entrevista
Carolina Marín: «Quiero rozar la perfección»
«Desde pequeña ya soñaba en grande, quería ser campeona de todo. Soy testaruda y valiente», cuenta a ABC
No hay raqueta en Asia que pare la progresión de Carolina María Marín Martín (Huelva, 22 años), cuyo nombre artístico -Carolina Marín- se ha convertido ya en una referencia del deporte español. El público empieza a conocer el bádminton, sus reglas, las dimensiones de la pista, el vuelo del volante. Es gracias a esta andaluza enamorada del flamenco que contesta rápido y con monosílabos para atajar la conversación con ABC.
-¿Cómo es que se decidió por un deporte tan extraño?
-Fue por mi amiga Laura. Yo bailaba flamenco y era lo que más me gustaba en el mundo, pero Laura me dijo que probase el bádminton. Fui, lo conocí y me encantó. Tenía ocho años.
-¿Era una actividad extra escolar de su colegio?
-No. Jugábamos en un pabellón que había al lado de mi casa, en Huelva.
-¿Había alguna tradición o inclinación deportiva en su familia?
-Ninguna. Bueno, mi padre había jugado de joven al futbito, pero nada más. Nadie, ni mis tíos, primos o abuelos.
-¿Veían mucho deporte por la tele en casa?
-Tampoco. No era la típica casa que tiene los deportes puestos a todas horas. Al revés. A mí me chiflaba bailar flamenco y, como todos los niños, me encantaba ver los dibujos animados. Fue todo una casualidad, mi amiga Laura, el pabellón y el bádminton.
-¿Qué fue lo más difícil al empezar a jugar al bádminton? ¿La pista, la raqueta, la red, el volante?
-Era todo difícil. Lo más complicado fue coger la técnica del golpeo. Hay que practicar muchas horas hasta que el volante vaya donde tú quieres.
-¿Cómo podría explicar eso a la gente que no conoce su deporte?
-En el bádminton hay mucha técnica. Tienes que coger la raqueta de una manera determinada para golpear de una forma u otra. Si quieres que vaya de fondo a fondo, el drop, de delante a atrás, avanzar, retroceder…
-No tendría un fin de semana libre. No viviría las cosas que viven las niñas de su edad, las pandas, los novios, el parque…
-Es verdad. No tenía apenas libre un fin de semana porque siempre estaba jugando torneos, primero en Huelva, luego en la provincia, más tarde por toda Andalucía y al final por España. No echo de menos nada de mi adolescencia, ya que hice lo que más me gustaba: jugar al bádminton.
-¿Y cómo compaginaba la competición y los estudios?
-Con mucho esfuerzo. O jugaba o estudiaba. No hacía otra cosa. En el colegio me gustaban mucho las matemáticas. Cuando me vine a Madrid, con 14 años, me dejaron de gustar por cómo me las explicaban. También me motivaban los temas de biología y ciencias naturales. Era buena estudiante.
-¿Qué pasó con el flamenco?
-Lo tuve que dejar a los doce años. Con pena, pero también con alegría porque me centré en el bádminton. Siempre sentí pasión por este deporte.
-¿Cómo fue su traslado a Madrid con 14 años?
-Muy duro, mucho.
-…
-Fue una decisión complicada. Mis padres se estaban separando y dejarme marchar a 600 kilómetros con lo que tenían ellos. Encima siendo hija única. Pero yo les pedí que me permitiesen aprovechar esa oportunidad porque igual no se volvía a repetir.
-¿Qué encontró en la capital?
-Me instalé en una residencia muy antigua. Estaba en una habitación pequeña, en la que había una cama, una mesa, armarios comunes y ni televisión ni ordenador ni nada. No sé ni cómo mis padres me dejaron allí.
-¿Sufría?
-Muchísimo. Mis padres lloraban todas las noches cuando hablaba con ellos y yo les animaba. Solo quería entrenar y estudiar. Encima no sabía que se estaban separando, no me lo decían para no hacerme daño. Menos mal que una vez al mes bajaba a Huelva. Cogía el AVE y veía a mi familia. A los tres meses me cambié a una residencia nueva, en la que ya tenía televisión y ordenador.
-Cambió de vida con 14 años…
-Lo tenía claro que así debía ser. Fue una buena decisión. Hay que aprovechar las oportunidades.
-¿Es testaruda o valiente?
-Las dos cosas. Testaruda y valiente.
-También por esa época empezó a trabajar con un psicólogo.
-Fue cuando tenía 16 años. Pablo del Río trabaja en el Consejo Superior de Deportes y me ha ayudado mucho. Me aporta tranquilidad para jugar en la pista, fortaleza mental. Trabajamos mucho, hablamos. Hay técnicas para controlar los nervios, crear situaciones neutras. Todo se entrena.
-¿Es verdad que cuando empezó a jugar no destacaba nada?
-Es verdad. Era muy mala, pero muy competitiva. Me ganaban muchas niñas, pero yo siempre peleaba. He tenido un carácter luchador desde pequeña. Ahora ya no soy tan mala...
-¿Cómo se transformó en una número uno?
-Con muchísimo trabajo. Recuerdo una conversación con Fernando (mi entrenador). Le dije que quería mejorar, progresar, sentir que avanzaba y le dije también que, si se puede, me gustaría rozar la perfección jugando al bádminton. Le comenté que quería ser campeona de todo. Desde pequeña ya soñaba en grande.
-¿Qué es más importante para usted, la mentalidad o el juego?
-Las dos. Si te falta una, no llegas tan lejos.
-¿Se siente una pionera como Alonso, Santana, Nieto o Ballesteros?
-Sí, soy pionera del bádminton.
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