De la necesidad, virtud: las constructoras españolas se hacen fuertes en el exterior

Durante la crisis, la inversión pública se desplomó, y las empresas debieron reinventarse y hacerse un hueco fuera

De la necesidad, virtud: las constructoras españolas se hacen fuertes en el exterior abc

luis p. arechederrA

Se cierra una puerta, se abre otra. Durante los años de crisis, la inversión pública en España, sobre todo en infraestructuras, se ha desplomado. Aunque esta partida crece de forma leve en los Presupuestos de 2015, el descenso acumulado en la Gran Recesión supera los 10.000 millones de euros . La patronal de los grandes grupos de construcción (Seopan) estima que el recorte en obra civil alcanza los 30.000 millones de euros. Esta tendencia ha empujado a muchas empresas, cuyo cliente principal era la Administración, a reinventarse y salir al exterior.

Santiago Carbó, catedrático de Economía de la Bangor University (Reino Unido) e investigador de Funcas, considera que «no cabe duda» de que este fenómeno se ha producido en diversos sectores. Sin embargo, hay uno donde los síntomas son evidentes. ¿Cuál? «El de las grandes empresas de ingeniería y construcción, que se han lanzado al mercado internacional y están ganando grandes proyectos en todo el mundo; y el de las compañías de transporte», señala.

El sector de la construcción e ingeniería creció con la prosperidad española. Pero las licitaciones de obra civil cayeron a mínimos en la crisis, por la necesidad de ajustar las cuentas públicas. Los objetivos de déficit público obligaban. Y las grandes del sector (Sacyr, Ferrovial, ACS, FCC, Acciona y OHL) se lanzaron al exterior. Obras emblemáticas internacionales han recaído en manos españolas: el llamado AVE del desierto, el Canal de Panamá, el metro de Lima, y muchas otras. La experiencia acreditada en España les ha ayudado.

El proceso ha sido progresivo. Cuanto más caía la inversión pública, más se esforzaban las empresas por conquistar el extranjero. En el año 2007, la antesala de la catarsis, casi el 70% de los proyectos de las constructoras procedía del mercado interno. Tarta para todos. Ahora, el terreno de juego está fuera. En la actualidad, el 84% de la cartera de este sector procede de contratos internacionales.

El frenazo de la inversión pública también ha afectado a otros sectores. José Ramón Pin, profesor de economía de IESE Business School, alude a los de «limpieza, informática, la consultoría de organización o la formación». El economista de IESE se refiere incluso a los medios de comunicación (por la caída de la publicidad pública) y a las ONG’s, «pues muchas se nutrían de fondos públicos».

Para afrontar este cambio, «las empresas han tenido que redireccionar sus actividades comerciales a otros sectores». Han cambiado también su organización. «Algunas han tenido que reducir sus plantillas y retrasar inversiones». En el caso de las constructoras, el giro tan drástico les ha llevado a modificar su ADN: han modificado sus estructuras para orientarlas al negocio internacional.

¿Y ahora qué?

José María Iturriaga, gestor de fondos de Abante, escribía el lunes en este periódico que la internacionalización «se ha convertido en la tabla de salvación» de muchas empresas «que estaban muy a gusto bajo las faldas de las administraciones públicas». Según Iturriaga, los márgenes de beneficios son más estrechos en el extranjero; pero la calidad del producto español les está permitiendo competir.

El analista pone de ejemplo de esta tendencia a la empresa de tecnología Indra. Los datos confirman su despegue exterior. El peso de la facturación internacional en el negocio de la tecnológica española ha ido creciendo en los últimos años. Si en 2008, esta partida representaba el 34%; en 2013 ya suponía el 61%. Casi el doble.

Las dudas surgen sobre lo que sucederá cuando se recupere la inversión. Es habitual que las empresas resten esfuerzos externos cuando el mercado interior comienza a levantarse. Lo estamos viendo: a la vez que la demanda interna ha cogido el pulso de la recuperación, las exportaciones han retrocedido como motor económico.

Pero la inversión de las administraciones tardará en llegar a los niveles que conoció la España previa a la crisis. Iturriaga afirma que «la administración va a seguir tocada unos años».

Algunos cambios van a permitir a estas empresas seguir vivas en el exterior. Como explica Pin, «el tipo de dirección y las habilidades de sus altos directivos y comerciales» se ha adaptado a esta circunstancia. El mejor ejemplo vuelven a ser las constructoras, grandes y medianas. Por eso, aunque la inversión en infraestructuras haya crecido un 8,8% en las previsiones para 2015 respecto al año anterior, el terreno de juego ha cambiado. Ahora es más grande.

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