Paul Weller, pletórica madurez sonora
A sus 57 años, el músico británico mantiene pegada, como en los 70 con The Jam y en los 80 con The Style Council
Icono mod por excelencia (apodado por la prensa como "the Modfather"), Paul Weller es todo un gentleman de la canción y un puntal de la armada de la música del Reino Unido. El británico venía bajo el brazo con un disco elegante y muy resultón, " Saturn Patterns " (2015), que se mueve en el rock más contundente y combina a la perfección pop, baladas y cierto espíritu libre. Un disco que le devuelve al candelero.
Y es que no es para menos, porque a sus 57 años, Weller está más vivo que nunca: sobrio y natural con sus canas, con su flequillo al lado, con una delgadez que lleva con soltura, con una sencillez que luce en sus pantalones grises y su camiseta negra de manga larga lisa.
Paul Weller vive tranquilo, se le ve en paz, lo cual no deja de sorprender y agradar en un mundo en pleno caos. Y más aún, Weller luce radiante y sigue siendo un as en la manga. Se codea con músicos jóvenes (¡menudo batería!) y con auténticos talismanes de su carrera musical en solitario, como su gran bajista o el guitarrista Steve Cradock (una de las cabezas pensantes de los Ocean Colour Scene, una banda continuista de su sonido y a la que apadrinó en su momento). Una banda que da fe de los ángulos que tienen sus canciones.
Venía con pegada de tocar el pasado domingo en Glastonbury , en casa, y defendiendo con soltura un repertorio muy similar al que tocó anoche en Madrid. Pero qué gusto ver a una banda pletórica. Donde todo encaja, donde los coros hacen piña. Sobriedad escénica pero sonido radiante. Y es que los músicos británicos juegan en otra liga. Una liga de campeones.
Un Paul Weller feliz
En las últimas entrevistas confesaba que se sentía feliz. Y no hace falta que lo jure. Está radiante y viviendo una segunda juventud. Sabe codearse con lo mejor. En La Riviera se sintió cómodo, agradecido al público madrileño, al que echaba de menos después de tanto tiempo. Y supo estar próximo, cercano, con un público afín a su quinta en gran mayoría, que vibró a lo grande, sin contemplar el sofocón madrileño. Y Weller en su salsa, con una banda que le cuida, que le arropa, un quinteto musculoso, que le protege instrumentalmente a la perfección y hasta en coros. Combina el equilibrio perfecto en su banda, bajista y guitarra de su quinta con percusión, batería y teclado en plena veintena.
Todo rodaba a la perfección. Y eso sin que La Riviera reventase o sin que el sonido se perdiese por la estratosfera. Los grandes sólo lucen jugando su juego bonito, sus canciones, defendidas con elegancia y clase. La que tienen temas como " You Do Something to Me ", " Whirlpools’ End " o rescatar canciones clásicas como " That’s Entertainment " o " Start! " de The Jam. Todo encajaba.
Apertura con concesiones al último disco, con ese temazo que es " Long Time ", pura furia rockera, y que riff tan pegadizo. Para a continuación ganarse a la audiencia con un " This Changing Man ". Entre medias, tiempo para recorrer su lado más soul (" Broken Stones "), su toque más rythm n’ blues o el toque más pop, incluso tocando el easy listening, y el cuasi acid jazz de " Above the Clouds ". Un repaso en toda regla a su carrera, especialmente al " Heavy Soul " o a " Stanley Road ". El colofón final, con " A Town Called Malice " de The Jam, fue la apoteosis. O como cerrar el círculo con la canción precisa, con el clásico insustituible, y bailable. La vida sin música es menos música. Y Paul Weller puede presumir de un directo redondo. Pocos músicos con su edad pueden ser tan fieles y coherentes a un sonido y a una coherencia. Conciertos de esos memorables, que instalan una sonrisa en tu rostro, a pesar de hecatombes continentales.
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