museo de ypres (bélgica)

Tindersticks le pone música a la Primera Guerra Mundial

El grupo de Stuart Staples sonoriza la exposición permanente del In Flanders Fields Museum sobre la Gran Guerra

Tindersticks le pone música a la Primera Guerra Mundial reuters

jesús lillo

«En los campos de Flandes crecen las amapolas, entre las cruces, hilera sobre hilera, que marcan nuestras tumbas. Somos los muertos. Hace pocos días vivíamos, cantábamos, contemplábamos la luz del amanecer, amábamos y éramos amados, y ahora yacemos en los campos de Flandes. Si perdéis la fe en nosotros, no descansaremos, aunque crezcan las amapolas en los campos de Flandes».

Dedicado a su amigo Alexis Helmer, caído en la batalla de Ypres en 1915, el célebre poema del canadiense John McCrae no solo hizo de la amapola el símbolo universal del reconocimiento a quienes perdieron su vida en las grandes guerras, sino que da nombre, In Flanders Fields , al museo que en la localidad belga de Ypres rinde tributo a las decenas de miles de soldados caídos en sus tierras y enterrados en sus sobrecogedores cementerios. A la exposición permanente de este centro historiográfico le acaba de poner música Tindersticks .

Más allá de las instalaciones de quita y pon creadas para dar música, color y actualidad a las salas de unas pinacotecas que, con más o menos acierto, recorren en zigzag el camino que lleva a las discotecas -elementos autónomos y desintegrados, postizos de ocasión y temporada-, la producción de bandas sonoras con las que ambientar las salas de los museos ha permitido en los últimos años disfrutar de experimentos curiosos.

Por no ir más lejos, el Museo del Prado editó el pasado junio «El Greco y la pintura moderna» , tercer volumen de una colección con la que sugiere el fondo musical, en este caso en clave de jazz, de sus grandes y silenciosas muestras, puntual y raramente amenizadas con conciertos de corte clásico. Más estable, perceptible e integrada resultó la programación de la banda sonora que este verano, agua pasada, el dúo Air compuso para el Palais de Beaux Arts de la ciudad francesa de Lille. La obra creada por Tindersticks para el In Flanders Fields, sin embargo, no tiene fecha de caducidad: «Ypres» se queda para siempre, o de momento, entre los muros del museo belga, donde se reproduce en bucle.

En tono bajo

El grupo británico llegó a estudiar la sonoridad del edificio, construido en clave de fa, según los ingeniosos autores de «Rented Rooms» , antes de ponerse a fabricar las seis piezas instrumentales que conforman su «Ypres», una de ellas realizada en 2012 como banda sonora de «The Third Battle Of Ypres» , vídeo de Klaus Verscheure que puede verse en el museo belga.

El rigor, casi mortis, y la solemnidad del conjunto expuesto en el centro flamenco obligan a Tindersticks a bajar el tono de sus composiciones. La sobrecarga dramática de las salas del In Flanders Fields y la cercanía de los cementerios que lo rodean no permiten salidas de tono, ni siquiera para un conjunto que en las últimas dos décadas ha firmado, muy melancólico, numerosas y logradas bandas sonoras.

En «Ypres», los autores de «Travelling Light» se mueven despacio y se aproximan con sus instrumentos de cuerda al entorno de la quietud y el drone, sobre todo en las dos piezas cuyo metraje les permiten reducir su relato musical a un complejo ejercicio de intensidades sin ritmo, como son la ya citada «The Third Battle Of Ypres» o, más aún, «Whispering Guns Parts 1, 2 And 3», en la que una campana tañe con timidez y lejanía antes de que un redoble de tambor aporte un tono, entre lúgubre y marcial, también distante, a lo que no es más que una hermosa madeja de cuerdas destensadas.

«La Guerre Souterraine» es, en sus poco más de cinco minutos, una buena muestra del esfuerzo realizado por Tindersticks -aquí representados por Stuart Staples y el bajista Dan McKinna- para concentrarse. Incluso con los instrumentos de viento, «Gueules Cassées», más dificil todavía, el grupo recurre a la respiración asistida para que la vibración supere a la acción.

Por lenta y ahogadiza, «Ypres» podría ser la banda sonora de cualquier película de introspección y sopor, pero de momento cuelga de las paredes de un museo. La historia que cuentan los objetos acumulados en las salas del In Flanders Fields -uniformes, proyectiles, carteles, piezas ortopédicas, objetos personales- es tan cinematográfica que la música compuesta por Tindersticks, arreglada por Lucy Wilkins, violinista y asesora de confianza del grupo, no contamina una suerte de secuencia audiovisual que el espectador ha aprendido a consumir, como consecuencia de su prolongada exposición a las pantallas de cine y televisión, con música de fondo. La integración en el paisaje es absoluta.

Tindersticks le pone música a la Primera Guerra Mundial

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