Katy Perry, la princesa del pop para todos los públicos
La cantante californiana estrena gira europea en Barcelona en la que será su única actuación en España

La última semana, ese lapso que va de su pirotécnica y espectacular actuación en la Superbowl al ninguneo, una vez más, que vivió en la gala de entrega de los Grammy , parece resumir bastante bien lo que ha sido la carrera de Katy Perry desde que asaltó la listas de ventas con la lúbrica y carnal «I Kissed A Girl» y se sumó a la cada vez más concurrida lista de aspirantes a diva contemporánea del pop. He aquí una estrella del pop de dimensiones colosales a la que, sin embargo, aún se le sigue poniendo algún reparo.
Nadie duda de que, con sus millones de discos vendidos, sus récords de seguidores en Twitter y su impacto global en más de un centenar de países, la californiana es uno de los grandes atractivos del pop de masas, pero algo falla cuando ni siquiera la propia industria que la aupó parece tomársela demasiado en serio y le vuelve a negar cualquier reconocimiento. Así, en apenas siete días, Perry pasó de encandilar a más de 100 millones de espectadores apareciendo sobre un gigantesco león dorado en el estadio de la Universidad de Phoenix a salir de vacío del Staples Center por ¡decimotercer! año consecutivo.
Una espina del tamaño del estado de California que la cantante estadounidense podrá quitarse esta semana con la llegada a Europa de «The Prismatic World Tour», monumental gira que acumula ya más de setenta actuaciones en Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Australia y México y que el lunes aterriza en el Palau Sant Jordi de Barcelona en la que será su única actuación en España. Una buena oportunidad para pasar página y exhibirse sobre el escenario como esa anomalía pop a la que, cada vez queda más claro, la industria no sabe muy bien donde colocar.
Y es que, sin el descaro provocativo de Miley Cyrus ni el respetable ingenio de Madonna ; sin las producciones que dan lustre a Beyoncé ni la carnalidad desatada de Rihanna , a Perry no le queda más remedio que jugar la baza del single adictivo e interpretar el papel de princesa del pop apto para todos los públicos. Una suerte de cruce entre la primera Britney Spears y la última Taylor Swift , entre el pop colorista e inofensivo y la picardía hábilmente camuflada, que, eso sí, se traduce en cifras de ventas mareantes y maratonianas giras como la que servirá para presentar «Prism» , su cuarto trabajo.
Cuarto que publica, sí, aunque tercero que Perry, hija de dos pastores evangélicos y criada en un estricto ideario religioso, lanza al mercado desde que descubrió el pop, se deshizo de Katy Hudson , nombre con el que grabó un primerizo disco de gospel, y abrazó el estrellato pop por obra y gracia de «One Of The Boys» . Más tarde llegarían los escarceos entre el pop y la pista de baile, las pinceladas electrónicas, el impacto de singles como «Firework», «California Gurls» o el más reciente «Roar» y, cómo no, los estilismos imposibles y los constantes cambios de tinte de pelo. Una ligera concesión a la rebeldía estilística que, sin embargo, no impide ver a Perry como lo que realmente es. Esto es: la princesa Disney del pop masivo.