fútbol
Guardiola, ensimismado en el espejo
El ahora candidato independentista ha dedicado su vida a cuidar su imagen y sus ganancias
![Guardiola, ensimismado en el espejo](https://s3.abcstatics.com/Media/201507/22/pep-guardiola-seleccion--644x362.jpg)
No hay nada que preocupe más a Josep Guardiola i Sala (Santpedor, 1971) que la proyección pública de su imagen. Su pose como de asténico, aprendida de Lluís Llach , y esa especie de misticismo, como si estuviera de regreso de todo y nada de lo mundano pudiera afectarle, es de una hipocresía sin comparación imaginable y Pep no renuncia nunca a ninguna ganancia y sólo da la cara cuando es gratis.
Jugó con la selección cuando su proyección internacional dependía de ello y celebró con euforia los goles de España en el Camp Nou durante los Juegos de 1992 , cuando aquello formaba parte de su negocio, mientras, valientes o insensatos, algunos jóvenes independentistas se jugaban el tipo silbando al Rey y exhibiendo pancartas con el «Catalonia is not Spain». Sangre española corría entonces por las venas de Guardiola, sangre color de ganancia, tangible y concreta, y es así como siempre ha sido Pep.
Como jugador no dio la cara por Cruyff cuando le echaron, aunque él sin Cruyff no sería nadie, mientras algunos rompimos nuestro carné de socio y renunciamos a tribunas pletóricas con su infamante silencio de fondo.
Como entrenador presumió de no dar nunca entrevistas pero filtró a su conveniencia sin el menor rubor, y desentendiéndose encima de su filtración si luego generaba escándalo. Lo hizo conmigo, y tuve que enfrentarme a una querella del entonces presidente Rosell y que el propio Rosell retiró cuando comprendió de dónde y cómo había salido la información, y con qué cinismo Guardiola, que todo lo había provocado, pretendía pasar, una vez más, la señorita inmaculada. «Where have you gone, Joe DiMaggio? A nation turns its lonely eyes to you».
Pep es suficientemente astuto para saber que la rabia nos hace quedar mal pero demasiado mezquino para superarla. Fueron antológicos sus rodeos para tratar de disimular su amargura y preservar su angelical imagen de buen chico impoluto. Era capaz de decir, en una misma frase, que él nunca hablaba de los árbitros y que el Barça había perdido aquel partido por extrañas circunstancias.
Se fue del Barça culpando a los jugadores de autocomplacencia y vistió su marcha como si del Misterio de Elche se tratara, en la secuencia del descenso. Con los pobres resultados alcanzados en el Bayern ha quedado demostrado que era él, y no los jugadores, quien estaba acabado.
Desde su posición como elevada no se cansó de sermonearnos sobre compañerismo, pero la esposa de Tito Vilanova le prohibió la entrada a la habitación de hospital de su marido moribundo; iba de modesto pero se atribuyó sigilosamente todos los méritos, a través de una prensa embobada con su misticismo de puesto de feria, hasta el punto de que los jugadores del Barcelona son los primeros en oponerse a su hipotético regreso, hartos de que uno de los tipos más vanidosos y falsos que ha dado la democracia catalana les usurpara su trabajada gloria.
Guardiola está tan pendiente de su retrato que mucho más que la categoría le importa la pincelada y sólo puedes contar con él cuando le convienes o cuando para defenderte no tiene que pagar ningún precio. Si quieres saber si Pep estará, piensa en lo que podría ganar. Si quieres rastrearle tira del hilo de su beneficio y le hallarás. Todo en él está minuciosamente calculado.
Sin escrúpulos
Guardiola reflejado en cada espejo da la imagen de un tipo inteligente y frío, con unos intereses muy concretos y ningún escrúpulo, con su vanidad en el centro de su santuario particular. Sólo se atrevió a criticar a Rosell desde Múnich, en lugar de dar la cara desde el Barça cuando su revolverse habría sido letal, definitivo. Continuó siendo el primer entrenador del club cuando le fue retirada la presidencia de honor a Cruyff. Y en su postureo infinito ha decidido presentarse a las próximas elecciones autonómicas en Cataluña , pero para no salir, como si la democracia fuera un cosmético más de su frivolidad y una candidatura electoral lo mismo que una recogida de firmas en contra de la pesca ballenera.
Guardiola en cada espejo es un hombre corrompido de ensimismamiento, uno de esos generosos que llevan siempre el precio en el reverso, y sus jerséis estrechos y como descuidados son la metáfora de su alma del tamaño de lo que espera ganar en la próxima jugada.
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