tribuna
Michael Pettis: El irregular proceso de reformas chino
El catedrático de Finanzas en la Universidad de Pekín y asociado principal de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional afirma que «es temprano para decir que China está fracasando» en la puesta en marcha de sus reformas
Recientemente se ha extendido la preocupación ante la posibilidad de que China dé marcha atrás a las reformas que prometió poner en funcionamiento el año pasado. Durante el Tercer Pleno del Partido Comunista chino, celebrado el pasado noviembre, se propusieron una serie de importantes medidas económicas que convencieron a todos menos a los más optimistas, de que la economía china estaba peligrosamente descompensada.
Tras más de dos décadas de robusta actividad, en la última década el crecimiento chino ha estado guiado por un insostenible aumento de la deuda . Las reformas propuestas durante el Tercer Pleno, aparte de reconocer la importancia del problema de deuda de China, estaban diseñadas para lograr dos objetivos. Primero, pretendían crear un nuevo marco legal, financiero y regulador que liberalizaría la economía y reduciría el alcance del control de la actividad económica por parte de los gobiernos locales y empresas estatales (lo que ha impedido que los pequeños negocios hayan liderado el crecimiento).
En segundo lugar, a pesar de que 30 años de crecimiento anual de casi un 10% habían aportado grandes beneficios al ciudadano chino de a pie, el muy extendido monopolio y el control del sistema bancario implicaban que la riqueza del chino medio crecía mucho más lentamente que el total de la economía, mientras que la riqueza de las élites se disparaba. Si esto se mantuviese, Pekín no podría reducir la adicción nacional a la deuda sin provocar que el crecimiento general se derrumbase. Muchas de las reformas propuestas tenían como objetivo alterar este desajuste transfiriendo riqueza del Estado y las élites a los hogares.
No resulta sorprendente que las reformas no fueran del todo populares. Lo que Xi Jinping estaba planteando era de alguna manera similar a lo que Deng Xiaoping propuso durante el Tercer Pleno de diciembre de 1978. En ambos casos, los dirigentes se enfrentaban a la posibilidad de que el camino de crecimiento insostenible de China la condujese a la crisis. Y en ambos casos, las reformas de Pekín tenían como objetivo liberalizar la economía china desligando la actividad económica del control de los grupos y familias más poderosos del país.
Sin embargo, y esto es lo importante, las élites del país, horrorizadas ante los cambios que reducirían drásticamente su control de la economía para hacerla más eficiente, se opusieron violentamente a las reformas de Deng Xiaoping. Esta oposición no es nueva. En todos los países las reformas liberalizadoras pueden enfurecer a los poderes establecidos que controlan los recursos. Justo como en los 80, las reformas que Xi Jinping quiere poner en marcha en la próxima década se han encontrado (y seguirán haciéndolo) con la firme oposición de los poderes establecidos, los mayores beneficiados del antiguo modelo de crecimiento.
La mayoría de los expertos está de acuerdo en que solo Deng Xiaoping, con el firme apoyo de miembros de la cúpula central de China y la lealtad total de los militares, era lo suficientemente fuerte como para poner en marcha las reformas de 1978. Desde entonces, el poder en China se ha descentralizado considerablemente, por lo que probablemente no resulte sorprendente que el presidente Xi haya actuado rápido para consolidar su poder, hasta el punto en que en la actualidad los periódicos chinos con frecuencia lo comparan a él y su labor a la de Deng Xiaoping. Tenemos que evaluar en este contexto tanto la naturaleza irregular del proceso de reformas, como la campaña anticorrupción de los últimos dos años, que apuntaba contra las familias más ricas y poderosas de China.
Por eso los acontecimientos de las últimas semanas han hecho que los economistas chinos y extranjeros se preocupen enormemente sobre si Pekín podrá lograr sus objetivos. Por ejemplo, hay rumores de que el gobernador del Banco central de China, uno de los más férreos defensores de las reformas, se jubilará pronto. A pesar de la preocupación en torno a si los bancos prestan demasiado dinero, a mediados de septiembre las cinco mayores entidades comerciales del país recibieron una inesperada inyección de 500.000 millones de yuanes (50.000 millones de euros). Las reformas bancarias que estaban previstas para antes del final del 2014, ahora se han pospuesto. Y este año diversos gobiernos locales han tratado de darle la vuelta a la caída de los precios de la vivienda.
Para muchos analistas, estos hechos y muchos más parecen indicar que Pekín está replegando las reformas. Pero no debemos precipitarnos con nuestras conclusiones. No hay duda de que el gobierno se ha visto presionado para ralentizar las reformas. Las tasas de crecimiento están comenzando a caer de nuevo y solo otro aumento de la deuda hará que China alcance su objetivo oficial de un crecimiento del 7,5%. Las numerosas huelgas por todo el país protagonizadas por trabajadores no remunerados parecen indicar una presión al alza en el desempleo.
Es demasiado temprano para decir que Pekín está fracasando a la hora de poner en marcha las reformas. Una oposición fuerte significa que el presidente tiene que equilibrar constantemente los intereses de un grupo frente a otro. Los avances en una área se corresponderán a retrocesos en otras. Nada puede cambiar demasiado rápido.
Tras demasiados años posponiendo las reformas necesarias, China se está moviendo lentamente en la dirección correcta. Al haber esperado demasiado, el proceso de reformas será difícil y lleno de obstáculos pero hay que ser pacientes. Cada paso atrás no significa el final de las reformas, sino que es posible que simplemente represente una maniobra política a medida que se negocian reformas difíciles. Tendrán que pasar al menos dos o tres años antes de que podamos decir si Xi Jinping será capaz de sacar adelante lo que ningún líder chino desde Deng Xiaoping ha logrado: transformar drásticamente la distribución de poder en el país. Hasta entonces solo podemos observar.
Traducción: Nievas del Saz-Orozco Huang y Charles Saliba
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