Odom, en estado crítico

Los otros juguetes rotos de la NBA

Como a Lamar Odom, a muchos otros talentos extraordinarios no les bastó con tocar el cielo del baloncesto

Los otros juguetes rotos de la NBA ABC

javier ansorena

Cuando su talento y sus inclinaciones por la mala vida empezaban a despuntar, a Lamar Odom le llamaban «Little Lloyd», en referencia a Lloyd Daniels , un diamante del baloncesto que salió, como elex jugador de los Lakers, de los partidos callejeros en Nueva York. Daniels era un escolta tirador de genio puro y espíritu libre, que tiró por la borda su carrera universitaria por darle al crack y que sobrevivió a tres tiros en una reyerta relacionada con las drogas. Los trozos de metal que le quedaron en el hombro no le impidieron peregrinar en varios equipos la NBA a comienzos de los 90, con partidos para el recuerdo intercalados en temporadas. También jugó en varios equipos europeos y dejó un gran recuerdo en el Scavolini Pesaro del eterno Walter Magnifico.

A Daniels lo rehabilitó John Lucas , un exjugador de la NBA que vivió en carne propia los problemas de las drogas. Lucas formaba parte de los Houston Rockets de mediados de los 80 que tuvieron hasta tres jugadores suspendidos por consumo de cocaína: Mitchel Higgins , Lewis Lloyd y él mismo. El de Lamar Odom, que pelea entre la vida y la muerte tras ser encontrado inconsciente en un burdel de Nevada, con sospechas de haber consumido drogas, está muy lejos de ser un caso aislado en la NBA.

Quizá el más trágico es el de Lean Bias . Fue el número dos del draft de 1986, del que salieron grandes estrellas de la época, como Dennis Rodman , Mark Price o Jeff Hornacek . Un día después de celebrarse el draft, el 18 de junio de 1986, celebró su fichaje por los Celtics con un contrato publicitario con Nike por tres millones de dólares. Al día siguiente, regresó a su residencia en la Universidad de Maryland, donde había jugado cuatro años, y esa noche su coche fue visto por la policía en un barrio marginal. Murió de madrugada de una sobredosis de cocaína, apenas 48 horas después de convertirse en jugador profesional.

Boom de la heroína

Era mediados de los años 80, en pleno boom de la heroína, la cocaína y el crack, que corrían como la pólvora en los barrios pobres de los que muchas veces surgen los grandes talentos del baloncesto. De la misma generación que Bias –el de 1986 fue bautizado como el «draft maldito»– eran Chris Washburn (número 3), William Bedford (número 6) y Roy Tarpley (número 7). Washburn apenas jugó dos decepcionantes temporadas en la NBA marcadas por su adicción a la cocaína (años después, reconoció que se puso hasta arriba la misma noche que murió Bias) y vivió como un yonki durante años antes de rehabilitarse. Bedford, peleado con las adicciones, tampoco cumplió con las expectativas en la NBA por su adicción, fue detenido por posesión de drogas varias veces tras dejar la NBA y acabó en la cárcel después de que le pillaran con once kilos de marihuana en 2001. Tarpley tuvo mejor desempeño en el parqué, pero nunca pudo despuntar del todo en la NBA, entre sanciones por conducir intoxicado y suspensiones por consumo de droga. Su carrera se relanzó en Europa, donde brilló en el Olympiacos que perdió la final de la Copa de Europa ante el Joventut en 1994 (Tarpley fue quien punteó sin éxito el célebre triple de Corny Thompson que dio la victoria al equipo español). Murió el pasado enero, cuando solo tenía 50 años. No se dio a conocer la causa de su muerte.

Talentos desperdiciados

La NBA no comenzó a perseguir el consumo de drogas «duras» –cocaína, heroína o LSD– hasta 1983. Pero la droga afectó carreras desde mucho antes. Un ejemplo es Marvin Barnes , un personaje excéntrico fuera de la cancha y dominador dentro de ella cuando se le antojaba, el enésimo ejemplo de talento desperdiciado. Jugó en varios equipos de la NBA a finales de los 70 y se estrenó como profesional en los míticos Spirits de San Luis. Otro fue Spencer Haywood , que compaginó su adicción a la cocaína a finales de los 70 con una exitosa carrera en los Seattle Supersonics y un anillo con los Lakers (1980).

Las drogas legales también limitaron el potencial de grandes jugadores, con especial protagonismo del alcohol. Chris Mullin , el eterno tirador de Golden State Warriors e Indiana Pacers, reconoció a su entrenador, Don Nelson, su alcoholismo cuando solo llevaba tres años en la NBA. Mullin se recuperó, algo que no consiguió Keon Clark , que reconoció no haber jugado nunca un partido sobrio. Acabó pasando por la cárcel por posesión de drogas y armas. El alcohol también fue el freno de fenómenos avasalladores, como Shawn Kemp , el matador impenitente de los Supersonics, o Vin Baker, al que el llorado Andrés Montes llamaba «La sombra». Baker llegó a promediar más de 20 puntos y 10 rebotes por partido en su época dorada a finales de los 90, pero su carrera descarriló por su adicción al alcohol.

Incluso los más grandes también han sido víctimas. Para algunos, Allen Iverson es el jugador con más talento que ha pasado por una cancha y podría haber llegado al nivel de Michael Jordan, Magic Johnson o Larry Bird. En 2010, en el ocaso de su carrera, hubo informaciones que hablaban de su alcoholismo, al que se le unían problemas con el juego y el divorcio de su mujer. Como el caso de Lamar Odom, cuando el brillo en el parqué desaparece, queda mucho más espacio para las sombras.

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