Euroliga
El fortín blanco, decisivo
Después de un inicio nervioso, el Real Madrid creció en la final al amparo de un Palacio que le llevó al título

Cuando quedaban cuarenta minutos para que comenzase la final en el Palacio de los Deportes, o Barclaycard Center en su denominación patrocinada, los hinchas del Olympiacos llevaban la voz cantante. Teñían ya de rojo una de las esquinas del pabellón y sus cánticos retumbaban en la grada. Pero con la salida del Real Madrid a la pista para el calentamiento todo cambió. [En directo, Madrid-Olympiacos]
A la peña Berserkers, la más madrugadora, se habían ido sumando madridistas en un constante goteo por todo el graderío. La afición blanca respondió al llamamiento que Felipe Reyes, capitán del Real Madrid, hizo tras ganar en semifinales, pidiendo que los hinchas blancos consiguiesen entradas como fuese para evitar que la afición visitante se hiciese fuerte en el feudo blanco, como sucedió el viernes con la ruidosa hinchada del Fenerbahçe.
Y vaya si las lograron. Se notó ya desde la presentación de los equipos, cuando se desplegó en el fondo una enorme bandera que plasmaba el deseo de la afición madridista: «Volveremos a reinar». Los jugadores del Olympiacos sintieron pronto la presión de la grada mientras que cada uno de los blancos fue coreado a los máximos decibelios que permitían las gargantas de su afición. A los del Pireo ya no se les escuchaba tanto como antes del calentamiento.
Al apoyo de la grada se sumó en el palco el de Su Majestad el Rey Felipe VI, que quiso acompañar al Real Madrid en su tercer asalto consecutivo a la Euroliga.
Después de un mal primer cuarto del Real Madrid, el aliento del Palacio resultó fundamental para ayudar a los de Laso a reducir la diferencia en el marcador e iniciar su reacción. Y cuando un triple de Maciulis puso al Madrid por delante se desató la locura. Una vez superado el susto del inicio, la afición blanca fue una con su equipo, atronando cada vez que Olympiacos buscó la canasta del Madrid, y estallando de júbilo cada vez que los blancos anotaron. Aunque la explosión de verdad llegó con la bocina que sentenció el título.
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