Ricciardo pierde la sonrisa

En menos de un año, Daniel Ricciardo ha perdido la sonrisa. El refrescante australiano que llegó a Red Bull para ocupar el volante de Mark Webber ha pasado en doce meses de ser la imagen dicharachera de la F1 a la mustia realidad de las derrotas. Sin éxitos, sin perspectivas de cambio en este Red Bull demacrado, Ricciardo es uno más.

Hace un año Ricciardo consiguió la primera victoria de su vida en Canadá, en un gran premio que anunció el relevo generacional. El australiano completó una magnífica temporada en Red Bull (tres triunfos) y aceleró la salida de Sebastian Vettel, frustrado después de cuatro títulos mundiales. Aburrido, el alemán se marchó a Ferrari.

Cambian las cosas muy rápido en la F1, tanto como decretan los flujos mentales y las ideas de los ingenieros diseñadores, el verdadero motor de este deporte. La asociación de Red Bull con Renault está condenada al fracaso . No confían los unos en los otros y el motor francés no responde.

Ricciardo acabó decimotercero en Montreal, muy lejos de cualquier batalla interesante, perdido en el pelotón. «Yo creí que habíamos tocado fondo, pero evidentemente no era así, dijo desconsolado la sonrisa menos duradera de la F1.