Desalia, un festival por y para el carpe diem
El festival celebró en Portugal su undécima edición con un cartel más festivo que musical

Es un festival diseñado por y para el carpe diem, donde la música es una coartada para poder gritar «vive ahora» , que es precisamente su lema, su espíritu. Más de diez años lleva celebrándose Ron Barceló Desalia con esta pretensión y por el momento no se le ha agotado la batería. Bastaba ver los rostros de los más de mil jóvenes exhaustos que abandonaban en autobús el recinto el pasado martes uno de mayo...
En esta onceava edición, el festival tomó la costa portuguesa durante cinco días, en un enclave paradisíaco como es Zmar, un camping ecológico situado en Zambujeira do Mar . Allí, más de un millar de jóvenes disfrutaron de una programación repleta de ocio. Ya se sabe: fiestas temáticas (Glow Party, Wild Wild Fest), talleres (como el desarrollado por el ilustrador Dirty Harry), actividades al aire libre, y mucha música, de sol a sol (a pesar del viento).
El cartel de festival confirmó la tendencia que lleva siguiendo la organización desde hace años: el final de las fronteras entre la escena independiente y la mainstream . El resultado fue un cóctel musical que bailaba entre el rap, el trap, lo pop y lo independiente. Se pasearon por allí los chicos y chicas de Operación Triunfo : Ana Guerra, Roi, Agoney, Miriam y Cepeda levantaron su carisma a un público joven que coreó sus interpretaciones y rió las gracias de los chistes internos que todavía quedan de su paso por la academia.
Viva Suecia, en las antípodas, logró lo mismo: el último gran fenómeno del «indie» español, los «chicos malos» del festival , también consiguieron encandilar, sobre todo a la parte más veterana del público. Y más allá, Dellafuente, Beret (que llegaban exhaustos del Viñarock y más exhaustos se fueron tras una actuación entregadísima), Elyella (que recordaron, entre sonidos electrónicos, que «no es no» mientras rugía la multitud), Kiido… Todo esto trufado de n umerosas performances de bailarines y acróbatas para quedarse ojiplático.
Pululando entre las piscinas, la zona VIP y la carpa de los conciertos se podía ver a la flor y nata de la jet set millenial : los actores Anna Castillo , Jon González y Óscar Casas, la modelo Lucía Rivera e influencers como Mery Turiel y Marina Yers. Porque Desalia no se celebró solamente en un camping portugués, sino que existió también de forma paralela en Instagram , donde una foto de una celebritie posando en el festival es la mejor de las estrategias de marketing.
Los días son largos en Desalia aunque empiezan tarde: «Aquí la gente empieza a pedir copas después de come r », cuenta uno de los camareros. A las cinco de la tarde ya está la piscina llena de gente bebiendo y bailando, todos en alpargatas, bañador, bikini, gafas de sol, algunos sin camiseta. Aunque podría parecer una escena ibicenca en agosto, soplaba una brisa atlántica que no invitaba a la manga corta.
Dice mucho de Desalia su régimen de comidas. El desayuno se servía hasta las 11 de la mañana, pero por el comedor no aparecían más que algunos periodistas y los organizadores del evento. Sin embargo entre las 4:30 y las 6:30 de la madrugada, cuando se llamaba a la recena, manadas de jóvenes engullían los restos de la cena sin soltar el mojito. Muchos seguían luego la fiesta entre las casetas del cámping.
Los únicos portugueses que había en Desalia eran los guardias de seguridad y el periodista musical Pedro Paulos. Como reflejan los datos de la plataforma StubHubb.es, los españoles somos uno de los pueblos más festivaleros del mundo . Pero nuestros motivos no son musicales, pues más del 63% de los españoles afirma ir a los festivales por el ambiente antes que por la música. Desalia fue un claro ejemplo de ello y el año que viene volverá a llenarse de españoles con más ganas de fiesta que de conciertos.
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