CRÍTICA DE DANZA
Ballet Nacional de Sodre, Uruguay: juventud y repertorio
La compañia que dirige Julio Bocca ofreció un programa con coreografías de Jiri Kylian y Nacho Duato

Julio Bocca es un hombre con las ideas muy claras. Lo demostró ya en numerosas ocasiones cuando era bailarín y lo sigue probando ahora al frente del Ballet Nacional de Sodre, Uruguay , que dirige desde hace seis años, y al que ha dado la vuelta como un calcetín en este tiempo hasta convertirlo en una referencia dentro del mundo de la danza en Iberoamérica. Y esa transformación se debe, en buena parte, a su tenacidad y a ese carácter firme y convencido del artista argentino, que tuvo mucho que ver, hace ya cerca de veinte años, con la explosión del ballet en su país natal.
Y convencido como está del camino que está siguiendo, no le ha importado, para mostrar el estado actual de su compañía, presentar dos programas muy distintos; un clásico, « Copppelia », en el primero, y coreografías de Jiri Kylian y Nacho Duato , en el segundo.
El repertorio de éste lo conoce perfectamente el público madrileño; ha sido el plato principal de su menú en los últimos veinticinco años, y lo ha visto bailar muy bien. También lo ha hecho en esta ocasión. El Ballet Nacional de Sodre se muestra como una compañía extraordinariamente sólida y disciplinada, con una técnica robusta por parte de sus bailarines y, a la vista de los resultados de este programa, dúctil y flexible.
Son « Petite mort » –una verdadera joya de Jiri Kylian sobre dos acariciadores conciertos para piano de Mozart– y « Without Words », creado por Nacho Duato en 1998 para el American Ballet Theatre, coreografías que exigen de los bailarines un trabajo más artístico que técnico, actitud física más que facultades; los jovencísimos bailarines del Sodre las interpretaron con respeto y atención, aunque sin la hondura, la profundidad y la concentración que solo la madurez de los años aportan. Más felices y sueltos se les vio en « Sinfonietta », una coreografía sobre la partitura homónima de Janacek, y que es un auténtico festín de energía y vitalidad. Ahí se pudo comprobar el talento y las condiciones de los miembros de la compañía, que supieron dar carácter y brío a la pieza.