Copa América

Messi, ante el gran día de Chile

El argentino quiere levantar su primer título grande con la albiceleste, que no gana la Copa América desde 1993

Messi, ante el gran día de Chile Reuters

Hughes

Se enfrentan en la final los dos mejores equipos de la competición. El partido confirma sus trayectorias. Chile es, desde hace años, una selección plenamente competitiva con una generación de futbolistas de nivel internacional; Argentina juega su segunda final consecutiva tras la de Brasil . Tiene los mejores delanteros, el generalato de Mascherano y, sobre todo, la madurez de Messi. Ante Chile debería confirmarse el avance del Tata Martino: un fútbol apaisado de mayor control y el acierto de encontrar en Pastore al compañero para la Pulga. Lo ha dicho el alto centrocampista parisino -un poco cortazariano-: «Con él uno sirve de poste».

Argentina tiene 14 Copas América, aunque no gana desde 1993 ; para Messi sería el primer triunfo con la absoluta. Chile no tiene ninguna , perdió las cuatro finales que jugó y en 24 partidos en la competición jamás le ganó a la albiceleste.

Pero tiene a Sampaoli , la condición de local y el belicoso ardor bien organizado. Quizás el exceso pasional, si no se mide, pueda ser un problema. Jorge Sampaoli , argentino, capaz de dirigir desde lo alto de un árbol. Les deja a los pupilos frases de Ernesto Sábato en el vestuario , una especie de «angst» rioplatense que hereda de Bielsa, autor del modelo. Los jugadores observan cuidadosos rituales: escuchan reggaeton y cumbia en el autobús y se cortan el pelo siempre un día antes del partido. Así salen luego.

El ambiente es excepcional. Puede decirse sin miedo a exagerar que es el partido más importante en la historia de Chile . El Estadio Nacional, con algo menos de 49.000 espectadores, es el que más partidos albergó en esta competición y tiene el aforo vendido. En internet se piden miles de euros por una entrada. «Revienta la reventa», titulaba alguien. La revista satírica chilena «The Clinic» ha sacado en portada a ET con el dedo índice en primer plano sugiriendo un «Cavani». «Prepárate, Messi», se lee debajo . En ese clima, resulta extraordinaria y muy original la propuesta de Menotti de retirar los himnos nacionales antes de los partidos.

Hay una vieja anécdota sobre esta rivalidad. Un argentino vacila al chileno: «Si querés os damos dos jugadores». Este, serio, le contesta: «Bueno, y nosotros te prestamos un ministro de economía».

Parar al 10

Argentina saldrá con su once de gala, con la única duda de Demichelis o Garay, afectado de problemas gástricos; Chile podría hacerlo con Medel, el «Pitbull», en el costado izquierdo para individualizar una marca temible sobre Messi . El resto del equipo es conocido. Acaba en el estupendo Valdivia, Vidal, Alexis y Vargas, el máximo goleador del torneo con cuatro dianas. Tres lleva Agüero, dispuesto a quitarle los honores. El árbitro será el colombiano Wilmar Roldán, que afirmó sentir «mariposas en el estómago». Ya puede esmerarse, durante la competición ha habido quejas de favoritismo a los locales y de permisividad con las patadas de corte traumatológico.

Sampaoli invoca todas las pasiones: la personal, la existencial, la táctica, la macha, la patriota , y Messi, que encendió ya la delantera en semifinales como el alumbrado de la Feria, puede enfriarlas todas con una sola de sus diagonales. Llega por la tangente y abre el gol. Como en ese verso de León Felipe: «Es cuando el niño inventa la tangente».

Messi, ante el gran día de Chile

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