Rio 2016 | Natación
Ledecky es infinita
Tras ganar la prueba de 400, repite oro en los 200 libres y se prepara para el triplete en 800

Apareció con su rostro pálido, con esos labios que son apenas un trazo y sus ligeras ojeras. Niña tímida. Ya. Apenas 1 minuto 53 segundos y 73 centésimas después, la campeona olímpica de 400 metros lo era también de 200 . Entonces, a Katie Ledecky se le vio un gesto humano, de agotamiento extremo. La sueca Sarah Sjostrom había peleado hasta la última gota de la piscina olímpica (plata con 1.54.08), como la australiana Emma McKeon (bronce, 1.54.92). Ledecky, que en teoría es una fondista, puede con todo. Empezó más lenta. Quinta en el primer 50. Segunda ya en el ecuador. Y primera en la barrera de los 150 metros. Sufrió más, mucho más que en la final de 400 , donde todo fue fácil. Ahora le queda la de 800, en la que nadie parece a su altura. La niña que en Londres 2012 asombró con 15 años, ya es la señora de la natación.
Nadie lo hubiera esperado en Bethesda, Maryland, su punto de partida. Como allí hace mucho calor en verano, Mary Gen decidió llevar a sus hijos a la piscina. Ella había sido nadadora. Y apuntó al mayor, Michael, y a la pequeña Katie a un curso. A Michael le gustó y con nueve años ya estaba en un equipo. Katie, Katie Ledecky, tenía seis años. Y quiso ser como su hermano. A nadar. En su lujosa casa familiar guardan un, hoy, increíble vídeo: se ve a la actual mejor nadadora del mundo en su primera competición. Fue incapaz de cubrir los 25 metros de la piscina. Se detuvo varias veces a toser agua y a ajustarse las gafas. Eso sí, si esos parones, su tiempo fue el mejor. Un aviso. Ahí se puso su primera meta: nadar esos 25 metros de un tirón. Antes de cumplir los 18 tenía ya un título olímpico (en el 800m de Londres), tres mundiales (400m, 800m y 1.500m) y cinco records del mundo. Ahora, en plena cosecha en Río de Janeiro, tiene más: el increíble oro en la prueba de 400 metros, cuando rebajó la marca en casi dos segundos (de 3.58.37 a 3.56.46) y oro de 200 de esta madrugada. Ledecky compite en el futuro.
Nada en ella habla de tal voracidad. Nació rica, aunque si olvidar su origen . Sus raíces judías. El Holocausto tachó a varios de sus familiares. Judíos checos. Y cuando dejó de gasearles el nazismo se les vino encima el comunismo. El abuleo de Katie, médico, huyó a Estados Unidos en 1947. Crió una familia de éxito. David, el padre de la nadadora olímpica, es un adinerado abogado de la firma Kirkland and David. Su tío Jon fue copropietario de los Washinton Capitals de hockey y de los Washington Wizards de baloncesto (NBA). Ahora lo es de los New York Islanders de hochey, el deporte preferido de su sobrina. Además del vídeo de su primera y truncada carrera en la piscina, Ledecky guarda fotos con famosos del deporte como Michael Jordan, que pasó por los Wizards como accionista. Su tío se formó en Harvard. Ella, que ha retrasado la matrícula por estos Juegos, irá a Stanford. Le encanta, dice, la política. La actualidad. Ella es una de las grandes noticias de Río.
Los ídolos iniciales de Katie fueron jugadores de hockey como Adam Oates y Peter Bondra. A la piscina llegó por su madre. Y su madre, por el abuelo, que se empeñó en construir una instalación acuática cubierta en Dakota, donde vivía la familia al principio. Dakota no es para nadar al aire libre. El calor apenas dura tres meses. De ese agua bajo techo comenzó a manar la enorme ola que es Ledecky. Con ocho años descubrió que tenía cierto talento. No era, y no es, ni la más alta, ni la más fuerte, ni tiene pies y manos como aletas. En el gimnasio apenas demostraba fuerza. Simplemente, nadaba mejor y más rápido. A los científicos del esfuerzo, Ledecky les ha hecho releer sus libros . No cuadra esa silueta discreta con el monstruo capaz de mover más agua que nadie y a más velocidad. Dicen que su secreto es la flotabilidad. Ledecky está hecha de corcho.
Se dio cuenta con 14 años. Fue seleccionada para los campeonatos americanos, unos meses antes de los Juegos Olímpicos de Londres. «Entonces me parecían tan lejanos. Pensaba que para ir a un campeonato así había que nadar a una velocidad de locos », contó. Ella no se creía tan buena. Michael, sí se dio cuenta. Ya en el instituto, su hermana pequeña le pasaba en la piscina. Eso lo han sufrido luego a muchos competidores masculinos de primer nivel. Cuando coinciden con Ledecky en el agua, algunos se desmoralizan. No consiguen dejar atrás a una chica insistente que parece avanzar sobre una tabla de surf. Hace un año, en el Mundial de Kazán, sumó cinco medallas de oro. Hizo lo imposible: dominó en todas las distancias, de los 200 a los 1.500. La más rápida y la más resistente..
La clave, aseguran los expertos, está en su estilo. Nunca deja de mover agua. Sus ciclos y sus patadas no tienen igual. Nadie puede soportar ese ritmo de hélice. Baja del minuto en series de cien metros como si nada. Así nada. Sola en tantas pruebas. En su primer oro en Río de Janeiro, el de 400, dio un salto en el tiempo al recortar la plusmarca mundial en casi dos segundos. Ahora ya tiene el título de 200. Y le espera el de 800 y quizá el del relevo 4x200. Phelps en femenino.
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