Sánchez Piñol

Sánchez Piñol: «Equiparar la Cataluña actual con la de 1714 es arriesgado»

El autor de «Victus» describe en «Vae victus» la Barcelona posterior al 11 de septiembre

Albert Sánchez Piñol, en su casa de Barcelona INÉS BAUCELLS

SERGI DORIA

Vuelve Albert Sánchez Piñol de la mano de Martí Zuviría el protagonista de «Victus». En «Vae victus» (La Campana), segunda entrega de esas memorias que apunta desde el exilio a la «querida y horrenda» Waltraud Spöring, Zuviría «piernas largas» transita de la Barcelona derrotada de 1714 a Carolina del Sur donde combate a los ingleses apoyando a las tribus yamas. Retornará a Cataluña para reencontrarse con el duque de Berwick y completa su periplo en Londres, Alemania y la Nueva Zelanda del capitán Cook.

Un título que suena a moraleja: «Vae victus» es una deformación de la locución latina «Vae victis» («Ay de los vencidos»). Organizada sobre cuatro episodios, la novela forma parte de un conjunto con el que Sánchez Piñol (Barcelona, 1965) quiere explicar el siglo XVIII. «Si el general Desvalls murió expatriado a los cien años... ¿Por qué no un narrador que abarque desde el sitio de Barcelona de 1714 a la Revolución Francesa?». Pregunta inevitable: ¿Martí Zuviría es Sánchez Piñol? No terminante: «Yo soy Waltraud. Zuviría es cínico y desagradable, con una pronunciada vena humorística». En «Vae victus» se desvela sel escritor-antropólogo en el capítulo de la guerra yama contra los ingleses. «Entre la documentación di con esta tribu que no aparece en la historia oficial yanqui, a diferencia de los sioux o los apaches. Me iba bien para focalizar el año 1715: con una estrategia de guerrillas, los yama estuvieron a punto de conquistar Carolina del Sur».

«Yo soy Waltraud. Zuviría es cínico y desagradable, con una pronunciada vena humorística»

Albert Sánchez Piñol

Y Zuviría, de nuevo, en Barcelona... «Se habla de la derrota del 11 de septiembre, pero nadie ha detallado la represión a partir del 12 de septiembre, una ocupación militar que provoca revueltas con personajes como el guerrillero Pere Joan Barceló, Carrasclet: nunca se consideró a los catalanes un enemigo legítimo», señala el autor.

En ese periodo, otro episodio poco conocido: James Fitz-James Berwick, el vencedor de Barcelona, intenta en 1719 acabar con el poder de un Felipe V que incomoda al rey de Francia. Para ganarse a los catalanes, les ofrece recuperar las Constituciones abolidas en 1714. El antepasado de los duques de Alba –Jimmy en la novela– es un mecenas; brillante y maquiavélico estratega, plantea a Zuviría un pacto fáustico en un momento en que Felipe V padece desórdenes mentales. La breve guerra de 1719 está documentada por los cronistas borbónicos. «La noche del 10 de septiembre de 1714, Berwick no se decidía a culminar el ataque sobre Barcelona: el frente se había estancado, estaba enfermo y la lluvia mojaba la pólvora. Fue Joris Van Verboom, constructor de la Ciudadela, quien le obligó al asalto», apunta Sánchez Piñol. El autor omnisciente otorga a Zuviria licencia (literaria) para matar a Berwick y Verboom . En 1725, con Felipe V consolidado en el trono, las élites catalanas se vuelcan en el comercio.

Si Berwick no hubiera atacado, si ingleses y austriacos no hubieran dejado colgados a los barceloneses, si la invasión de 1719 hubiera salido bien, si... En palabras de Zuviría: «He aquí el destino catalán. Cuando la Historia te niega la Fortuna hasta la Perseverancia palidece.... Los pueblos, como los hombres o los animales, puede que tengan suerte o puede que no. Y nosotros no la tuvimos, eso es todo».

Preguntamos a Sánchez Piñol si el Tricentenario de 2014 fue manipulado en aras del oportunismo secesionista: «Toda sociedad tiene derecho a un imaginario colectivo. Y toda conmemoración está dirigida por el poder político del momento. Dicho esto, equiparar la Cataluña actual con la de 1714 es arriesgado».

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