¿Dónde está el toro de Bilbao?

Iván Fandiño da la vuelta al ruedo con una impresentable corrida de Bañuelos

¿Dónde está el toro de Bilbao? fotos: afp/EFE

andrés amorós

En el día grande de las fiestas (certamen de bacalao al pil-pil, chistularis, bilbainadas), la corrida de toros resulta un fiasco total. Debuta en las Corridas Generales el ganadero Antonio Bañuelos: el de «los toros del frío» , de encaste Torrealta, que pastan –a veces, entre nieve– en tierras de Burgos. Los toros levantan protestas desde que aparecen, por su presentación; además, andan justos de fuerzas y no dan buen juego. Con este panorama, sólo Iván Fandiño se gana ovaciones, por su entrega y por dos grandes estocadas. No sorprende la actitud de Finito de Córdoba: nunca ha sido un «guerrero». Sí levanta una bronca muy fuerte la inhibición total de Talavante. Y muchas voces airadas se vuelven al palco, por haber autorizado estos toros, primero, y por no haber devuelto ninguno, después. Como en la antigua película, «las aguas bajan turbias».

Vuelve a Bilbao Finito de Córdoba, después de un «divorcio» que ha durado trece años. El primero, justo de presentación, flojea mucho, apenas lo pican, pero el presidente no lo devuelve y la polémica se aviva: «¿Así se defiende el prestigio de Bilbao?», clama una voz retórica. (Sigue latente el enfado por las decisiones de los dos días anteriores). Finito traza algunos muletazos aseados... pero sólo algunos. Todo queda lejos de lo deseable (o menos). Mata a distancia, a la segunda. No mejora la presentación del cuarto ni su fuerza. El toro se queda corto y a Finito no le va esta guerra: muestra su clase en algún muletazo hasta que el toro se raja a tablas. Mata con precauciones y... ¡hasta la próxima!

Gran estoqueador

Recibe Fandiño con firmes verónicas al segundo, que pega un salto en el caballo. Comienza con un inesperado cambiado; aguanta con valor las embestidas rebrincadas pero no logra evitar algún enganchón. Mata con guapeza y gran estilo, sacando la mano del centro del pecho (en eso, tiene ahora pocos rivales). Piden la oreja, que no se concede: ¿cómo igualar en premio esta faena con la de El Juli, el día anterior? : los errores se pagan. Da la vuelta al ruedo. Recibe con largas de rodillas y delantales al quinto, astifino, que embiste con suavidad. Se muestra decidido pero el toro transmite poco, se para. Vuelve a matar muy bien y hace un gesto al toro: ¡ahí te quedas! No ha triunfado pero se le ve recuperado de ánimo y, como siempre, gran estoqueador.

También protestan el tercero, poco picado. Talavante muletea con suavidad pero el toro no se entrega y la faena no remonta; muy pronto, desiste. Mata de un sablazo caído. El toro planteaba dificultades pero no advierto que haya hecho nada para intentar solucionarlas. El aburrimiento de la tarde se desborda en protestas al último, tan justo de fuerzas y deslucido como sus hermanos. Si se hubiera devuelto, hubiera abierto un horizonte de esperanza, pero no se hace... Se luce con los palos Trujillo , como siempre, aunque el toro le pone los pitones en el pecho. En un ambiente de desánimo, Talavante da tres muletazos (quizá me equivoco y han sido cuatro) y, entre el asombro general, entra a matar, con todas las precauciones. La bronca es descomunal . El toro no valía, desde luego, pero una primera figura del toreo, en su única actuación en Bilbao, ¿no está obligada a algo más? ¿No debe intentar lidiarlo y mostrar al público, por los dos lados, que el toro no sirve? Se ve que quiere competir Talavante con los más famosos diestros (pongan ustedes los nombres), especialistas en la brevedad de los trasteos. Me parece lamentable.

Los poetas del renacimiento se preguntaban: «¿Dónde están las nieves de antaño?» Esta tarde, por desgracia, me he preguntado dónde está el «toro de Bilbao». Y, también, dónde queda la responsabilidad lidiadora de algunos toreros.

Postdata. En el aniversario de la muerte de Manolete, que paralizó España entera, es justo recordar a «El Monstruo» (así lo bautizó K-Hito). Clamaba Foxá: «¡No nos lo merecemos!» Y Orson Welles, «el Genio», le dedicó este elogio: «He visto grandes faenas de Manolete pero no he conocido a ninguna persona que sea más grande, como hombre, que Manolete. Si yo fuera español, estaría orgulloso de haber vivido en el mismo siglo que él».

¿Dónde está el toro de Bilbao?

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