Safarova, finalista en París

Con la llegada del calor, disparado el térmomentro en París después de unos días de chaqueta, la Philippe Chatrier se engalana ante la hora de la verdad. El jueves queda reservado para las semifinales femeninas y Lucie Safarova es la primera en celebrar a lo grande, imponente triunfo ante Ana Ivanovic para aspirar al título (7-5 y 7-5). Magnífica durante estas dos semanas, espera ahora a la rival, que saldrá del duelo entre Serena Williams y Timea Bacsinzsky.

Y eso que la tarde empieza con Ivanovic desatada, eufórica en media hora de tormenta. Controla la situación, rompe dos veces el saque de Safarova y se pone con 5-2 y servicio para dar un paso al frente. En su palco, Bastian Schweinsteiger, jugador del Bayern y novio de la susodicha, festeja cada punto como si fuera un gol, pero enmudece porque la situación se tuerce de manera inesperada.

Cuando se ve contra las cuerdas, Safarova saca lo mejor de sí misma. Es zurda, lo cual ya le concede ventaja, y juega muchísimo a tenis, completa en todos los golpes y demoledora desde el fondo. Renace de forma autoritaria y enlza cinco juegos seguidos para ponerse por delante gracias a ese 7-5.

Ivanovic se derrite con el calor, lenta de movimientos y sofocada por el golpe. La segunda manga, además, se desnivela en el tercer juego y la balcánica tiene que ir a remolque porque pierde su servicio en el tercer juego. El partido tiene poco de brillante, un enorme carrusel de fallos en donde sale victoria la que menos comete. Safarova ya está en la primera final grande de su carrera.

Y eso que sufre para cerrar, tres dobles faltas en el eterno décimo juego que le obligan a un esfuerzo extra. Permite que Ivanovic le quiebre por esa inoperancia suya en el servicio e incluso desperdicia pelota de partido, dejando abierta la puerta para que entre la serbia y mantenga la esperanza. El problema es que Ivanovic tampoco está como para tirar cohetes y vuelve a conceder su servicio, un despropósito de fallos y gentilezas. A la tercera, Safarova sentencia y se reboza por la arcilla de la central. Tiene la oportunidad de su vida.