Roberto Alagna: «Cantar sobre un escenario ya no es vital para mí»
El intérprete publica el martes un nuevo disco, «Ma vie est un opéra», donde hace un repaso a sus 30 años de carrera
Roberto Alagna (París, 1963), traspasada la barrera de la cincuentena, parece haber encontrado la paz profesional y personal, aunque algunas noticias de las últimas semanas parezcan desmentirlo. Irradia felicidad y equilibrio. «Ahora me conozco mejor a mí mismo. Antes confundía la realidad con la ficción. Era un personaje de mi propia vida», confiesa el tenor francés, de origen siciliano, en una entrevista con ABC con motivo del lanzamiento de su nuevo disco «Ma vie est un opéra» (Mi vida es una ópera) (Deustche Gammphon) el próximo martes.
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Un registro en el que hace un repaso a sus 30 años de carrera a través de arias de «Manon Lescaut», «Madama Butterfly», «Turandot» y «La bohème», de Puccini; «Roberto Debereux» y «L’elixir d’amour», de Donizetti; «Aida» y «Rigoletto», de Verdi; alguna canción napolitana y una composición de su hermano David (lo que demuestra el fuerte vínculo y lealtad que el cantante profesa hacia su familia), entre otras partituras. Algunas de ellas las interpreta con la colaboración de su actual pareja, la soprano polaca Aleksandra Kurzak, que estos días ha cantado en el Teatro Real «La hija del regimiento».
Entre Caruso y la mafia
Pero qué tipo de ópera ha sido la vida de Roberto Alagna: cómica, dramática... «Todo eso. La ópera es como la vida y contiene momentos cómicos, alegrías, penas..». La vida de Roberto Alagna, Robertino para los amigos, empezó muy modestamente en el seno de una familia trabajadora donde la lírica parecía estar fuera de lugar. «Para mi familia la ópera era como una medicina. Cantar les permitía olvidar las dificultades de la vida. Mi familia fue emigrante: primero en América y después regresó a Sicilia». En Estados Unidos vivió su bisabuelo Mr. Jimmy. «Le llamaron así porque fue el primero de mi familia que emigró allí». A él también le gustaba cantar. «Mi bisabuela siempre comparó mi voz con la suya». En Nueva York sus cuerdas vocales le brindaron más de una experiencia extraordinaria, como cantar ante la mafia. «Era algo normal en aquella época. Él tenía una tienda de artículos de piel en Little Italy y por aquel entonces todo el mundo pagaba para tener protección de la mafia. Era como un impuesto. Mi bisabuelo, gracias a su voz, no tenía que pagar, pero a cambio cantaba para ellos en las reuniones».
Alagna se explaya cuando habla de su sangre, y comienza a desgranar otros recuerdos sobre su bisabuelo: «También conoció a Caruso , a quien le gustaba hacer regalos a la gente con la que trabajaba en el Metropolitan por Navidad. Un día entró en la tienda de mi bisabuelo, y él le reconoció y le dijo que también cantaba. Caruso quiso escucharle y entonces cerraron la tienda. Interpretó el aria de Ernesto de “Don Pasquale”».
Impresionado, el considerado mejor tenor de la historia propuso a Mr. Jimmy hacer una audición en el Met. «Sin embargo, mi bisabuelo dijo que no porque tenía la tienda, aunque yo creo que lo que le pasaba es que no tenía el carácter necesario para hacer una carrera». La amistad entre ambos continuó. «Y cuando Caruso cantaba, invitaba a mi bisabuelo al Met».
«De niño pensaba que los tenores morían jóvenes porque Caruso falleció con 48 años y Lanza con 38»
Con estas historias infantiles, Alagna fue modelando en su cabeza una imagen del tenor italiano que completó cuando vio el filme «El gran Caruso», interpretado por Mario Lanza. «Para mí Lanza era como mi abuelo, y Caruso como un miembro de mi familia», bromea. La tradicion familiar continuó en el bisnieto, que pronto, «a los siete años», comenzó a cantar, aunque, confiesa, «en la intimidad de mi habitación porque era muy tímido». Hasta que un día le descubrió su hermano cantando ópera. Entonces llegó el conservatorio, que compatibilizó con algunos trabajos, como el de contable. Y sus primeros pinitos profesionales en París, en el cabaret. Una época de la que guarda gratos recuerdos, y a la que rindió homenaje con su disco «C'est magnifique», con canciones de Luis Mariano, que el tenor francés interpretó en su juventud.
De ahí pasó a los grandes escenarios líricos internacionales. «Nunca soñé con esto. Yo no tenía ambición. Recuerdo que todos me decían: “Nosotros somos trabajadores, no pertenecemos a ese mundo”». A este obstáculo se sumaba su terrible miedo a la muerte. «Siempre pensé que los tenores morían muy jóvenes. Caruso falleció con 48 años y Lanza con 38 años. Cuando le pregunté a mi madre por qué, me contestó que porque habían cantando demasiado fuerte». Este temor acompañó a Alagna durante años. De ahí que pensara que lo mejor era «entrar en un coro. Esa era mi máxima ambición. Todo lo que ha llegado después ha sido como un gran regalo. Nunca a lo largo de mi vida he hablado con un director de teatro para pedirle un papel, me he limitado a decir que sí o que no».
Polémica con la Scala
En este nuevo disco, Alagna quiere dejar constancia de lo que han sido las últimas tres décadas de su vida. «Tanto en lo que se refiere a mi carrera como a mi vida privada, a las dudas que he sentido, el miedo a la muerte que conocí muy joven con la muerte de mi primera esposa, o la enfermedad, cuando me encontraron un tumor en la nariz que pensé iba a acabar con mi vida o con mi carrera. Todo eso está en este disco. Toda mi vida ha sido como la de Canio, en “Pagliacci”. No sabía cuándo era realidad o ficción. Si era un hombre o un payaso. Un artista o un padre. Ese dilema concluye con este disco. Ahora Roberto sabe dónde está: tiene una familia. Me siento normal. Antes no era así. Intentaba buscar dentro de mí un personaje que actuaba en la vida real, no solo en el teatro. Era como un actor haciendo de todo. Ahora soy yo. Sincero y muy normal. No tengo miedo de la vida real».
«En la Scala abuchean porque no suena como el disco»
Sorprende esta afirmación tras hacerse pública su negativa a regresar a la Scala de Milán, después de su espantada en 2006 , cuando fue abucheado al cantar «Aida». Casi una década después tenía cerrados varios compromisos con Alexander Pereira, que Alagna ha decidido cancelar ante el comportamiento del público. «Ahora, cuando canto me gusta hacer un acto de amor. Lo que sucede en un teatro como la Scala es que no hay amor hacia el arte, hacia la música, por el compositor ni por el cantante. Ese es para mí el problema, por eso no quiero regresar. Si alguien me dice que le gusta Verdi pero no le gusta mi voz, de acuerdo, pero me pregunto por qué no se ha interpretado “La traviata” durante 30 años en la Scala. ¿Por qué después de la Callas no se podía? Acaso es mejor no hacer la música de Verdi durante toda una generación. ¿Eso es sentir respeto por el compositor? En la Scala se abuchea todo. No hay una noche en la que no suceda».
Y cuestiona la programación del teatro milanés: «No hay un repertorio grande, donde se cante de todo, como en otros teatros. No se puede hacer “Le roi malgré lui” de Chabrier o “Werther” porque no se llena el teatro. Tampoco con “Los cuentos de Hoffmann” . Solo llenan tres o cuatro obras de Verdi, y cuando las hacen hay un grupo al que no le gustan porque no es como el disco. Eso no es ser un apasionado y amar la música. Por eso no vuelvo. Porque por lo demás todo el mundo me recibe muy bien en la Scala: los trabajadores, también los loggisti [los ultrasur de la ópera]».
Alagna, que cantó en Madrid un recital poco tiempo después del enfrentamiento en la Scala, compara un poco al público del Teatro Real con el milanés. «Allí es peor. En España todavía tienen un público joven que viene a las salas, en Italia hay muchos problemas para renovarlo. Pero tengo que decir que aquí también hay gente como en la Scala. Cuando empecé mi concierto una persona desde el patio de butacas me increpó diciendo: “Vete al conservatorio”».
Regreso al Teatro Real
Esta actitud es algo que le preocupa al tenor francés que el próximo mes de diciembre cantará por fin una ópera, «Romeo y Julieta» , en el coliseo madrileño, aunque será en versión de concierto. «Siempre he tenido una parte del público que me adora y otra que me odia. Pero no es todo, son tres o cuatro personas. Yo estoy aquí porque me gusta España y Joan Matabosch es un amigo».
Sobre la mesa tiene otras dos propuestas para regresar a Madrid en próximas temporadas. «Una es “Luisa Miller”, en concierto. El problema son las fechas porque no tengo mucho sitio en mi calendario. Y si le digo la verdad, ahora quiero estar más con mi familia. Además, tengo que confesar que hoy cantar no es algo vital para mí. Antes sí lo era. Ahora puedo hacerlo en la ducha, antes tenía necesidad del escenario, hoy no. Estoy tranquilo y creo que soy muy afortunado».