Los Punsetes toman por asalto el cielo del «indie» español

En una abarrotada hasta lo incómodo Joy Eslava, la banda hizo la ansiada presentación madrileña de su cuarto disco

javier villuendas

Los Punsetes ayer lo petaron, literalmente, y el inevitable karaoke tuvo lugar. No podía ser de otra manera, con el arsenal de himnos (y de excusas) que maneja el grupo, con la muchedumbre típica de un «sold out» madrileño, con las ganas de Punsetes que se tenían en la capital, en su casa, ayer se vivió un concierto que tiene trazas de convertirse en un hito existencial en la trayectoria de un grupo, que alcanza ya a un público ciertamente amplio, un gran séquito festivalero. Y es que este verano la banda, que tiene muchas ganas de tocar, según nos contaron, seguro que estará bastante arribita en los carteles de las plazas más importantes.

En la presentación en la Joy Eslava madrileña de su cuarto disco, «LPIV», no cabía ni un «indie», gafapasta, «hipster», funesto nihilista, moderno sin fuste, moralista madridista, alfiler simple o cualquier cajón de sastre etiquetero que se quiera más. Y es que el tropel en el foso casi no podía ni bailar, de tan amontonada que estaba la gente. Un auténtico éxito esta infernal incomodidad, signo de que han subido un escalón de popularidad, y que se evidenció por primera vez con toda su fuerza cuando llegó «Alférez Provisional», con todo el gentío sepultando la voz de Ariadna, que para la ocasión se había disfrazado como un cactus/planta blanco. Luego se convertiría en tallo, con la cara enmarronada como si fuera tierra y los pelos como raíces. Guapísima, sin segundas.

Entre las que fueron cayendo, destacaron «Los cervatillos», «Pinta de tarao», «Dinero» y «Tráfico de órganos de Iglesia» («He estado en situaciones inauditas, he visto mezclar cerveza con licor 43»). También encandiló la dupla «Tus amigos» («pasa de ellos y ven conmigo») y «Mis amigos» («lo pasaron mal y nos lo hicieron pasar mal a los demás»). El sonido era un poco mazacote, pero la gente había venido a berrear y no a disfrutar de sutilezas. Antes, que no se nos olvide, habían tocado como teloneros Violeta Vil, un joven grupo en una onda siniestrilla y cercano a la Movida, con Parálisis Permanente como referente ineludible.

Volviendo a los protagonistas, los momentos cumbre tuvieron lugar con «Arsenal de excusas», con toda la marabunta en respetuoso silencio para acompañar a la batería en la «rompida» con lo de «No quiero que pienses que soy… lo que soy exactamente». Después le siguió la aguerrida mofada llamada «Opinión de mierda», que también triunfó por supuestísimo, y todo acabó con «Me gusta que me pegues», en verdadero clímax, con la afición dando botes y coreando lo de «me gusta que me pegues, sin motivo aparente. Tus golpes son siempre pertinentes», lo que, por cierto, es algo casi conmovedor.

Y eso es lo grandioso del grupo, que hayan conseguido que unas letras que juegan tan duro, que tienen tanta «pulpilla», que diría Anntona, su guitarrista, estén ampliando su popularidad con paso humilde pero firme. Pocas bandas en nuestro país, con permiso quizá de los míticos Nikis, han dispuesto de tanto pildorazo pop inflamable. Del concierto de hace un año y medio en el cierre del Nasti al de ayer, se observa un salto en términos de fama. En espíritu, en pretensiones, son lo que son. Los tomas o los dejas. O los tomas y los dejas, claro. Y diez años llevan ya en la constante toma del cielo del «indie» patrio. Por asaltos, por descontado.

Los Punsetes toman por asalto el cielo del «indie» español

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