De Joaquín Sabina a Jim Morrison: el vértigo de la fama

El escenario provoca un grado de ansiedad que a veces se desborda. Nadie está a salvo de padecerlo

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PABLO MARTÍNEZ PITA

Solo quien ha estado en un escenario frente ante un público pendiente de cada uno de sus movimientos sabe lo que esto representa. En el Sorteo de la Lotería de Navidad de este año le ocurrió a una de las niñas encargadas de cantar los números. Sintió que los nervios le traicionaban y no pudo evitar el llanto.

En el caso de los músicos, el contacto con el público, recibir su cariño y sus aplausos, suele crear adicción, pero también temblores. Multiplíquese este factor por el número de espectadores, que en el caso de una estrella del pop o del rock pueden ser hasta decenas de miles. Aunque igual o más angustioso es un auditorio cerrado en el que no se escucha el ruido de una mosca. Del primer caso fue ejemplo Joaquín Sabina , desbordado pasado día 13 por la emoción del momento; del segundo, Pastora Soler , que se sintió de nuevo superada por la presión el 30 de noviembre en el Teatro Cervantes de Málaga.

Han sido casos muy seguidos que han levantado el interés por un fenómeno que ocurre con más frecuencia de lo que parece, y que ataca, como se ha visto, no solo a músicos que acaban de empezar su carrera y están poco acostumbrados a subir a un escenario, sino a gente con más de veinte años de carrera a sus espaldas. Nadie está a salvo de sentirse invadido, de repente, por el llamado «miedo escénico».

¿Pero en qué consiste exactamente? La respuesta hay que buscarla en el interior del cerebro: «La ansiedad es una emoción natural, y surge ante situaciones que consideramos que puede haber un resultado negativo, como quedar mal ante un público», explica Antonio Cano, catedrático de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid y Presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). «En esos momentos tenemos siempre un grado de ansiedad normal. Pero cuando una persona experimenta mucha ansiedad puede desarrollar miedo o pánico a sus sensaciones físicas, y marcar esa situación como amenazante y a evitar».

No resulta extraño, pues, el rechazo a exponerse a «fuertes reacciones fisiológicas a nivel cardiovascular, intestinal, digestivo, respiratorio... todo eso se vive con angustia por la sensación de pérdida de control». Según Antonio Cano, todo puede ocurrir sin previo aviso, como es el caso de personas con gran experiencia: «Las personas que tienen pánico suelen estar en una situación en la que no esperan tener esa ansiedad, y notan que, sin embargo, los síntomas se disparan de una manera muy intensa y que crecen a gran velocidad. Hay quien piensa incluso que le está dando un ataque al corazón».

Malestar psicológico, angustia, temor y, como consecuencia, una terrible sensación física de pérdida de control. Hay músicos que lo han padecido al principio de sus carreras. Es entonces cuando se suele generar una mayor inseguridad. Rod Stewart y Jim Morrison lo vivieron en sus carnes. También Joan Manuel Serrat contó a ABC en una entrevista que tardó muchos años en empezar a disfrutar de sus actuaciones en directo. También influye una mala experiencia, como la de Barbra Streisand cuando se olvidó la letra de una canción.

Durante toda la carrera

Hay quien convive con ello durante toda su carrera, y tiene que aprender a dominarlo. Es el caso de Adele, que no acaba de presentar un nuevo disco y que tiene auténtica fobia a subir a los escenarios. Otros casos parecidos son los de Marc Anthony, Robbie Williams o Marilyn Manson, cuyos nervios antes de salir a actuar ellos mismos reconocen como terribles. Hay que tener en cuenta que en los músicos se suelen encontrar tres tipos de motivaciones a la hora de seguir esta carrera: para hacerse famoso, para ligar a mansalva o para crear, precisamente, música. Si solo existe la última, no tiene porqué conllevar el deseo de exponer la obra al público, aunque sea un paso necesario para poder vivir de ello.

Sin embargo, cierto grado de ansiedad es incluso bueno, porque, como explica Antonio Cano, «no molesta, sino al contrario, ayuda actuar con más energía, a estar más en alerta». Alejandro Sanz ha declarado que los nervios siempre le han atosigado antes de un concierto. Alain Pérez, bajista cubano que acompañó a Paco de Lucía en sus giras durante diez años, cuenta que el maestro nunca tenía ganas de aparecer en un auditorio con su guitarra, pero cuando salía se crecía como un gigante. Algo parecido ocurría con artistas como James Brown, Celia Cruz o la misma Lola Flores, ejemplos de cómo hacer que la ansiedad se transforme en un auténtico torrente expresivo.

Pero el miedo es libre. Jacques Brel solía vomitar antes de cada actuación por culpa de la la ansiedad. Su amigo, el también músico Henry Salvador, contó en una entrevista lo que en cierta ocasión le dijo: «Mira, sabes las canciones, las luces están listas, el sonido es equilibrado, los músicos han ensayado y en el patio de butacas sólo hay amor. Las personas están allí porque te quieren . ¿Tienes miedo del amor?»

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