Arturo García Ramos

Sergio Ramírez y la conspiración de la escritura

El nicaragüense, el escritor actual más próximo a la generación del Boom latinoamericano, es el nuevo premio Cervantes

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez REUTERS

En 2014, el nicaragüense Sergio Ramírez confesó que para él la lectura era un acto de puro placer al que no se podía obligar a nadie, pero que si prendía en el iniciado o, como el lo llamaba el «candidato a lector», lo haría como una pasión avasalladora a la que no servirían de impedimento creencias religiosas ni convicciones políticas, racionalismos, advertencias, anatemas o amenazas, porque su voluntad estaría ya presa de la maldad y de la nobleza, del ideal y de la perversidad, de la envidia y los celos, de lo natural y de lo sobrenatural. El lector que presentía en aquel ensayo era un alma raptado por la excepción y lo prohibido, un conspirador de la lectura entregado a los «fragores de la imaginación». De más está decir que su defensa de una lectura hedonista y «sensual» era el reflejo de su propia idea de la escritura y la insaciable búsqueda de este novelista de fórmulas que contribuyeran a engrosar la lista de los conspiradores dispuestos a probar los frutos de su edén literario.

La plenitud de su palabra se encuentra ya en su novela más premiada, « Margarita, está linda la mar » (1984). Fue la primera de las ficciones en que se sirvió del mito para someterlo a una revisión de des-idealización feroz. El genio exquisito del poeta nicaragüense universal, Rubén Darío , no pudo o no supo estar a la altura de la dignidad que exigía su obra y tornaba a la patria convertido en esperpento de sí mismo y huía del mundo a toda prisa tras haber cambiado su hígado por una «esponja embebida en ajenjo». Pero esa vida moribunda aparecía solo evocada, una excusa anudada a las conversaciones que relatan la conspiración tramada contra el dictador Anastasio Somoza en un relato que revela las refinadas dotes de un escritor capaz de mover a su antojo una red de tiempos y personajes con los que sumarse a uno de los temas predilectos de la narrativa latinoamericana, el dictador. En « Sombras nada más » (2002) volvería a novelar otra parte de la historia nicaragüense, el triste final de Alirio Martinica, un destacado somocista juzgado por los sandinistas en los días de optimismo utópico y fe en la revolución. Las dos novelas cruzan la realidad y la ficción con los peores resultados para la primera y una felicidad mayúscula para la segunda. Sergio Ramírez , ha escrito entre tanto unas memorias que le vinculan a la historia de su propio país, a la seducción del poder y de la transformación social, ha sido vicepresidente del gobierno sandinista y ha decidido dar cuenta de esa experiencia en unas memorias desoladoras que expresan el abandono de aquellos ideales al constatar la deriva intolerante y corrupta del presidente Daniel Ortega . El título no permitía la ambigüedad, « Adiós muchachos » (2007), significaba un punto y final, pero también un comienzo.

El escritor saldó sus cuentas con la realidad y a los habituales apéndices que completaban sus libros con anécdotas o referencias que justificaban la verosímil documentación que avalaban su historia siguió una escueta mención de que cuantos hechos y personajes poblaban sus novelas eran ficticios. Así cerraba « La fugitiva » (2011), una ficción sobre la dificultad femenina, ya denunciada por Virginia Woolf , para disponer de un cuarto propio donde poder realizar su vocación de escribir encarnada en Amanda Solano en la Costa Rica de la primera mitad del siglo XX. La misma autonomía de la ficción hubiera podido rematar las páginas de « El cielo llora por mí » (2008), novela en la que se acercaba en clave policial a los narcos y la corrupción en América Latina.

Cuando escribió « Sara » (2015), una reescritura de las historias bíblicas de Abraham y Sara, de Lot y Edith, refrendó la idea defendida por George Steiner de que nuestra forma de leer y de interpretar son consecuencia de las constantes revisiones a que hemos sometido la Biblia y demostró que su escritura había logrado esa esencialidad que permite a un narrador atreverse a recontar aquello que todos saben con palabras nuevas y propias. Acaso reveló también la conspiración que siempre había sido para él la escritura, una épica resistencia ante las trampas de la realidad de la que emergía el escritor actual más próximo a la generación del Boom latinoamericano .

Sergio Ramírez y la conspiración de la escritura

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