CRÍTICA DE TEATRO

«Muñeca de porcelana»: la lección del maestro

José Sacristán y Javier Godino, dirigidos por Juan Carlos Rubio, interpretan la nueva obra de David Mamet

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Tres meses después de su estreno en Broadway llega a España la última obra de David Mamet , « Muñeca de porcelana », una ácida prospección en ese mundo exclusivo, y quimérico para el común de los mortales, de gentes acostumbradas a mover fortunas y voluntades con una llamada de teléfono. Viene a ser como una partida de ajedrez en la que se juega con ominosas piezas invisibles; la mantiene Mick Ross , un multimillonario corrupto, con varios interlocutores por vía telefónica. Acaba de comprar un avión a su joven amante, junto a la que piensa retirarse, y el aparato ha sido inmovilizado tras aterrizar en Canadá; un fastidio, tal vez un error, que el veterano tiburón espera resolver con un par de llamadas en las que apenas amaga con mostrar sus fauces de escualo que se las sabe todas.

Mamet utiliza el episodio del avión como pretexto , es el preciso copo de nieve que desencadena el alud, la ficha que inicia la jugada del mate. Ross despliega su estrategia ante la atenta mirada de Carson, su eficaz asistente, al que brinda complacido y paternalista una lección de cómo se maneja el poder. Es un capo financiero forjado en otros tiempos en los que acumuló las claves, la experiencia y los secretos con los que ha amasado su fortuna. Una turbia madeja de complicidades, asuntos sucios, mentiras y favores con la política como manta bajo la que se esconde el tinglado. El autor distribuye con pulso realista todas esas notas en una partitura tensa y veloz en la que percute un amenazante zumbido de fondo que advierte de la condición de fábula sobre una realidad inquietante que tiene lo que se narra.

Ross alberga la fascinación de los personajes oscuros , repugnantes y temibles pero atractivos por su fuerza y astucia, y también porque mantiene cierta dignidad en la caída cuando comprende que su tiempo puede haber pasado y que la lealtad es una moneda caduca. El papel es casi un monólogo que mezcla a ritmo vivísimo las conversaciones con quienes están al otro lado de la línea telefónica y las incesantes indicaciones al alumno Carson. José Sacristán lo dibuja con golpes certeros y secos, marcando la transición de la megalomanía a la cautela con la pericia de quien antes ha sido Willy Loman, ese contratipo del todopoderoso Ross que creó hace casi setenta años Arthur Miller , uno de los referentes teatrales de David Mamet . Le sirve de frontón, todo oídos y marcando atinadamente el recorrido emocional del personaje de Carson, Javier Godino .

Suena muy bien la versión de Bernabé Tierno quien coincidió con Juan Carlos Rubio en «Razas», un Mamet anterior, también estupendamente servido. El director plantea un montaje de latente desasosiego que va tensando su ritmo en un crescendo bien medido y cuya resolución demande tal vez mayor energía trágica. La escenografía de Wilmer y la sobria iluminación de Guerra perfilan el frío y controlado universo en el que se mueve Ross.

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