tribuna empresa
La UE sabe qué hay que hacer, aunque no lo parezca
El subdirector general de Banco Popular, Carlos Balado, afirma que Europa necesita invertir en infraestructuras para crecer

Europa tiene una elevada necesidad de infraestructuras, una capacidad productiva infrautilizada y un cambio demográfico muy acusado e irreversible.
Tres cuestiones cruciales que sólo son atendidas de forma fragmentada y ocasional, pero no como un todo interrelacionado. Aún más, son cambios que se observan con mucha atención, analizados desde diferentes perspectivas, como el entomólogo con sus especies, y son objeto de muchas recomendaciones, pero no acaban de mover a la acción.
El Banco Europeo de Inversiones, BEI, que es el banco de la Unión Europea , ha cuantificado, en su escenario más conservador, en 470.000 millones de euros al año, las necesidades de inversión en infraestructuras económicas en Europa. Cantidad que el mismo BEI considera un auténtico reto porque el mercado de bonos para proyectos de infraestructuras «se ha secado, la financiación privada a largo plazo es difícil de encontrar y la fuerte consolidación fiscal sigue siendo una prioridad en la mayor parte de los países».
Dice el BEI que la falta de inversión en Europa se debe a la incertidumbre, y demuestra la correlación entre alta incertidumbre de la política económica y el bajo nivel de inversión. De manera que el Banco de la UE considera que la crisis de inversión no ha sido resultado de una generalizada carencia de financiación y explica que las compañías, para aumentar el ahorro, han optado por la reducción de costes.
El BEI, por cierto, tiene una ratio de capital del 28,7 por ciento, lo que significa que puede asumir un nivel de riesgo, de inversión, mucho más alto que el de cualquier banco privado de la Eurozona. Sólo hace falta que lo autoricen.
Larry Summers decía recientemente en el FMI que, aunque de poco «glamour», invertir para mantener las infraestructuras ya existentes en Estados Unidos, sería suficiente para reactivar la economía. No hace falta según él, un sofisticado plan de inversión.
Esto, sin duda, es aplicable a Europa, donde se produce una diferencia sustancial entre la evolución del PIB actual y su potencial de crecimiento. El crecimiento actual está un 14 por ciento por debajo del potencial dada la capacidad productiva europea, un porcentaje similar al que se produjo en Japón al comienzo de su ya crisis interminable.
En otros términos, no se está gastando lo suficiente como para usar la capacidad productiva existente y hay temor, incertidumbre, entre los inversores de que Europa entre en una etapa similar a la de Japón, de estancamiento de su PIB y deflación.
Para revertir esta situación son esenciales las empresas, porque el 97,8 por ciento de los nuevos empleos creados se está realizando en el sector privado; pero, una falta de perspectiva y de decisión, algo contradictorio con el espíritu empresarial, dificulta el crecimiento y la creación de empresas (sobre todo, en un país en el que sólo el 41,5 por ciento de ellas sobrevive tras cinco años y pocas veces las empresas crecen por encima de su tamaño y ámbito de actuación inicial).
La creación de empresas en España fue a finales del año un 66 por ciento de la cifra correspondiente a 2007 y muy lejos de los demás países. Estados Unidos se ha situado a niveles prácticamente previos a la crisis; mientras que, Alemania e Italia están cerca y Australia y Reino Unido han superado las cifras de 2007.
Además, Europa, en especial España, afronta para los próximos años cuatro realidades demográficas de gran impacto en la economía y en la sociedad en general: un estancamiento o reducción a medio plazo de la población, un descenso del número de niños y jóvenes, una notable disminución de las personas en edad de trabajar, y un fuerte incremento del grupo de jubilados y ancianos.
Esta transformación paulatina y bajo un «silencio atronador» (recurriendo a un oximorón) genera muchas nuevas necesidades para los ciudadanos de todos los países y cuando se trata de cubrir necesidades, también surgen expectativas de rentabilidad y beneficios.
Son básicamente seis los sectores clave en donde es posible encontrarlas. En infraestructuras, por la razón mencionada y por el hecho de que se están creando mega ciudades en los países en desarrollo; de modo que los centros económicos neurálgicos y los polos de inversión no serán tanto los países como las grandes ciudades.
Los mercados emergentes aumentarán en importancia debido a su poder económico y a su fuerza laboral global. Por supuesto, en el ámbito de los recursos naturales, debido a los cambios en los procesos de manufacturas y en las localizaciones, así como por el incremento de la demanda de «commodities».
La farmacia y la biotecnología se verán afectadas por la mayor esperanza de vida y por los deseos de disfrutar de una mejor calidad de vida. El ocio y el lujo, como consecuencia de los bajos costes para viajar y la alta demanda de servicios relacionados con el bienestar y la facilidad de compra con las nuevas tecnologías y, por supuesto, los servicios financieros, con nuevas formas de gestionar las pensiones y los seguros.
Los gobiernos de la UE son los propietarios del BEI, ellos mismos conocen la situación y pueden aplicar aquello que predican. Dado que las personas entienden mejor las historias que los silogismos, sería muy buena señal que, muy pronto, la UE pudiera contar un relato cierto titulado «de cómo salimos de la crisis haciéndonos caso a nosotros mismos».
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