feria de abril
Con Victorino, vuelve la emoción
Ferrera pincha una gran faena a un toro de vuelta al ruedo y Escribano corta una oreja

Ha bastado que saltaran al ruedo los Victorinos para que todo el panorama cambiara. Son serios de presentación, encastados, desiguales de comportamiento. Al cuarto, magnífico, se le ha dado justamente la vuelta al ruedo. Ferrera tenía ya cortadas las orejas de ese gran cuarto, después de una excelente faena, pero ha pinchado. Escribano, con valor, ha cortado un trofeo de mérito al tercero. Nadie se ha aburrido. Eso debe ser una corrida de toros.
El primero de la tarde humilla (como harán todos sus compañeros), es noble pero le falta chispa. Ferrera liga bien los muletazos, se muestra muy profesional y mata con habilidad. El cuarto, «Mecanizado», de 544 kilos, cárdeno bragado, es un gran toro. Lo deja lejos del caballo y empuja bien, se aplaude a Grilo. Parea el diestro: sobresale el tercero, con un quiebro. En la muleta, el toro muestra su gran calidad: humilla, obedece, en algún momento hace el avión. Ferrera alarga las nobles embestidas, manda, liga, consigue series de naturales magníficos. «¡Gloria bendita!», comentan. Cuando lo cierra con torería, le tiran un sombrero. Algunos piden que no lo mate (sería excesivo). Tiene las orejas cortadas pero pincha dos veces. Se premia al toro, justamente, con la vuelta al ruedo y también la da, clamorosa, su matador.
El segundo humilla pero vuelve rápido, se acuerda de lo que deja atrás. El Cid está bien pero sin confiarse del todo, saca algunos derechazos con riesgo, alarga la faena sin necesidad y falla con la espada. El quinto exige gran firmeza; por la izquierda, busca. En la faena hay detalles de clase pero... Y vuelve a matar mal.
Comprometido quiebro
Banderillea Escribano al tercero: el último par, un comprometido quiebro al violín. El toro aprieta, prueba. Tarda en cogerle la tecla pero logra tres naturales buenos; a partir de ahí, vivimos una faena con altibajos pero muy emocionante. Entrando muy recto, deja una gran estocada: oreja de ley. El sexto embiste rebrincado. El tercer par de banderillas del diestro es un arriesgadísimo quiebro por dentro. El toro prueba, vuelve rápido, busca. Manuel está valiente; la pelea, en tablas, tiene emoción. Vuelve a matar bien. No ha redondeado el triunfo pero deja buena impresión.
¡Por fin hemos vivido una hermosa tarde de toros! Ya se ha visto: sin toros encastados, esta Fiesta no tiene sentido. Antonio Ferrera estará tirándose de los pelos por los trofeos perdidos; a la vez, feliz, por haber visto a la Plaza entera a sus pies. Victorino ha traído la emoción, lo que tanto hemos echado de menos. Esa es la «hermosa fiesta bravía» que cantó don Manuel Machado.
Posdata: los políticos siempre nos sorprenden. Pedro Sánchez –sin perder las vocales– ha enviado un mensaje «desde Soria, cuna de Machado». ¡Viva la erudición! ¿Por qué no puedo yo escribir «desde Sevilla, cuna de Vicente Pastor, Joaquín Bernadó y Cocherito de Bilbao»? También ha hablado, en el Parlamento, de «miembros y miembras». En el coso del Baratillo hay «exigentos» y «exigentas» pero también «triunfalistos» y «triunfalistas». Las reses de Victorino Martín han puesto de acuerdo a todos: cuando sale el toro bravo, el aburrimiento se acaba. Al final de la corrida, salimos, todos, «felizos» y «felizas».
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