fórmula 1
Choque de culturas entre McLaren y Honda
Los trabajadores ingleses y japoneses del equipo de Alonso no manejan los mismos ritmos y modos para trabajar
La idiosincrasia del país se refleja en la reticencia de los japoneses a pronunciar dos frases: «No» y «Te amo». Respecto a su resquemor a expresar el sentimiento de cariño, la literatura dice que los nipones no quieren soltarlo a la ligera, no desean halagar demasiado pronto a su pareja o no encuentran razones para comunicarlo en voz alta. Su tendencia a no saber decir que no a la primera tiene que ver con la singularidad de una cultura milenaria, extremadamente respetuosa y paciente. Japón es otro mundo, en la apariencia y en el fondo. Una sociedad que necesita crear confianza a nivel personal, que exige honradez en los tratos y calidad en el producto final. Ciudadanos de educación exquisita que hacen el signo de la paz de forma permanente y que consideran la reverencia hacia el otro como una parte integral de sus hábitos para decir adiós, hola o perdón. Este tratado costumbrista está detrás del choque cultural que hoy se vive en el equipo McLaren-Honda.
Hace unas semanas, el director ejecutivo de la escudería, Eric Boullier, afirmó en la web Autosport: «Ha habido un gran cambio en la cultura y la filosofía de la empresa, a todos los niveles». No era una frase hecha para salir al paso de la pregunta, sino una realidad que constatan las personas que rodean a McLaren-Honda. Los empleados que trabajan en la fastuosa sede de Woking (al sureste de Londres) han tenido que transportar parte de su ADN a Minato, el distrito de Tokio convertido en una especie de Silicon Valley industrial que, además de Honda, también acoge a Mitsubishi, NEC, Sony, Fujitsu y Toshiba.
Dos formas de verlo
Las personas que conocen el interior de la escudería de Fernando Alonso certifican que, en efecto, los japoneses no saben decir «no». La negación no forma parte de su cultura. Siempre es un sí o un tal vez envuelto en fórmulas adormecedoras. Mientras que McLaren ha construido durante décadas una estructura de trabajo inspirada en ganar, ganar o ganar, Honda ha preferido históricamente desarrollar conocimientos desde su interior sin importarlos del exterior. Es decir, no impone un método de trabajo, sino que utiliza su propio sistema: probar, explorar y aplicar. Los ingenieros de Honda esperan, piensan, procesan. Los de McLaren ejecutan a otra velocidad, sin tanto protocolo, al estilo europeo.
Uno de los cabos sueltos en las urgencias que hoy pueden acechar a McLaren es el recuerdo. Desde que se hizo oficial el fichaje de Alonso -el piloto que Honda quería-, la escudería británico-japonesa se encargó de propagar el pasado glorioso, los tiempos de vino y rosas en los que Ayrton Senna y Alain Prost abrumaban a la competencia en los años noventa para mayor gloria de Soichiro Honda, el creador de la multinacional en 1948. Por ese devastador efecto comunicativo que posee la F1, pareció que McLaren iba a ganar el título sin bajarse del autobús.
La realidad decreta lo contrario. El equipo está peor que nunca, avanza más lento de lo que todos quisieran y Fernando Alonso aún no ha puntuado después de siete pruebas. Eso sí, los japoneses han cumplido los plazos. Prometieron medio segundo de progresión en China, otro tanto en Barcelona y así sucesivamente. En Canadá no hubo nada, ni velocidad ni fiabilidad. El coche y su motor son de cristal. Alonso acumula tres abandonos consecutivos, como en 2001, cuando debutó en la F1 con el Minardi. Pero al español le sedujo siempre la cultura nipona, la filosofía paciente y ardorosa de los samuráis. Y hace un llamamiento a la calma. «Soy optimista. No sé cuándo, pero los resultados llegarán. Creo en este proyecto».
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