El Cordobés: «La niña que comía pan con pan me puso otra vez en el mundo»
El 14 de junio se encierra con seis toros en Parla en una corrida a beneficio del Banco de Alimentos. Objetivo: «Que ningún niño pase hambre»
«Hay más hambre en el mundo por falta de amor que de pan». La frase inmortal y rosa de Teresa de Calcuta ilumina el spot de la Federación Española del Banco de Alimentos y ha invadido el corazón de Manuel Díaz «El Cordobés», que lidiará el próximo 14 de junio, en el coso madrileño de Parla, seis toros a beneficio de los niños más necesitados. Padre de tres hijos, no olvida la cara de la pequeña que soñaba su propio bocadillo mágico y recuerda aquella época suya del «pan con pan».
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Preparaba El Cordobés a su hijos «la taleguilla con el sándwich y el zumo para el colegio», cuando un anuncio televisivo le quebrantó el alma: «Una madre le daba a su niña un bocata y le decía que se imaginara lo que había dentro. Dentro no había nada: pan con pan...» Hace una pausa. Aunque no pierde su eterna sonrisa, el espíritu solidario del toreo se emociona: «Me puso otra vez en el mundo, de pie, y me acordé de que yo de chico también sufrí carencias alimenticias». En la memoria: su abuela Dolores. «Recuerdo que ella cogía un trozo de pan y lo partía por la mitad, nos lo daba a mi hermano y a mí y nos decía que ella no quería, que ya había cenado. Cuando nos levántabamos de la mesa, se comía las sobras, pero ella prefería quitárselo para dárnoslo».
«La vida me puso muchas trabas: ser hijo natural de una figura y no tener su apoyo»
El matador madrileño pasó no pocas calamidades. «Yo estuve en la zona oscura», dice. Pero prometió sacar a su familia adelante. Y vaya si lo hizo, con solo una espada y una muleta. Rico ya, su humildad sigue intacta.
–¿Quién es hoy El Cordobés?
–Un torero que siente el cariño de la gente. Soy padre y marido gracias al toro. Hay algo fundamental: antes de torero soy padre. Y mis niños son felices porque tienen todo lo necesario para vivir. Pero sé que hay padres que lo están pasando muy mal. Lo hablo con mi mujer: debe de ser durísimo no darle a tus hijos lo mínimo y necesario. Yo tuve la suerte de encontrarme con mucha gente que me apoyó y me extendió su mano para llegar a donde estoy. Por eso quiero agradecer todo lo que me ha dado el toro con mi ayuda a los demás. Soy un altavoz más del Banco de Alimentos para que se sumen otras personas. Ofrezco lo que menos trabajo me cuesta: torear.
–Se juega su vida para regalar una mejor vida a los demás.
–Mientras estás en activo, la vida no es tuya, es del público y del toro, de tu profesión. El toro me impide hacer cosas normales, como ir a una comunión o a un cine el fin de semana que toreo. Mis hijos también sacrifican mucho por mí. Hay muchas profesiones arriesgadas, torero o camionero, pero nuestras familias están acostumbradas. Hemos conseguido dar ese punto de naturalidad a algo tan drástico y duro, como que puedes salir de casa y regresar herido.
«Lo que más deseaba de chico era tener un jamón»
–¿Asusta más enfrentarse a seis toros siendo padre?
–¿Sabe qué pasa? Lucho por dejarles un legado, que digan: «Papá no se habría aburrido, él hubiese luchado». Cuando les llevo a un festival, alucinan, se sienten muy orgullosos de su papi. Me ven como un referente, me paro con cualquier persona, ya sea un ministro o un mendigo. Quiero ser su ejemplo ante situaciones en que la vida les ponga a prueba, porque a veces es muy difícil.
–¿Qué fue lo más duro para usted?
–Tuve muchas carencias que otros chiquitos no tienen. La vida me puso muchas trabas. La primera: ser hijo natural de una figura del toreo y no tener su apoyo. Y luego, las vueltas que di hasta llegar aquí, hasta lograr que un Domingo de Resurrección me dieran la alternativa Curro Romero y Espartaco, nada más y nada menos. Empecé toreando por necesidad, pero se volvió una vocación. Ahora disfruto y es una auténtica pasión.
«Mi abuela Dolores me enseñó a leer con un periódico»
–Cuando ganó sus primeros dineros, ¿con qué soñaba?
–Lo que más deseaba de chico era tener un jamón, una tabla y una caña de lomo para liarme yo a partirlos en casa. Cuando pude comprarlos, cogía mi cuchillo y hartaba de jamón a todo el que venía. También me llamaban la atención esas vitrinas de los supermercardos con patés y quesos variados. Con mi primera tarjeta de crédito, me sentía como loco. Antes de eso, me recorría los museos del jamón de Madrid. Entraba, los veía colgados y me parecía el paraíso, quería que me cayese aceite para chuparlo. Y me compraba el barato, para que hubiese más.
«Lucho por dejar un legado a mis hijos, ser su ejemplo y que ayuden a los demás»
–¿Le gustaría que La 1 retransmitiese su encerrona del próximo domingo como la benéfica de El Juli en Cáceres?
–A mí lo que me gustaría es que Televisión Española retransmitiera corridas claves que siempre dio, como la Beneficencia o la de Asprona. Pero lo importante es que se llene la plaza, a precios populares, para dar a esos niños la mayor cantidad posible de comida. También quiero hacer un homenaje a todas las personas voluntarias que colaboran y en especial a los verdaderos héroes, a esas personas anónimas que apenas llegan a fin de mes y son capaces de coger un saquito de arroz, un paquete de galletas o leche en polvo para depositarla en el Banco de Alimentos. Quiero decirle a la sociedad española que estamos pasando por un momento difícil, pero que esto es como la película «Cadena de favores». Ojalá que yo pueda seguir ayudando mucho tiempo y que mis hijos se eduquen en esos valores.
Como broche de su solidaria faena, un mensaje para los políticos: «Debe de ser muy difícil gobernar un país, pero, por favor, menos carreteras y menos recortes en los comedores. Vayamos por baches, pero que los niños coman».