Transporte y distribución, los sectores más beneficiados por la caída del crudo
Las constructoras españolas temen que los países productores de petróleo reduzcan su inversión en infraestructuras
Tradicionalmente el mundo ha vivido más preocupado por su carestía, pero el último capítulo de esta crisis ha demostrado una vez más que ya nada volverá a ser como antes. El petróleo se vende ahora por la mitad que hace un año y esta semana ha llegado a situarse por debajo de los 50 dólares el barril. Los analistas no se ponen de acuerdo en cuál será su evolución y, mientras algunos países respiran aliviados al ver disminuir los ceros de su factura energética, otros hacen cábalas para estabilizar sus finanzas mientras su principal fuente de ingresos cotiza a precio de saldo. En medio de la incertidumbre, solo parece haber una premisa clara: de mantenerse los actuales niveles del precio del oro negro, la dinámica de la economía mundial deberá encontrar un nuevo equilibrio.
La balanza de sectores beneficiados y perjudicados por este escenario parece inclinarse por ahora hacia el lado más positivo. El transporte, la distribución, la agricultura y el turismo son algunas de las actividades que más inmediatamente van a notar el abaratamiento del petróleo en sus costes. Pero también las empresas químicas y farmacéuticas, que utilizan derivados del crudo en su producción, deberían ver aumentar sus beneficios, en función de qué parte de esa reducción del coste de la materia prima trasladan al precio final de sus productos.
Con unos combustibles más baratos, las aerolíneas y el resto de medios de transporte abaratan uno de sus principales costes fijos. Esto les permite, además de elevar márgenes, trasladar una parte de esa reducción al precio de sus servicios. Los operadores pueden así lanzar más ofertas, lo que se cruza con consumidores con más renta disponible. Esto supone un impulso por tanto para el turismo, uno de los motores de economías como la española.
Ahora bien, el que puede resentirse es el turismo de compras de lujo. Y es que parte de los visitantes a los que se dirige ese sector proceden de países productores, como Rusia y Arabía Saudí, y en los que la caída del precio del crudo provoca una reducción de la renta disponible. Eso, además, puede provocar una caída de la inversión de esos ciudadanos en vivienda. Del mismo modo, las grandes constructoras, que habían encontrado su alternativa a la crisis inmobiliaria española en algunos de los países exportadores como Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos, podrían verse afectadas si estos se vieran obligados a modificar su hoja de ruta de inversiones.
«Un crudo en niveles medios más bajos trae consigo una interesante redistribución de la riqueza: desde los productores a los consumidores», señalan los analistas de Andbank. De hecho, en el lado de los perjudicados por esta tendencia están en primer lugar las petroleras, que ven lastrados sus beneficios, pero también las ingenierías energéticas, que necesitan fuertes inversiones para las actividades de exploración que podrían no ser rentables con un precio del petróleo bajo.
En el plano financiero, la fuerte inestabilidad ha llevado a terreno negativo a buena parte de las categorías de los fondos de inversión. Además de los relacionados con materias primas, los fondos de renta variable emergente de Iberoamérica han perdido en torno a un 15% en diciembre, mientras que la de Europa del este ha cedido un 10%.
Cuantificar con exactitud el impacto del nuevo nivel de precios no es sencillo, pues existen multitud de efectos indirectos ligados a la evolución del coste energético. En su último boletín económico, el Banco Central Europeo (BCE) ya adelantaba una reducción de los costes de producción de algunos bienes y servicios ante la caída de los precios. «El caso más representativo es el del sector del transporte, pero también afecta a la elaboración de productos industriales como algunos artículos farmacéuticos o los materiales que se utilizan para el mantenimiento de la vivienda», apunta Matías Lamas, analista de Afi.
El coste de producción
El coste de producción, sin embargo, es solo uno de los factores que condicionan el precio final del producto y su influencia puede ser limitado. Por ejemplo, la incertidumbre de los mercados financieros puede llegar a paralizar las decisiones de compra de los ciudadanos, al igual que las expectativas de nuevas bajadas de precios.
Este es precisamente uno de los escenarios más temidos. El dato preliminar de inflación de España en diciembre ha mostrado el peor registro desde 2009, un -1,1% y, según el INE, el principal motivo es la cesión de los componentes energéticos. Así, aunque España ha gastado 1.098 millones menos en comprar en el extranjero petróleo y gas entre enero y octubre de 2014, según datos del Ministerio de Economía, el fantasma de la deflación ha comenzado a oscurecer las perspectivas.
La caída de los precios también ha llegado a la zona euro, que cerró 2014 con una tasa de inflación negativa del 0,2%. La pelota está ahora sobre el tejado del BCE y su reunión del día 22. La institución ya anunció que reforzará su compromiso con la estabilidad de precios para desactivar una espiral deflacionista, y por eso se especula el anuncio de un programa de compra de deuda soberana. Más aún cuanto el abaratamiento del crudo arrastra al IPC. «Si el crudo sigue a estos niveles, llevaría al IPC general europeo al -0,5% a primeros de año. Si así fuera, habría una presión evidente para nuevas y potentes medidas», señalan desde Andbank.
Las grandes cifras, por el momento, son más positivas. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima un impacto positivo de entre 0,3 y 0,7 puntos en el crecimiento global este mismo año por la caída de del crudo. «Pero hay que tener en cuenta que los estudios se elaboran bajo la hipótesis de que el precio del petróleo se mantiene en estos niveles durante al menos dos años. Esto quizá sea mucho suponer», apunta José Luis Martínez Campuzano, estratega de Citigroup en España.
Otra cuestión es si la liberación de renta disponible fruto del abaratamiento de la materia prima generará un mayor consumo. «En EE.UU., donde su barril de referencia, el Texas, lleva más tiempo a la baja, no ha sido así. Las familias han optado por ahorrar este excedente, no por gastarlo», apunta Martínez. Determinar si los efectos son positivos o negativos no parece tarea sencilla a corto plazo, pues el impacto de sus consecuencias es muy amplio.
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