Sónar 2015, ocio y negocio en el paraíso digital
El festival barcelonés refuerza su condición de cumbre creativa y tecnológica
Al Sónar siempre se le ha dado especialmente bien cambiar de pellejo, modificar su estructura a su antojo y, en fin, convertir la innovación en uno de sus rasgos distintivos. De ahí que no sorprenda que la cita barcelonesa se haya decidido a dar carpetazo a la idea tradicional de festival para abrazar «un modelo de acontecimiento 360 grados que conecta música, creatividad y tecnología». El ocio y el negocio, juntos y revueltos en la gran cumbre internacional de las músicas avanzadas y sus cada vez más variadas ramificaciones.
«Al Sónar ya no vienes sólo por el aspecto cultural o lúdico: ahora puedes venir a formarte, a intercambiar ideas y a hacer negocio», confirmaba Ricard Robles, codirector de una cita que llega el jueves, 18, a su XXII edición con casi tantas actuaciones (143) como actividades agrupadas entorno al congreso de industrias creativas digitales Sonar+D (unas 150).
Con todo, y pese a lo abultado de ese programa extramusical con el que el festival parece querer convertirse en la réplica hi-tech y panorámica del MWC, la música sigue llevando la voz cantante. Máxime cuando el cartel propone una ajetreada excursión a través de la electrónica de masas, el pop con ribetes sintéticos, las penúltimas mutaciones del hip hop, la nostalgia de los ochenta, los espectáculos tecnológicos y los nuevos fenómenos del universo digital.
Una travesía en la que los británicos The Chemical Brothers, de estreno con el montaje del inminente «Born In The Echoes» , pondrán la brújula a ritmo de big beat, y el estadounidense Skrillex la orientará hacia su hormigonera de dubstep, EDM, electrónica a borbotones y, en fin, fiesta sintética elevada a la enésima potencia.
Una línea de ataque infalible tras la que el Sónar ha ido construyendo un programa que lo mismo picotea de los new romantics de los ochenta para cazar a Duran Duran tras una década de ausencia; consagra la adictiva rareza de FKA Twigs, nueva diva del pop retorcido y avanzado; abriga el retorno de la ex Moloko Róisín Murphy tras ocho años de silencio; o se rinde al torbellino hip hop de A$AP Rocky.
Un buen puñado de razones al que hay que sumar clásicos de la abstracción como Autechre; perversos inclasificables de la talla de los sudafricanos Die Antwoord; promesas emergentes como el venezolano Arca, productor del último disco de Björk; fenómenos locales como PXXR GVNG; y habituales de la pista de baile como Erol Alkan, Scuba, Tiga y Maya Jane Coles.
En el apartado de los números, el Sónar espera moverse en unas cifras de asistencia similares a las del año pasado y echar el cierre bordeando con los 110.000 asistentes. Lo que sí que crece de manera significativa es el presupuesto, que se sitúa en los 7.850.000 euros -algo más de un millón que el año pasado-.
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