Roland Garros

El drama de Serena

La americana se lamenta, rompe a llorar y ni se mueve contra Bacsinzsky, pero remonta y acaba llegando a la final (4-6, 6-3 y 6-0)

El drama de Serena REUTERS

E. Yunta

Después de las lágrimas, del numerito de lamentos, quejas repetidas y un paseo en plan sonámbulo por la pista, Serena Williams acaba derrotando a Timea Bacsinzsky para alcanzar la final de Roland Garros (4-6, 6-3 y 6-0), a las puertas de su vigésimo Grand Slam. Se medirá a Lucie Safarova después de una tarde extrañísima en la que se hablará de épica y remontada mágica, pero el partido es raro desde el inicio, inesperado el epílogo porque no quedaba nada de Serena. Y una vez más, venció.

Serena Williams se presenta a la batalla sin armas, desprotegida porque físicamente, cuenta su entrenador en la previa, no se encuentra bien. Al parecer, le castiga una inoportuna gripe y pasea por la Philippe Chatrier sin alma y sin gasolina. Está desbordada, va set abajo y tiene break de desventaja en el segundo, y pese a todo acaba triunfando.

En el primer set, Serena va de lado a lado a la velocidad de una tortuga. No se encuentra bien y se encarga de que todo el mundo lo sepa, una caricatura que se consume de forma asombrosa. A cada descanso, pide una toalla fría para refrescarse e incluso se pone a llorar, incapaz de controlar el llanto y el sollozo. En nada se asemeja a esa bestia que destroza a sus rivales y parece que se le esfuma la oportunidad de buscar otro grande.

Al otro lado de la pista, una jugadora que es muy buena, deslucida su evolución porque la gente está pendiente de Serena. Timea Bacsinzsky, poco conocida seguramente para la gran mayoría, es suiza, la 24 del mundo y ha firmado en París el torneo de su vida, pues jamás había pasado de tercera ronda en un grande. Se plantó en esta tierra con un balance de 32 triunfos y seis derrotas y con los trofeos de Monterrey y Acapulco, una realidad que venía avisando desde hace meses.

Por mucho que Serena no esté en plenitud, hay muchos golpes a destacar de Bacsinzsky, que se apunta el primer set gracias a una sola rotura. Va de ganador en ganador mientras la norteamericana le reconoce su mérito de manera deportiva. Ella, sencillamente, no está para grandes alardes.

De ahí que sufra en cada intercambio y que se lo juegue todo a un tiro, único camino para salvar un imposible. De vez en cuando se motiva con un grito de liberación, pero lo hace por no demostrar aún más sus debilidades. En el cuarto juego del segundo set, se ve acorralada y acaba perdiendo su saque. Está desquiciada.

Sigue llorando aunque se mantiene en pista, una extraña tarde con mil misterios por resolver. Además, también cojea, pero sigue teniendo un brazo prodigioso que le permite recuperar el break. El escenario aturde a Bacsinzsky, que no acaba de comprender cómo una tenista vacía le devuelve semejantes bombas.

Y, sin que nadie se le explique, Williams se apunta el segundo set y se dispara en el tercero. Mantiene, eso sí, el mismo rostro de funeral y ni siquiera tiene fuerzas para celebrar, o al menos eso parece. Es la victoria del cojo, o de la coja mejor dicho, y encima llega con un 6-0 después de sumar diez juegos seguidos. Es el «show» de Serena.

El drama de Serena

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