Buenos Aires

Una alegría para Nadal

El español gana a Berlocq y luchará por el primer título de la temporada en Buenos Aires. Su rival será Juan Mónaco

Una alegría para Nadal Reuters

Enrique Yunta

En su festejo, Rafael Nadal evidencia la tensión que ahora mismo agarrota su cuerpo. Él, que es leyenda viva de la tierra batida, sufre como nunca en su superficie, exigido más de lo esperado en las semifinales de Buenos Aires por Carlos Berlocq. Al final, aunque sólo sea por pura lógica, gana Nadal por 7-6 (7) y 6-2, un triunfo salpicado por las dudas, pero triunfo al fin y al cabo y que le permite luchar por el primer título de la temporada. Se medirá a su íntimo amigo Juan Mónaco, que antes frenó la progresión de Nicolás Almagro.

Por mucho que Nadal repita que va por el buen camino, inquieta verle sufrir en la pista y más si el rectángulo es de arcilla. Ha empezado el curso a trompicones –mal en Doha, atropellado por Berdych en Australia y desbravado en Río de Janeiro– y trata de encontrar una respuesta a ese comportamiento tan irregular.

Se abraza al argumento de la falta de ritmo por su carrusel de problemas que le dejaron casi en blanco durante la segunda parte de 2014, pero esta temporada ya ha consumido dos meses y Nadal sigue sin despegar. Del fogonazo en los cuartos ante Delbonis a la angustia de las semifinales contra Berlocq, 74 del mundo y que le tuvo contra las cuerdas en el primer parcial.

Después de desperdiciar todas las opciones de romper al argentino, Nadal se asomó al abismo en el juego decisivo. En un periquete, el local mandaba con 6-1 y dispuso de cinco bolas de set, pero desde la adversidad salieron los mejores golpes del balear, que se salvó por milímetros ya que uno de esos puntos que le daba la manga a Berlocq tuvo que ser corregido por el árbitro. Por momentos, Nadal se acercó a Nadal.

Pero se trata de eso, de fogonazos sin la continuidad deseada ante rivales del segundo escalón. Al poco de tomar la delantera, el número cuatro del mundo perdía su servicio nada más empezar el segundo set, evidenciando que la tarde estaba repleta de piedras. Y, por mucho que revirtiera la situación de inmediato, a partir de su rostro se descifra cierta ansiedad. Un título daría color al cuadro.

De ese inquietante 0-2 en contra se pasó a un rotundo 6-2 y se desvaneció Berlocq de forma natural, asfixiado porque se desfondó en el prólogo sin que el esfuerzo le reportara premio alguno. Tuvo buenos momentos, pero entendió que el despertar del gigante significaba su final, consciente de que Nadal es superior aún estando lejos de su tope. Y eso que hubo algún momento interesante en el zurdo, mejorados sus movimientos y algo más profundos los golpes desde el fondo de la pista.

Dominio sobre Mónaco

Camino ya de los 29 años, Nadal puede acabar con esos nueve meses de sequía. Desde aquel maravilloso domingo de Roland Garros que no da brillo a su palmarés y en Buenos Aires aspira a darse un regalo. Jugará contra Mónaco, su mejor amigo en el circuito y al que ha destrozado en cinco de los seis encuentros que han tenido. Todas esas victorias llegaron en tierra –la única derrota fue en cemento y por abandono del mallorquín–, un escenario en donde Nadal quiere volver a reinar.

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