unión bancaria
Llega la hora de la verdad para el BCE
Las pruebas de esfuerzo han sido el punto de partida para una nueva época en la que las instituciones bancarias de toda la UE van a tener que aprender a funcionar compartiendo reglas
En menos de un año, la integración del sistema financiero europeo ha avanzado más que en un siglo. Desde la creación del mecanismo único de resolución la pasada primavera y ahora con la entrada en funciones de la supervisión por parte del Banco Central Europeo (BCE), los bancos han entrado en un escenario que hubiera parecido ciencia ficción antes de la crisis. Las pruebas de esfuerzo han sido el punto de partida para una nueva época en la que las instituciones bancarias de toda la UE van a tener que aprender a funcionar compartiendo reglas, árbitros y probablemente mercados.
Sin embargo, nada de eso está en estos momentos en la primera línea de las preocupaciones de los europeos. La pregunta que todo el mundo intenta esclarecer es si después de este ejercicio de «strip tease» de los balances de los bancos europeos va a volver pronto el crédito a los mercados, para apuntalar la frágil recuperación, o si, por el contrario, llegan demasiado tarde y no podrán impedir la temida tercera recesión. Las pruebas pretenden asegurar que los bancos europeos estarían preparados para resistir un nuevo periodo de retroceso de la economía. Lo que no está tan claro es que el sistema financiero que se ha expuesto a la luz tenga la capacidad de evitar esa posibilidad. Limpios, sí, pero la limpieza no les da la capacidad de hacer milagros.
En presidente de la Autoridad Bancaria Europea (EBA), Andrea Enria, ya ha pedido a las instituciones financieras que no se confíen con los laureles de unos resultados que en general pueden considerarse satisfactorios, porque no se trata de una nota final que proporciona una titulación inamovible, sino de una fotografía que representa el estado de salud de la banca en un momento determinado y no garantiza que se mantenga automáticamente para siempre. « Esto no se ha terminado, ni siquiera para los bancos que han sacado buenas notas » dijo este jueves en Berlín. Las pruebas han servido sobre todo «para disipar incertidumbres sobre la valorización de los activos, pero también para señalar e identificar los puntos de fragilidad que no se han resuelto». Las pruebas no son una vacuna para el futuro.
La mayoría de los análisis conocidos después de la publicación de los resultados el domingo pasado tienen en común la constatación de que la situación es mejor ahora que antes de las pruebas, pero que el ejercicio está lejos de ser el bálsamo de fierabrás de la recuperación. Hay dudas de cuán fuertes han sido los esfuerzos que se pedían a los bancos en las simulaciones, cuyos resultados establecen que las 25 entidades europeas que están en peor situación necesitaban 25.000 millones de euros, la mitad de los cuales se había conseguido ya en el momento en que se hicieron públicos los resultados. Algunos analistas señalan que las pruebas han contemplado con demasiada benevolencia la deuda pública, que es un concepto problemático para los países de la zona euro, puesto que no tienen capacidad de intervenir en la política monetaria. En la crisis de Grecia las instituciones europeas han demostrado que harán todo lo que esté a su alcance -incluyendo maniobras destinadas a cambiar gobiernos- para impedir que uno de los socios entre en quiebra. Sin embargo, para los mercados esa posibilidad sigue sin desaparecer del todo. Es una incógnita también el efecto que tendrá la inminente intervención anunciada por el BCE destinada a comprar activos poco atractivos.
Al menos, la parte más ventajosa de este ejercicio es que las reglas establecen que el dinero que se ha pedido a los bancos no puede salir de las arcas públicas, sino que se trata de cantidades a recaudar en el mercado. La crisis ha logrado separar -al menos teóricamente- la deuda bancaria de la deuda pública, lo que es un avance muy notable.
El Banco Central Europeo asume ahora una enorme responsabilidad. Su objetivo era empezar su labor de supervisión bancaria con expedientes puestos a cero, es decir, con la garantía de que ya no quedan esqueletos en los armarios (o en las cajas fuertes) de los grandes bancos. Lo que no sería de recibo en este momento es que apareciera un caso como el del portugués Espiritu Santo, cuyos agujeros habían pasado desapercibidos no solo al controlador nacional, sino también al propio BCE que estaba bien representado en la «troika» que ha intervenido la economía portuguesa.
El recuerdo de las pruebas que se llevaron a cabo en 2010 ha dejado no pocas suspicacias: los bancos irlandeses que habían pasado con nota tuvieron que ser rescatados poco después por el Estado (y el estado rescatado a su vez por la zona euro), el franco-belga Dexia no terminó el año y también había sido dado por sano. Se supone que esta vez es la buena y que los resultados no serán desmentidos por la realidad.
En lo que están de acuerdo todos los análisis sobre el sistema financiero es que una banca saneada y certificada no es suficiente para mover por sí sola la economía europea hacia tasas de crecimiento relevantes. En realidad, se puede decir que el ejercicio de las pruebas de esfuerzo ha hecho poco por dinamizar la actividad, puesto que los bancos han dedicado este último año a sanear sus cuentas, a desembarazarse de activos más o menos tóxicos, en suma a seleccionar a sus clientes. Los bancos han tenido que alejarse de riesgos y la reducción del crédito en varios países (España entre ellos) ha sido dramática. El problema principal sigue siendo que después de más de un lustro de crisis, la demanda interna sigue siendo muy débil y las cifras de inflación rozan los niveles negativos. La pregunta sobre cuál de los dos síntomas, la falta de crédito y la desaceleración, es la causa o el efecto, sigue en el aire.
Falta saber qué efecto tendrá el desarrollo de la unión bancaria que debería abrir un nuevo capítulo en la estructura económica de Europa. Las fusiones transfronterizas son ahora no solamente posibles sino probablemente necesarias. Con el mismo supervisor y las mismas reglas, el mercado financiero de la zona euro y de la propia UE se abre ahora a la creación de gigantes. En realidad, esta ha de ser la principal consecuencia de todo este proceso, incluso más allá de la crisis: la entrada del sector financiero en el mercado único.
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