«Y la casa crecía»: la ambición como condena

El teatro María Guerrero ha estrenado esta obra de Jesús Campos

Ana Marzoa, Ana Cerdeiriña y Juan Carlos Talavera, en una escena de la obra Marcosgpunto

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Comedia con ecos de Jardiel y el primer Mihura , parábola crítica sobre los peligros del desorbitado crecimiento económico, farsa social sobre la realidad y las apariencias, fábula costumbrista sobre las ambiciones convertidas en condena, surreal desparrame que mezcla ecos de Ionesco y misterios sacros… « Y la casa crecía » baraja todo a ese torrente de referencias en progresivo crescendo como vigas de una curiosísima pieza en la que Jesús Campos va inflando una idea bastante original hasta llegar a los límites del estallido en un final tan sorprendente como delirante.

«Y la casa crecía» (***)

Texto

dirección y escenografía: Jesús Campos García. Iluminación: Juan Gómez-Cornejo. Vestuario: María Luisa Engel. Intérpretes: Juan Carlos Talavera

Una pareja visita un palacete suntuosamente decorado que se alquila y, aunque el caserón parece por encima de sus posibilidades, la cuota mensual es sorprendentemente barata; su propietaria, una señora viuda que quiere abandonar cuanto antes ese lugar donde fue feliz sólo les pone una condición, que se ocupen de la limpieza y el mantenimiento de la mansión. Ambos aceptan encantados vivir en tan singular entorno y, poco a poco, la tarea encomendada se convierte en una ocupación obsesiva e inacabable pues, literalmente, la casa empieza a crecer a lo ancho y a lo alto y las habitaciones, llenas de riquísimos objetos, se multiplican. Las sucesivas visitas del fantasma del marido muerto, el administrador, el hijo y heredero del matrimonio y la policía van añadiendo complejidad a un argumento con las costuras a punto de estallar.

Campos dirige con amenidad su invento sobre una vistosa escenografía a todo lujo salida también de su magín, transitando del humor costumbrista codornicesco a la ironía surrealista y desembocando en el disparate sarcástico. Un espectáculo divertido y desigual, con el vestuario de María Luisa Engel a tono con la escenografía y unas eficaces interpretaciones afinadas en tono de farsa. Da gusto volver a ver a Ana Marzoa sobre las tablas en el papel de la señora y la bien modulada composición de Juan Carlos Talavera junto a Ana Cerdeiriña como la pareja esclava de la casa; estupenda también la asistenta cubana que encarna con brillantez Marilyn Torres.

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