Entrevista

Jordi Sabatés, mucho más que un pianista de jazz

El músico barcelonés presenta en directo su disco «Maverick», que un compendio de su ecléctica carrera que alcanza los 50 años

Jordi Sabatés JUAN MIGUEL MORALES
Pablo Martínez Pita

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Las sedes de la SGAE en Madrid (25 de marzo), Valencia (30 de marzo) y Santiago de Compostela (5 de abril) cederán su espacio para la presentación, en forma de concierto, del nuevo disco de Jordi Sabatés (Barcelona, 1948), titulado «Mavercik» , que coincide con la celebración de sus 50 años de carrera.

En estas cinco décadas, este pianista que huye de las etiquetas ha forjado una carrera algo más que impresionante. Uno de sus mayores hitos fue la publicación, en 1974 y junto a Tete Montoliú , del álbum «Vampyria» , una de las piedras angulares del jazz en España. Además, posee el Premio Nacional del Disco 1983 a la «obra más destacada por sus valores culturales y artísticos» por «The Ragtime Dance. Jordi Sabatés recuerda a Scott Joplin» , y la revista señera del jazz «Down Beat» calificó «Jordi Sabatés, Solos de Piano. Duets amb Santi Arisa» con cinco estrellas y el título de «Obra Maestra».

Pero no solo de jazz se nutre su inspiración, porque ha entrado como pianista eléctrico en los terrenos del pop, el rock o la psicodelia («Ocells del més enllà», de 1975), ha compuesto música para obras de teatro y películas; también para los espectáculos «"Keatoniana": Un sueño de Buster Keaton» (1997)», basado en una breve farsa de García Lorca, y «A propósito de Bola de Nieve», dedicado al legendario músico cubano; ha grabado para programas de televisión y con artistas como Maria del mar Bonet...

Ahora, con «Maverick» presenta diecinueve canciones para dar cabida a ese torrente de influencias que parece que le desborda. «Yo no soy un painista de jazz -nos explica-. Empecé de muy pequeño con la música clásica, y para mí el jazz es muy importante, estoy muy orgulloso del trabajo que he hecho en este terreno, pero es que todos los temas que interpreto son míos, nunca he hecho estándares de jazz. Doy conferencias sobre el tema, pero entre mis influencias se encuentran tanto Mompó como Bach. He tocado con Tete Montoliú o Chick Corea , pero en mí hay una línea secreta que intenta engarzar estilos distantes. Por eso este disco se llama «Maverick», que es una res no marcada. Huyo de las etiquetas.

¿Cómo se combina todo eso?

He llegado a una fusión, aunque no me gusta esa palabra, más bien coexistencia o cohabitación en el mismo espejo de temas muy misteriosos y mágicos con temas muy vitalistas. En este disco hay algo de Scott Joplin, porque hay un ragtime compuesto por mí. Siempre digo, como una pequeña broma, que hay varios ectoplasmas, que son pianistas de jazz que yo he fagocitado como Jelly Roll Morton, James P. Johnson, Count Basie y la música que se hacía en Harlem, que es muy difícil de tocar, el «stride». Pero también hay piezas dedicada al Principito, a Buster Keaton... Todo esto es un poco engorroso de explicar y entender. Poseo una estética que la gente que me sigue sabe en el segundo acorde que el tema es mío.

Por eso «Maverick» tiene tantas canciones, para dar cabida a toda esa creatividad diferente.

Hay un hilo secreto evidente, porque incluso cuando hago un ectoplasma de Count Basie es según la visión que tengo de él.

¿Hay improvisación?

Sí la hay, y en los cánones de las escuelas de jazz de Berklee, pero también de cosecha propia. Hay fraseos del bebop, que por suerte me los enseñó Tete, y lo he introducido en mis armonías. Digamos que hay un 30 por ciento de improvisación.

¿Cómo era Tete Montoliú?

Con él me he reído hasta decir basta. Hay gente con la que tenía una relación más difícil, pero yo era para él como un hermano menor. Estábamos juntos hasta las tantas de la madrugada, tenía salidas geniales, y le gustaba mucho mi música. Recreaba mis temas, siempre para mejorarlos. Era un jazzista genial, de los más grandes.

Llama la atención que fue usted profesor de física teórica en la Facultad de Barcelona. ¿Tiene alguna relación esta materia con la música?

Nada. Estudié la teoría cuántica de campos, porque me fascinaba Einstein. Pero he trabajado mucho en el mundo del teatro, y lo que se dice que inventó David Lynch, aunque es anterior, eso de mezclar varias personas en una sola, esto es la misma idea de la física cuántica. A posteriori he descubierto que el teatro moderno va mucho por ahí, te ayuda a saborear más las posibilidades de que una persona puede ser una mezcla de mitos, de reacciones diferentes dependiendo de las circunstancias. Y esto es la materia de la física cuántica.

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