las expectativas más riesgo se corre de defraudar. Desde que el 26 de julio de 2012 Draghi salvase al euro con aquella declaración en la que decía estar dispuesto a hacer «lo que fuera necesario» para sostener la moneda única, al banquero italiano le ha acompañado una imagen de poder, casi de infalibilidad. El único hombre capaz de plantar cara a un mercado insaciable.
Con todos los focos puestos sobre él, y amparado en que el BCE debía ceñirse a su mandato de controlar la inflación, Mario Draghi ha estado dos años y medio experimentando medidas para, primero poner fin a la crisis de las deudas soberanas y luego devolver a Europa al crecimiento. Hundir los tipos de interés, llevar a negativo la facilidad de depósito, barras de liquidez a las entidades financieras y una constante retórica en la que el italiano anunciaba a todos que el seguía allí, vigilante, sacaron poco a poco a Europa de la crisis.
Sin embargo, los datos corroboran que la recuperación no es tan sólida como cabría desear. Y con la inflación entrando en terreno negativo, azuzada por el abaratamiento del petróleo, Draghi ha tenido que volver a actuar. Un plan de compra de activos de 60.000 millones de euros mensuales , de los que algo más de 40.000 irán destinados a deuda soberana, que se mantendrá en el tiempo hasta septiembre de 2016. Además anuncia la flexibilidad en el tiempo de la medida. El conjunto del plan adquirirá activos por 1,1 billones de euros.
El programa se desarrollará conforme a la cuota de capital de cada país en el Banco Central Europeo, con lo que la mayoría de la deuda se comprará en Alemana, Francia e Italia. La cuota que corresponde a España será del 8,84 %. Además, no comprará bonos basura, lo que excluye por el momento compras de deuda griega.
Con los mercados descontando la medida desde hace semanas, y con filtraciones en los días previos, Draghi consiguió sorprender a todos. Blackrock, el mayor gestor de fondos del mundo, reconoció «que la magnitud del programa ha sorprendido, puesto que la envergadura del programa de compra de deuda pública ha superado los 500.000 millones de euros previstos ».
Gemma Hurtado, cogestora del fondo Mirabaud Equities Spain, también apuntó a la cuantía como la sorpresa más positiva del anuncio de Draghi. «La mayor sorpresa ha llegado con el tamaño, por encima de la expectativas más positivas de mercado. Es un paso decisivo y fuerte, que aumentará el flujo de dinero en las economías y debería activar el crédito con el fin de empujar la inflación hasta niveles cercanos -pero por debajo- del 2%».
Además, Hurtado apuntó a que el impacto sobre los mercados de renta variable será positivo por dos motivos. En primer lugar porque el QE «presionará aún más los tipos de gobierno a la baja, lo que impulsará la valoración de los activos», y en segundo lugar porque «la previsión de que el programa active el crédito en la Eurozona mejora la expectativa de crecimiento del área, lo que impacta nuevamente de forma positiva la valoración de la compañías».
Andre Garbelotto, gestor de Oyster Corporate Bonds destaca que el conjunto del plan equivale a «algo más del 10% del PIB de la zona euro, por lo que se acerca se acerca al tamaño inicial del QE adoptado por la Fed en EEUU », además de ser consecuente con el objetivo declarado por el BCE de expandir su balance hasta los niveles de 2012.
El equipo de asignación de activos y deuda soberana de Edmond de Rothschild Asset Management reconoció que «el riesgo de decepción era elevado» por las enormes expectativas generadas. Y que pese a ello no lo ha hecho. En cuanto al resultado que esperan de estas medidas, esperan que «los tipos reales bajen más con el fin de conseguir un mejor estímulo al crecimiento y permitir que la zona euro escape de la deflación». Aunque creen que hace falta algo de tiempo para ver su resultado: «El paquete anunciado hoy es un paso importante, pero es demasiado pronto para saber si será suficiente. Las expectativas de inflación están rebotando con fuerza (tras el anuncio), por lo que el mercado parece estar dando cierta credibilidad a estas decisiones».
«Seguimos invertidos en deuda periférica cuyos tipos deberían continuar cayendo. Aunque el BCE no ha anunciado ninguna compra de deuda corporativa, mantenemos una preferencia por los bonos corporativos en nuestras carteras, que se beneficiará de un entorno económico que se espera que mejore y de la búsqueda de rentabilidad, que sólo se puede intensificar, dado este entorno de tipos aún más bajos», concluyen.
Luke Bartholomew, Gestor de Aberdeen Asset Management, respalda y valora positivamente los análisis de sus colegas, aunque aporta un matiz negativo: «la decisión de que el BCE sólo respalde el 20% de la deuda en su balance es extraña. Aquellos que estaban en contra del QE, lo estaban en parte porque no querían que todo el riesgo recayese sobre el BCE. Parece que han obtenido esta concesión a cambio de respaldar un QE de esta magnitud».
Y abunda en que este hecho es negativo desde el punto de vista de la integración: «Todos sabemos que una mayor unión fiscal es fundamental para el futuro a largo plazo del euro por lo que el hecho de que Draghi no pueda ganar apoyo para compartir una carga plena, no es un signo alentador para el largo plazo».
Además, Bartholomew es pesimista respecto al resultado inmediato del QE. «No debemos dejarnos llevar por las magnitudes. Esto puede aumentar las expectativas de inflación marginalmente, pero probablemente sólo tenga un pequeño efecto positivo en la economía real de Europa. Un euro más débil debería ayudar a las exportaciones, pero no va a hacer que de repente las economías europeas sean mucho más competitivas», y se alineó con Draghi y Lagarde en que la recuperación requiere de la implicación de los gobiernos centrales de cada país. El BCE no puede hacerlo todo solo. «Se requieren urgentemente reformas estructurales que los líderes europeos parecen poco dispuestos a sacar adelante».
En el terreno negativo están los que piensan que marear tanto la perdiz, tardar tanto en poner en marcha el QE, podría recortará los potenciales efectos positivos. Es la postura de Paras Anand, responsable de Renta Variable Europea de Fidelity: «este plan ha sido tan debatido y anticipado que tiene ya poco potencial, tanto en los mercados como en la economía real, pues posiblemente las intenciones latentes del BCE de estimular el crecimiento mediante la compra de deuda tuvieron más impacto en sí mismas que el que logrará la materialización efectiva de dicha compra».
Además, considera que los ajustes internos dentro de la región tras el boom de la pasada década «iban a tener claramente un profundo elemento deflacionista, pues todos los costes y precios bajaron para adecuarse al menor nivel de demanda». Anand critica que se haya etiquetado «con demasiada rapidez el actual colapso de la inflación como estructural, en lugar de cíclico». Además es de los que considera que países como Italia o Francia podrían relajar su posición respecto a la necesidad de adoptar reformas estructurales «que necesita desesperadamente llevar a cabo».
En la tarde de ayer, el euro bajo del nivel de los 1,14 dólares, la prima de riesgo española se estabilizó por debajó de los 100 puntos básicos, el Ibex 35 superó la barrera de los 10.500 puntos y todos los índices europeos le acompañaron en la subida.
Con las salvedades que afloran, y que se han venido reflejando los últimos años en el mismo consejo del BCE, el consenso del mercado es que tanto las expectativas del QE como su puesta en marcha tendrán, y ya están teniendo, efectos positivos sobre la economía europea. El principal temor del mercado es por tanto que al esfuerzo del BCE no se vea acompañado por más medidas en los gobiernos centrales . Y es que Draghi no puede hacerlo todo.
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